Capítulo 25

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—¡Azul! ¡Date prisa! —grita mi hermana, asomándose desde la planta baja.

—A mí nadie me apura. ¿Cuál es la prisa? El acuario no se va a ir.

Hoy saldremos en familia. A mi madre se le ocurrió visitar el acuario que acaban de inaugurar hace unas semanas. En mi vida había pisado uno, es por eso que se había emocionado cuando leyó la noticia en un periódico.

Rara vez salíamos a algún lugar, y si salíamos, las cosas a veces terminaban mal. Una vez fuimos a un centro interactivo para niños, en donde hay esculturas de dinosaurios y proyectan películas animadas, y terminaron corriéndonos de la sala del cine por no guardar silencio. Además de que mi mamá se peleó con otra mamá por haberse metido en la fila para entrar.

En la entrada al acuario, mi madre se encarga de comprar los boletos y a nosotras nos toca presenciar a un niño haciendo berrinche y colgándose del bolso de su mamá como un chango. En las mini tiendas, las familias compran recuerdos como llaveros, peluches y otras cosas, y justo en medio del lugar hay una fuente con la figura de unos delfines.

Finalmente accedemos a través de un túnel en donde las paredes son de cristal y puedes ver a las especies nadando al otro lado. Hay tiburones ballenas, mantarrallas, y muchas otros peces de menor tamaño nadando a sus anchas en aquella agua azulada. Toda una vida marina ante mis ojos.

Todo me resulta increíble. Cualquiera puede verme embelesada mirando cada metro cuadrado de aquellos enormes tanques. Es como estar en un sueño.

Familias se toman fotos posando al lado de los tiburones, y por otro lado está mi hermana, que se acerca y me pide que le tome una foto al lado de un pez con muchos colores tornasol. Por suerte el pez se queda quieto y mi hermana hace una pose de

Mira a ese pez, se parece a la tía Elena —señala un pez que tiene labios inflados y de color marrón. La versión de la tía es que no se había operado, pero de la noche a la mañana ya tenía unas almohadillas en los labios.

Una voz masculina informa a través de las bocinas algunos datos, como que hay 400 especies diferentes en aquel acuario.

...Stenorhynchus seticornis, este crustáceo se cree que puede vivir hasta 100 años. Al tratarse de una especie particularmente antigua de cangrejo, a menudo se le califica de fósil viviente...

Como mi mamá se puso estérica con el tiempo, sólo alcanzamos a tomar café, así que cuando terminamos el recorrido por el acuario, entramos a un VIP'S. El que se veía tranquilo a comparación con otros restaurantes en donde la gente parecía sardina.

Al entrar, el ruido de los platos siendo manipulados y a familias compartiendo carcajadas invade mis oídos. Hay música moderna de ambientación.

Un joven nos sigue hasta la mesa y nos explica los platillos. A ratos le sonríe a mi hermana y a ratos hace su trabajo. Un señor a lo lejos (su feje me imagino) lo vigila, por lo que no le queda más remedio que dejar de cortejar con mi hermana y tomar nuestras órdenes.

—¿Comerás pura hierva? —le pregunto a Meg con cara de asco. En su plato tiene una ensalada.

—Es sólo la entrada —rueda los ojos.

—¿Piensas compensar con la ensalada las tres órdenes de alitas que te comiste ayer? —niego con la cabeza, nada más para molestarla.

Me enseña la lengua y mi madre le da un manotazo juguetón para que paremos.

—Me sorprendió verte posando con los pingüinos, Meg. De niña les tenías pavor. ¿Recuerdas el llavero que te grabé en donde apareces llorando junto a ellos? —dice mi madre.

Azul, museo de desastres naturalesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora