Contracorriente

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Había pasado una semana desde el incidente en tormenta cerca del cabo muerto, un momento en el que hubo un cambio impertinente en la naturaleza del océano, a pesar de que fue poco percibido por las personas, aquellos que tenían un persistente tránsito en alta mar sí lo notaron.

Katsuki regresó a la isla que eran los territorios de una oceanide, la mujer que era considerada una hechicera para ojos de cualquiera, a excepción de los que en realidad podían ver un reflejo místico en sus ojos. Un reencuentro bastante disfuncional, pero oportuno.

—¿Cómo fue que te burlaste de la muerte? —Cuestionó Burnin' con un gesto de estar pobremente convencida de lo que veía. —Incluso tu maldita llama está avivada.

—Sabes perfectamente lo que pasó con solo verme —reprochó Katsuki con desagrado de dar detalles.

—Pues para ser tú, un caza recompensas con una reputación tan orgullosa es difícil de asumir.

Burnin' cruzó sus brazos recargando la espalda a un muro de su cabaña arcana.

—No lo hice por gusto —ladeó sus labios en una mueca inconforme de su incapacidad al borde de la muerte sin poder rechistar—, pero no voy a negar que ese sujeto fue mi salvación.

La oceanide levantó una ceja y enarcó una sonrisa suspicaz.

—Creí haberte dicho que lo mejor era que te alejaras de mar y de los seres que viven ahí, comienzo a entender que el océano está errático y caprichoso por tu culpa —bufó con sarcasmo, ya que ella no correspondía por su naturaleza oceanide de ríos y lagos con el mar como tal, pero aun así lo resentía.

—Lamento informarte que eso es imposible, no puedo separarme eternamente de quien amo —masculló con una sonrisa ladina.

«A pesar de que tengo una semana sin verlo.»

Desde que Izuku retiró con los otros dos nereidas a las profundidades a aclarar lo que pasó no lo volvió a ver, sin embargo, Katsuki aseguraba mediante el vínculo que todo estaba bien con él, no sintió ningún auge de terror o pánico más allá de tristeza ocasional en el otro.

Aprovechó ese lapso de días para corroborar la llama que tuvo sentenciada a extinguir, los fuertes tormentos en pesadillas terminaron desde que se manifestó en la realidad. Era un alivio conocer que ese decreto de muerte había desaparecido.

La villa de Störtebeker no era la misma desde la última invasión con piratería que sufrió, muchos hogares sobre todo en el sector bajo fueron erradicadas y difícilmente alguien se tomaría la molestia de restablecerlos a la sociedad.

Ochako quien estuvo mucho tiempo burlando de su cargo original tomó la decisión de presentarse, ahí estaba frente a la gran rejilla que daba al jardín de la mansión aristócrata que originalmente vivía la familia Uraraka. Portaba algunos rasguños en el rostro tras el combate que tuvo en barco, pero fue por ello que entró en razón de presentarse con su familia por fin. El estar a punto de morir podía reflejar la clase de arrepentimientos que tendrías y tuvo la oportunidad de empezar a disuadirlos.

—Oye, pero no me voy a casar contigo —farfulló mirando por el rabillo del ojo a una de las personas que le acompañaban.

—Precisamente por eso vengo, para apoyarte en esa moción —respondió Todoroki con algunas vendas en su cuello y frente de algunas quemaduras que sufrió también en esa batalla.

—Y yo vengo a reclamar recompensa por tu regreso —alardeó Jirou con una risa entre dientes mostrando el afiche de búsqueda de la aristócrata supuestamente secuestrada.

—No olvides que debes darme la mitad de eso —susurró la castaña con un gesto monetario con sus dedos de manera discreta al ver que la ama de llaves se acercaba a la entrada.

El tirano de los mares [BkDk +18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora