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Brandon

La furia me consumía de una manera que ni siquiera yo podía entender, el simple hecho de pensar en la escena que había visto me hacía hervir la sangre, había intentado calmarme con el entrenamiento pero cada segundo ese beso se repetía en mi cabeza avivando el fuego furioso dentro de mi.

Helia se había ido a la media hora que empecé a entrenar alegando que no le pagaban lo suficiente para aguantar mis berrinches, pero no era un berrinche, eran celos, celos que no podía controlar porque Stella no me había dicho sus sentimientos por mi, ¿Como saber si me quería más que a él? ¿Cómo iba a saber si solo era algo pasajero para ella? ¿O una distracción?

En cambio, él se vanagloriaba por ahí, sabiendo exactamente que era lo que la rubia esperaba de él.

Ni siquiera quería volver a poner un pie en alfea porque sabía que mi voluntad era corta y que a la más mínima palabra que me dijera caería rendido a sus pies.

Pero no era algo que quisiera o no, era mi responsabilidad asistir, así que cuando llegamos casi agradecí al cielo que la nave se hubiera averiado y tuviera que quedarme a repararla junto con Timmy, él se quedó dentro de la nave revisando los controles mientras que yo salí a revisar la parte de abajo, tenía la cara llena de grasa y probablemente de tierra por estar en el suelo haciéndole ajustes.

—Hey Brandon— solo de escuchar la voz tengo ganas de golpearme la cara —¿Haz visto a mi Stella?

Me levantó un poco del piso observando a Marcus mirarme con un toque de superioridad.

—No sabía que había sido fichada y registrada con un propietario específico como una vaca— reclamó con voz calma, aunque mis impulsos querían saltarle a golpes.

—Uh, es un hábito, lo siento, es que como hemos estado toda la vida juntos, ya sabes cómo una pareja...— su sonrisa se ensancha un poco —Aunque claro, no es como si ahora ella haya dejado de ser mía.

Mis impulsos de golpearlo incrementaban como una sorprendente rapidez que tuve que frenar mis pensamientos, quería gritarle en su estúpida cara para que le quedará claro que si un hombre fuera a poner algo en Stella y reclamarla cómo suya, ese sería yo, pero resistí, respire profundo y recordé que era una mujer libre, libre de hacer lo que quisiera y de estar con quién quisiera, así que me trago mis palabras y pienso claramente en lo que debo decir sin soltarle un puñetazo entre las cejas.

—¿Es todo?— respondo luego de un rato jugando con la herramienta en mi mano.

Suelta una risa burlona que aumenta mis ganas de golpearlo —¿La has visto?

—Si, muchas veces— respondo volviendo a mi trabajo de ajustar la llanta.

—¿Y una de esas muchas veces fue hoy?

—Bueno— digo en voz cantarina tomando mis herramientas, sabiendo que el juego volvía a estar a mi favor —Quizas no, quizás si, todo depende.

—¿Depende de qué?— pregunta un poco harto y tengo ganas de reírme.

—De quién pregunte.

—Perfecto— dice sonriente, casi como si lo hubieran iluminado —Yo estoy preguntando.

—Ah, entonces no la vi.

Él estaba por volver a hablar cuando su voz llegó a nuestros oídos casi al mismo tiempo, iba al lado de Flora y Helia, tenía una expresión cansada como si no hubiera podido dormir, sentí como mi pulso se aceleraba, a mis pulmones les costaba meter aire, incluso un hormigueo me embriagó, su cabello corto ondeaba con el aire chocando sus mejillas, me pareció tan atractiva que quería ir hacia ella solo para tomarla de las mejillas y besarla, quería besarla, era lo que más ansiaba, tocarla, sentir sus manos deslizarse sobre mi, sentir como sus palabras se perdían mientras mis labios chocaban con los suyos, la necesitaba, pero mi orgullo podía más, me había herido, había jugado con mis sentimientos y aunque jamás iba admitirlo en voz alta, me había dolido los mil infiernos verla con otro, era claro que deseaba reclamar sus labios frente a todos, la deseaba pero no iba a hacer nada al respecto si ella no se disculpaba, así que retiré la mirada molesto antes de encontrarme con la suya.

Esta vez Stella Solein iba a ser la que tuviera que dejar su orgullo de lado para volver a mi, de eso no tenía ni una duda.

Entre amor y profecíasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora