Capítulo 18

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Estornudo varias veces repetidas.

Voy directo al baño que está al final del pasillo que conduce a las habitaciones. En la recámara de Meg ya se escucha ruido; debe estar alistándose para ir a la universidad. En mi caso, ya me he puesto el uniforme, pero amanecí enronquecida y mi garganta me duele, además debo sumarle los estornudos y la gripa. Mi nariz ya se ha coloreado de rojo y mis ojos están muy apagados, más de lo normal. Mi madre no ha visto la condición en la que estoy, pues sigue dormida en su habitación con la puerta cerrada con seguro, para que nadie la moleste.

Por mi cuenta, me quedaría acostada en mi cama y descansando hasta medio día, pero si mi madre me encontraba en casa me esperaría un escándalo... que mejor no doy detalles.

Agarro un rollo de papel higiénico del baño y lo guardo en mi mochila. Me sueno la nariz y me dispongo a salir de casa para cruzar la calle y llegar al colegio. No le doy aviso a mi hermana de que ya me voy, pero le dejo una nota pegada en la puerta, de modo que la vea:

Me fui al colegio. Si me siento peor, te llamaré para que abogues por mí y me dejen salir. Azul.

Por decisión propia, tomé la primera clase. El frío estaba insoportable, y si me quedaba a

fuera me rescatarían echa un hielo.

En la hora del desayuno, voy a la cafetería. No me dio tiempo de prepararme algo en el desayuno, pero creo que tampoco comeré nada, pues mi apetito no da señales. Al entrar, ya se han aglomerado y hay una fila de dos personas esperando a usar el dispensador de café. Agarro un vaso de papel de una gran pila, al lado de las bolsitas de azúcar y de crema y espero a que se desocupe detrás de un chico que vaya que se ha rociado todo su frasco de colonia.

Sin soportar ni un segundo más el aroma tan petrificante suelto un suspiro de alivio al tener total disponibilidad del dispensador de café. De repente, una punzada en la cabeza me hace detenerme, alertándome de un posible dolor de cabeza. La noche anterior apenas pude cerrar los ojos. Tenía que descubrir exactamente qué era aquello que sentía y qué es lo que lo provocaba. Qué había traído ese sentimiento o qué hizo que despertara.

Presiono el botón y coloco el vaso, esperando a que el café empiece a caer, pero lo que recibo es nada. Reviso el vaso y no le ha caído nada. Vuelvo a presionar el botón pero con fuerza, lo oprimo varias veces repetidas y nada. Bufo. Quiero mi café y lo tendré. Como último intento, me apoyo con mi dedo pulgar, aplicando mayor fuerza y asegurándome de llevarlo hasta el fondo. El foquito con luz roja que está arriba del botón de pronto se apaga y las ilustraciones también. Un ruido que apenas puedo escuchar estoy segura que proviene de él. ¿Se había apagado?

Una chica habla detrás de mí, pero no me molesto en voltear.

—Descompusiste la máquina.

—Claro que no.

Me doy media vuelta, esquivándola y buscando alguna mesa para sentarme. Unos chinos marrones me conducen hacia una de las mesas justo en una esquina.

Azul, museo de desastres naturalesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora