Capítulo 3

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—Equipo cinco, por favor, pasen al frente. Ya conocen la dinámica, exponen su trabajo y los demás hacen sus respectivas anotaciones. Cada apunte lo revisaré para la evaluación —indica con voz rasposa.

Me sentía rara aplastada en mi lugar. El lugar que por mucho tiempo no había ocupado. Las caras no las conozco, no conozco a ninguno. A mis costados están sentados los chicos, listos para pasar al frente con las láminas. ¿Qué tanta ciencia tiene exponer lo que ya escribimos?

Cuando sus bancas se arrastran, es mi señal para que obligue a mis piernas a moverse hacia el frente. Desde ahí puedo ver a todos desde una mejor perspectiva, incluido el profesor. El que inicia es Adrien, luego le sigue Lois y termina Dean, y cuando finalizan me miran suplicando que continúe y diga algo.

Ya qué.

Explico el siguiente tema a regañadientes, aunque no sé nada de lo que estoy hablando. El profesor no se la puede creer, se nota en su cara.

Al finalizar, algunos aplauden y otros guardan silencio. Antes de regresar a mi lugar, el profesor me intercepta.

—Azul, me ha tomado por sorpresa. ¿Cómo es que se enteró del trabajo en equipo?

¿Qué tan importante sería responderle?

—¿Ya aprobé la materia? —le presiono.

Se quita los lentes y se frota los párpados, cansado.

—Me imaginé que esa era su intención. Sí, la ha aprobado, aunque tengo que hacerle un reporte por las numerosas faltas que tiene. Alguien se encargará de darle una sanción por eso.

¿A quién le preocupa eso?

Cuando vuelvo a mi lugar, saco de mi mochila lo que alisté con tanta apuración antes de venir al instituto: mi tazón de cereal que siempre ocupo y que la pintura ya está desgastada por tanto uso, una mini caja de cereal, mi termo donde guardo la leche fría y mi cuchara. Vacío la leche en el tazón, pero con mi torpeza, al momento de hacerlo salpico sin querer en el cabello de la chica que está justo al frente, pero no se da cuenta.

Rayos.

La clase está en silencio porque las exposiciones siguen. El profesor está en su mundo, bostezando a cada rato. Si tanto le aburre escuchar, ¿para qué nos obliga a hacerlo?

Como si no hubiese pasado nada, me llevo la cuchara a la boca para probarlo y al hacerlo, mi vista choca en frente y noto cómo escurren las gotas de leche en el cabello de la chica.

Fue un accidente, y si le decía, estoy segura de que se iba a enojar conmigo. Me encojo de hombros y sin mayor preocupación continúo con mi cereal. Puse la leche en el congelador por unos minutos para que se enfriara lo suficiente y tuviera la mejor combinación con el cereal crujiente.

Paro de comer porque siento que alguien me mira a la distancia y eso me hace girar la cabeza para buscar a esa persona. Dean está apoyando uno de sus codos en la banca y me presta suma atención. Jamás he soportado que alguien se quede mirándome tanto tiempo. ¿Qué tanto me examinaba? ¿Habrá visto el pequeño accidente?

¡Ah! No me interesa.

Una chica que nunca en mi vida había visto se acerca hasta mi lugar. Pienso en las posibles intenciones pero no encuentro ninguna, puedo ser que venga a reclamarme lo que ha visto antes. Su cabello está recogido en una coleta, sin ningún cabello suelto por accidente.

—Oye, ¿puedes pasarme los apuntes de la clase de ayer? Tuve que faltar porque salí de emergencia y el profesor revisará las evidencias.

Me da explicaciones y ni siquiera me importa.

Azul, museo de desastres naturalesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora