Ya es viernes y eso significa mi regreso al instituto.
Me desperté tarde, pero a pesar de eso, no me presiono para llegar a mi primera clase. Al pisar el pasillo que dirige hacia los salones del segundo piso, me doy cuenta de que todos me miran raro a lo largo de mi recorrido.
¿Qué tanto me miran?
La clase ya comenzó, pues la voz del profesor resuena por mis oídos mucho antes de hacer acto de presencia. No soy de husmear cómo lucen las personas o qué vestimenta portan, pero en esta ocasión me es inevitable darme cuenta de la razón por la que me miran como bicho raro.
Todos visten ropa formal.
¿Y yo? Ah, sí, mis medias de red debajo de un pantalón roto y una playera amarilla. Muy elegante, por supuesto.
Antes de que entre sin autorización previa, todos se ponen de pie y el ambiente se descontrola. Un grupito de amigas, con vestidos relucientes pasan a mi lado chocando mi hombro con toda hazaña. Ignoro la acción porque no quiero provocar una pelea justo ahora, y voy directo al grupo de los chicos, que recién se han puesto de pie.
—Azul, hace ya tres días que no te veíamos por aquí. ¿A qué se debe tu visita por este lugar? —dice Adrien, en tono jocoso.
—¿A dónde van? ¿A una alfombra roja? ¿Por qué están vestidos así?
—Hoy es día de fiesta, Azul. Celebramos el aniversario del colegio.
—Ósea que no habrá clases —digo, reafirmándome yo misma—. De nada sirvió despertarme a las siete y cuarto de la mañana. Carajo, qué bofetada me han dado. De haber sabido no me presento.
—La hora de entrada es a las siete —suelta Lois, pero se arrepiente al ver mi reacción.
—Anímate Azul, la pasaremos genial. Darán bocadillos y habrá karaoke —dice Adrien.
—Mala idea el de contratar el karaoke, ¿qué no conocen a Adrien? —le advierte Lois.
—¿Qué tienes en contra de mi angelical voz? —dice, ofendido.
—¿Dean no vino? —les pregunto.
—Como siempre, llega tarde. Y más si hoy no habrá clases, ya sabe que no es necesario ser puntual.
—Parece una señora, se tarda horas en alistarse.
Ya llegaría el momento en que volviera a verlo. Lo de ayer en el tobogán había sido algo que aún no terminaba de entender. Me había desconocido, había desconocido lo que mi cuerpo sintió. La manera en que lo sentí, a él. Si Adrien no hubiese aparecido justo en ese momento, quien sabe qué hubiese pasado. Aún tenía la imagen de él encima de mí y con ese destello misterioso en sus ojos.
Agito la cabeza para olvidarme de eso por ahora. Si él decía algo al respecto, tendría que enfrentarlo, pero si no lo hacía, lo dejaría pasar.
—¿En dónde compras tus playeras exóticas? —le cuestiono.
Lois trae puesta una camisa de manga corta con estampado de palmeras, y Adrien una camisa azul marino con pantalón blanco.
—Tengo un proveedor, pero su identidad es secreta.
(...)
El ambiente está infestado de canciones de reggaetón con letras vulgares. Hay dispensadores de refresco y de agua, y por supuesto lo que no puede faltar, latas de cerveza (autorizadas por esta ocasión). Supuestamente han pagado los gastos de todo con las colegiaturas, pero no hay mucho surtido de comida, sólo hotdogs preparados y pizza.
Se han reunido para jugar apuestas jugando baraja con sus latas de cerveza sobre ella. Algunos se han puesto a bailar con sus parejas, y hacen un círculo para que cada uno pase a bailar al centro.
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Azul, museo de desastres naturales
Teen FictionSi algo define a Azul Davis es su sarcasmo y su alma libre. Su familia no es el prototipo ideal, pero hacen el intento por mantenerla unida. Parece querer acabar el colegio de una mordida, pero lo que nunca imaginó surge en el último año, cuando con...