Ruptura

991 180 37
                                    

La lluvia era persistente, unas corrientes pluviales drenaban por los bordes de las cumbres como si fuesen cataratas prolongadas al abismo. Tras varios minutos descendiendo por un sendero indiscutiblemente arriesgado Izuku, Katsuki y Eri llegaron cerca de donde las olas bifurcaban golpeando con el alto muro de rocas.

Los dedos del peliverde temblaban en ansiedad mirando dificultoso entre la espuma de mar que levantaba impactando cerca de su área.

—¡Hagakure-san! —La voz le tembló, sus ojos ladeaban de un lado a otro checando un mínimo indicio de respuesta. —Ella cayó aquí, ¿no?

Reclamaba preocupado observando el perímetro mientras esperó una afirmación.

—Debería estar aquí, claro si es que no fue más astuta en irse rápido a las profundidades —reiteró Katsuki siguiendo con su mirada las olas romper tranquilo a diferencia del peliverde.

—No, no... ella no podría... primero debe... —balbuceó Izuku apretando los dientes con frustración.

—Cálmate, ¿quieres? Hice la mejor opción del momento —gruñó.

El reclamo de Katsuki fue principalmente por la pesada carga de emociones abrumadoras que el otro llevaba trasmitiendo, haciendo que recayera en un segmento tedioso para su estado físico.

—Perdón, es que está muy alto y...

—Eso de ahí... —de manera tímida, Eri llamó señalando con su índice a un lugar entre la marea. Izuku y Katsuki hicieron caso en seguimiento notando una cola agitar por lo que el agua había salpicado inusualmente.

—¡¿Hagakure-san?!

—¡Sí! Aquí estoy —voceó elevando su brazo y agitandolo, posteriormente nadó para aproximarse al borde.

—No era la manera en que pretendiamos que volvieras al mar, pero... ¿te lastimaste? —mencionó preocupado al notar a la nereida recargar sus manos al borde de las rocas y viendo sangre correr por su piel. —¿Te golpeaste en la caída? Por todo lo sagrado, deberiamos...

—No, afortunadamente caí en el mar pero al momento en que quebró la cisterna uno de los vidrios me rozó —mencionó mostrando su antebrazo derecho una cortadura de unos 5 centímetros que apenas y estaba dejando de sangrar.

Bakugo no tenia palabras para eso, un pequeño error en sus cálculos con ese incidente y sabía que restregar que era el causante no iba a enmendar ese fallo, debía reconocerlo, sin embargo antes de mencionar alguna palabra la sirena prosiguió con su charla.

—De alguna manera debía tomar alguna repercusión, ¿no? Gracias por ayudarme a salir de ahí, me fatigaba bastante no poder moverme en esa pequeña prisión.

Unas palabras tan sinceras con esa dulce voz que caracterizaba a una raza tan noble como ellos, fue un peso menos en Katsuki que como respuesta solo exhaló pesado desde su nariz.

—Entonces, ¿qué harás ahora? —el rubio recordaba muy bien la situación que sufrían nereidas como ellos en el mar, podría ser libre pero eso no exoneraba que eran herejes de su sitio.

—¿Recuerdas lo que te dije de Yaoyorozu? Ella podría-... —Interrumpió Izuku precipitado por querer una solución no caótica.

—¡Estaría encantada de verla! Aunque...

—Recuerdo más o menos donde es, yo- —nuevamente fue interrumpido.

—Ah, no, nada de eso —reclamó Katsuki sosteniendo el cuello de la camisa de Izuku para retraerlo de la orilla y alejara del mar. —No saldrás por tu cuenta en este momento a navegarte con la tormenta, dejando a la enana en mi custodia.

El tirano de los mares [BkDk +18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora