Capítulo 13

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—Entonces... —Su mirada da un recorrido por cada fila del salón, y yo me quedo en blanco, no había puesto atención a lo que estaba diciendo hace unos segundos y tampoco sabía por qué buscaba a alguien como una preza—. Azul, comparte con la clase lo que aprendiste del libro.

¿Por qué a mí?

—Yo... no sé.

—¿Eso va a contestar? ¿Un simple y absurdo, no sé? —Las venas de la frente se le marcan al mismo tiempo que aprieto mis labios hasta que pierden el color.

—No leí el libro, ¿sí?

—¡Esa era su única obligación de ayer! —grita, y las venas de la frente se le remarcan. Era una escena bastante insólita. Acostumbraba a gritar, pero ahora lo hacía como desquitándose de algún problema personal —. No es mi culpa que malgastaras el tiempo en tonterías. Como por ejemplo, arruinándote el cabello para llamar la atención. ¿Sí leíste el reglamento? O ni siquiera leer sabes.

Me arranca de las manos el cuaderno en el que he estado garabateando con tinta azul y como si tuviera practicado su tiro, lo echa directo al bote de basura.

Adiós, paciencia.

—¡No es mi culpa que se esté divorciando de su esposa! Su esposa hizo lo correcto, ¿Quién querría estar con alguien como usted? ¿Viene aquí a dar clases o darnos lastima con sus historias de vida? Ya no se haga la víctima, que usted se la pasa viendo a sus alumnas como objetos como un enfermo —me he puesto de pie y me cruzo de brazos frente a él.

Empiezan sus gritos que casi ensordecen y recojo mi mochila del suelo para salir como un rayo del salón, dejando a todos sentados en su lugar, disfrutando el espectáculo.

(...)

—¿Estás bien? Escuché gritos en tu salón.

No volteo, pero sé quién es. El cómo dio con mi paradero es un misterio, pues estoy escondida al otro lado de las escaleras que dan a los salones, en donde hay poco tránsito de personas.

—Me exhibió enfrente de todos porque no respondí bien una pregunta. Él es uno de los profesores que creen tener la razón en todo y que creen que las mujeres nacimos sin cerebro, aunque fomenten la igualdad de género. Qué falsedad, pero bueno.

—Y como te exhibió has discutido con él, ¿me equivoco?

—¿Cómo iba a quedarme callada y dejar que me pisoteara?

—Ven, vamos a las escaleras, que el profesor acaba de salir con una cara poco amigable —me dice.

En las escaleras, me siento en el primer escalón y Dean baja dos más para escuchar todo lo que le platico.

Lo que Duncan vaya a decirle al director debe ser mi fin. Pero si me expulsan, estarían haciéndome un gran favor.

—Rompió mi libreta y la tiró a la basura. Mi paciencia sufrió mucho que terminó explotando.

—Me hubiese encantado presenciarlo —me dice—, pero es mejor que te mantengas al margen con él y si te dan una sanción, acatarla.

—No me pidas eso.

—Pueden expulsarte en peor de los casos —me dice—. Yo también odio el sistema educativo y a profesores como él, pero trata de sobrellevarlos, ya faltan unos meses para salir de esto.

Me recuesto en las escaleras, usando mi mochila de almohada, sin ánimos de nada. Sólo quiero perdurar en donde estoy hasta que el timbre de salida toque. No me importaba que la estampita de estudiantes me arrollara al darse por concluida la clase de esta hora.

Azul, museo de desastres naturalesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora