Capítulo 27 - Final

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Pasamos una semana completa en la hacienda de los abuelos. A la boda asistió toda la familia y amigos de los abuelos. Hubo música en vivo con violín y la decoración se basó en un arco lleno de flores y luces colgantes en toda el área verde.

El único detalle del viaje, es que tuve que dormir con mis primas en una sola recámara, y por más que me esforcé por acoplarme a ellas, no teníamos nada en común. Estuve a punto de decirles que prefería dormir en el piso del pasillo a tener que soportar una noche completa a las que se dicen, llevan mi misma sangre. Ellas o yo era la rara, porque al intercambiar un par de palabras nada fluía, todo se quedaba estancado.

No pude evitar fijarme en que mi mamá recibía llamadas de ese tal Rodrigo. Admito que me irrita el pensar en ellos dos juntos, pero vamos, no puedo hacer nada en contra. Si le decía mi opinión, de todos modos algo ya había surgido entre ellos. Tampoco iba a romperle el corazón a mi propia madre. Ella merecía rehacer su vida amorosa, merecía volver a ser feliz.

Puedes percatarte de que ha llegado Diciembre, pues al salir, puedes ver el reflejo de las luces de los árboles de navidad en los cristales de las casas. Mi madre ya puso el muñeco de nieve inflable al lado de la puerta principal y ha llenado los arbustos de luces. La alacena ya está surtida de tabletas de chocolate, suficientes para pasar la navidad en casa.

Como el año pasado no pusimos árbol de navidad, este año mi madre consiguió un árbol artificial nuevo para alegrar la casa de ese espíritu navideño. Si preguntan el por qué no pusimos árbol el año pasado, lo que puedo decir es que le ocurrió un ligero accidente al que teníamos (el gato de los vecinos entró una noche y el árbol acabó sin ramas y con olor a pipí)

Meg es quien se encarga de colocar las esferas, sin antes poner canciones navideñas para entrar en ambiente. Yo coloco los mini San Claus que nos regaló la abuela al borde de la ventana y algunos regados por los muebles de la casa.

El teléfono fijo suena en la sala y como nadie hace nada por tomar la llamada, dejo lo que estoy haciendo para hacerlo yo. Pueden ser los abuelos o quizá alguien queriendo jugar una broma. Si era lo último, no podía dejar pasar la oportunidad de divertirme aunque sea un rato.

—¿Hola? —digo, sentándome en un banco de la cocineta.

—Hola, Azul —dicen al otro lado de la línea. Es una voz suave y dulce.

Una chispa recorre todo mi cuerpo y me obligo a voltear a todos lados para que nadie vea lo débil que estoy en estos momentos.

Desde que lo vi por última vez, ya habían pasado semanas sin saber nada de su existencia. Cuando llegamos del viaje, esperaba encontrar una o dos llamadas perdidas, pero lo que encontré fue un buzón vacío.

—Creí que no ibas a llamar. Espera —descuelgo el teléfono y me lo llevo al baño de la planta baja para tener privacidad—. ¿Cómo conseguiste el número?

—Eso es lo de menos —Al otro lado de la línea se escuchan algunas voces, puede que esté llamando desde un teléfono público—. ¿Qué haces?

—Estamos poniendo el árbol de navidad. Mi madre compró uno nuevo. ¿Tú qué haces? —le digo, pegándome más el teléfono y acostándome en la bañera.

—Estoy sentado en un café que se ha vuelto mi favorito. Todo el tiempo está lleno. Algún día te traeré a probarlo. ¿Crees que te den permiso de venir unos días?

—¿Ir a allá? ¿Contigo?

—No, con el vecino. Obvio Azul, conmigo.

Sonrío al imaginarme junto a él.

Esta era Azul enamorada de un chico igual de patético que ella, pero atractivo y con sonrisa dulce.

—¿Y qué haremos? —le pregunto, interesada.

—Visitar los museos de noche, comer crepas, acampar a la orilla de un puente, ir a las últimas funciones de cine—propone y por la manera en que lo dice hasta suena tentador—. Todo lo que se nos acurra, Azul. Quédate el tiempo que quieras, prometo que valdrá la pena.

—No lo sé Dean, nunca he viajado sola. Tal vez tome el vuelo equivocado o puede que me pierda en la ciudad y no me encuentres.

—¿Quién dijo que viajarás sola?

De pronto se queda en silencio al otro lado de la línea. Reviso la pantalla gris del teléfono para comprobar que no se haya cortado la llamada, pero no. Posteriormente, escucho el timbre de la puerta desde el baño.

—Alguien llama a tu puerta —Su voz de nuevo se cuela a través de la línea casi en un susurro.

Mi mano comienza a temblar con el teléfono pegado a la oreja. Por la inquietud, por aquello que revolotea en mi estómago.

—¿Sabes? Antes odiaba el color azul, lo asociaba siempre con la tristeza. Pero ahora es mi color favorito, porque me recuerda a ti, a tus ojos, a tu sonrisa tímida, a tus labios —Empieza a decir y entonces cierro los ojos, imaginándomelo. Después escucho una risa al otro lado de la línea y me quedo viendo la pantalla del teléfono, confusa—. Azul, me estoy congelando aquí afuera, no me molestaría si me abres.



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Gracias por los votos a lo largo de las actualizaciones de esta historia. Gracias por el apoyo 🤗  Este es el fin de esta bella historia que robó mi corazón y que gracias a Azul, pude llenarme de valentía en muchos aspectos.

Con amor, Linette💕

Azul, museo de desastres naturalesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora