Olvidándose de la riña que se suscitó en las afueras del hostal Ranma continuó su andar, tomó las llaves de la habitación número uno y abrió la puerta hallando un lugar acogedor de paredes blancas adornada con una estantería llena de libros entre los que destacaban varios de Edgar Allan Poe, H.P Lovecraft y demás autores de género de terror. Sobre un armario de gavetas, colocado recostado sobre la pared reposaba un televisor negro de mediano grosor, una ventana que estaba al lado opuesto de la cama que reposaba a unos centímetros de la pared blanca y el interruptor de la electricidad a un bombillo de neón de luz blanca, sobre un escritorio de madera de roble yacía un horno microondas y poco más para que una persona pueda sobrevivir.
—Shinobu — llamó Ranma desde dentro —aquí falta una cocina.
—Está en el área común — respondió la albina en recepción.
A Ranma no le quedó otra que ir a dónde le indicaba Shinobu, cuando llegó allí deslizó su mirada entre cada uno de los inquilinos y es que había de todas partes de Tokio e incluso foráneos que habían llegado a la ciudad en busca de oportunidades. El área común era un lugar con un techo de paneles de cristal que cuando llovía o nevaba se , con un comedor en el que la mayoría de huéspedes iban a desayunar, almorzar o cenar o simplemente a compartir en compañía de sus vecinos. Ranma se sentó, pues, confundido estaba por el espectáculo tan bochornoso que se suscitó entre esas dos desconocidas y Shinobu, así vio y detalló a cada uno de los inquilinos cada cual mas curioso que el anterior.
Fijamente su mirada se posó sobre un hombre de una edad mediana que estaba dictando clases virtuales mediante una herramienta digital, estaba elegantemente vestido con esmoquin marino, corbata roja y zapatos de vestir negros; el muchacho nuevo administrador de la posada coincidía que todos tenían una historia para contar. Ranma se colocó de pie y colocó su mirada, en una despampanante mujer que no superaba los veinticinco años, que tratando de hacer la limpieza de su apartamento, el número quince, le lanzó el residuo que queda tras pasar la escoba por el suelo a un pobre muchacho que llegaba cansado de trabajar.
—A un lado — habló una voz delgada delante de Ranma pero igualmente chocaron —disculpa, es que apenas he tenido tiempo.
—No te preocupes — le respondió —, me llamo Ranma.
—¿Uh? tú debes ser el nuevo administrador de la pensión — la joven sonrió alegremente quitándose un rebelde mechón de su rostro —me llamo Kyoko Nakamura — se presentó mientras recogía sus útiles escolares. Tengo otro examen de admisión, espero poder ganarlo.
Kyoko entonces se marchó sin decir más nada y sin siquiera enterarse de que la papeleta que debería utilizar al momento de presentar su examen se había caído, Ranma corrió a todo lo que daban sus piernas que apenas estaban recuperándose del trajín que significó su accidente, la hizo detener su caminata justo antes de llegar a la salida, al fondo del pasillo que comunicaba al área común. En su afán, Kyoko Nakamura había olvidado lo más importante para cualquier aspirante a ingresar a una universidad de renombre y prestigio.
—Espera — llamó el muchacho —olvidaste esto — le entregó la tarjeta a Kyoko.
—Cielos — exclamó —gracias, Ranma. Voy apurada.
Reposada sobre la pared del edificio yacía allí, quieta e inmóvil, una bicicleta que la joven Nakamura usa para viajar en la ciudad. La tomó, se subió en ella y comenzó su travesía rumbo a un futuro mejor, Ranma regresó a lo suyo junto a Shinobu que explicaba con pelos y señales los quehaceres dentro de su nuevo oficio. Le indicó en qué lugar guardaban las copias de las llaves, qué día recaudar la renta y además de las cámaras de seguridad; habiendo llegado las tres de la tarde Ranma se encontraba tranquilo vigilando el lugar hasta que, por la puerta vio entrar a Kyoko con una expresión devastada.
—¿Cómo te fue en tu prueba?
—Mal — masculló la joven —tuve que pedir un lápiz prestado, y fui la última en acabarlo... los resultados me llegan por correo electrónico mañana.
—Te va a ir bien — respondió Ranma —por cierto ¿viste a las muchachas que estaban peleando con Shinobu?
—Una de ellas se llama Shampoo o algo así, tiene un restaurante no muy lejos de allí — Kyoko se sentó en un sillón —la otra es Akane Tendo, me he topado varias veces con ella y es agradable.
—Bueno, tal vez en la noche iré a traer algo de comer — comentó el pelinegro.
—Por cierto, olvidaba algo — la chica sacó de su maleta una invitación —esto lo hizo el profesor Takahashi, él da clases de diseño gráfico en la universidad a la que quiero ir, también es abogado pero como su auto se descompuso no pudo ir hoy. Es una fiesta de disfraces en Halloween.
—Cuenta con mi presencia — le dijo Ranma.
La jornada continuó con normalidad hasta que dieron las siete de la noche, Ranma salió en medio de una suave lluvia, por consiguiente, cambiando a su forma de chica pelirroja. Observó el café del gato desde afuera, más que nada su fachada, y luego por la ventana vio a Shampoo ayudar a una anciana de baja estatura en la preparación de la comida. Una sensación de nostalgia le invadió mas eso no era algo que le hiciera sentir que la conociera, era una perfecta desconocida para un nuevo Ranma cuya memoria del pasado ha sido borrada en un infortunado accidente de tráfico.
Cruzó el umbral de la puerta haciendo detener a las dos mujeres sus actividades, Cologne la observó entrar al restaurante como si fuera un lugar ajeno a su conocimiento, la pelirroja se sentó en una mesa esperando a que le atendiera, Shampoo notó a Ranma estar allí sin decir mucho totalmente opuesto al que conoció que era bastante alborotado en cualquier lugar que estuviera.
—¿Me pueden traer la carta? — solicitó Ranma.
—C-claro — titubeó Shampoo —¿Eres Ranma? Te veo distinto.
—¿Cómo te llamas? ¿por qué conoces mi nombre? — la pelirroja se colocó a la defensiva.
—Oh... bueno verás la dueña del hostal me dijo tu nombre — la muchacha china se sentó —lamento si te hice sentir mal.
—No pasa nada... es que todo es confuso — murmuró —todos me conocen aquí y yo no conozco a nadie. Esa tal Akane Tendo o... Tú, entiende mi comportamiento ¿puedes?
—Tranquilo — Shampoo le sonrió.
Ranma la miró de forma calmada sintiendo en su interior una extraña calidez en esos ojos carmín tan peculiares que tenía la amazona, sólo decir que era amor a primera vista era una farsa, si pudiera decirlo. Ambos sin duda que tuvieron una conexión inmediata, una que sólo dos personas las cuales se conocen desde muy jóvenes pueden experimentar. La carta de los platillos le llegó al joven y observó varios que le llamaban la atención entre los que destacaban tallarines, ramen y demás platillos japoneses y chinos.
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Recuerdos de Nada
Fiksi PenggemarTras sufrir un grave accidente de tráfico, Ranma despierta en un hospital sin saber más que su nombre, no recordaba a nadie ni nada antes del accidente. Durante ese tiempo los que lo conocían no se enteraron de su estado de salud sino hasta un año y...