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La luz en Solaria era diferente, había aprendido mucho en estos días aquí, Solaria de regia por tres soles, el primero, que mantenía la energía en el reino; el segundo que dotaba de vida y alimentaba de magia a la hada guardiana y al rey; el tercero que mantenía con luz a los demás reinos.

Mi padre me había dedicado mucho de su tiempo los últimos días, pasábamos la mañana los dos solos, luego por la tarde mi madre siempre se acercaba a nosotros con algún bocadillo y pasábamos el resto de la tarde en los jardines del palacio, me había resultado acogedor. El problema eran las noches, lo habían intentado, pero siempre terminaba teniendo esas horribles pesadillas en las que terminaba con un cuchillo en el cuello, mamá era la que venía más en las noches, me calmaba hasta que la pesadilla hubiera pasado y luego cepillaba mi cabello con calma mientras volvía a conciliar el sueño, lo cual era muy difícil y había optado por mentir un poco respecto a si dormía después, por lo general fingía estar dormida para luego cuando volvía a estar sola poder mirar el amanecer desde mi ventana, se había vuelto una costumbre.

Caminé con pereza al comedor principal, una amplia mesa llena de cosas deliciosas se abrió camino en mi visita solo para recordarme lo mucho que quería comer algo, mi padre observaba un periódico mientras bebía su taza de café, preparándose para dar un recorrido al reino junto con algunos guardias reales, mi madre en cambio estaba con un semblante algo preocupado y comía muy lentamente, había pasado tanto tiempo con ella que ese simple gesto me hacía entender que algo no andaba bien.

El desayuno transcurrió con un nuevo e intrigante silencio, solo se escuchaba el ruido que hacían en la cocina era el único que se escuchaba, me pregunté que era lo que estaba mal, pero incluso cuando mi padre se levantó para irse dejando un beso en mi cabeza, no me atreví a decir algo.

—Stella— la voz de mi madre me saco de mi ensoñación —Me gustaría que habláramos en el salón del sol.

—Claro— apenas me escucho también se puso de pie, me pregunté si eso era una señal para que la siguiera.

Pero igual la seguí, porque hay cosas que uno no puede evitar y algo que siempre había tenido era curiosidad.

—Todos estos años he estado analizando la profecía— el comienzo de la conversación me toma desprevenida —Y me temo que tengo muy malas noticias.

—Mamá, creo que lo peor de la profecía ya a pasado, además tengo una propia profecía, Musa escucho a faragonda que podría ser una luz en el camino...

—Que tengas otra profecía "esperanzadora" solo confirma mi miedo.

—¿Qué significa eso?

—Todo comenzó aquí— su mirada se pierde entre los cuadros de la habitación —Un hechicero nos detuvo camino a Domino, creemos que era hijo de Kilag, nos amenazó y te maldijo estando en mi vientre, los guardias lo llevaron a los calabozos, se llamaba Galio, luego cuando iba a ser su juicio tres brujas aparecieron, diciendo que la princesa moriría al nacer, que Galio la había embrujado, entonces fue ejecutado— aparto la mirada de ella sintiendome responsable de otra muerte más —Despues de eso tu padre se dedicó a buscar una solución, un contrahechizo, una hechicera, un brujo, pero la maldición era demasiado fuerte.

—No entiendo, ¿Que tiene que ver con la profecía?

—Las tres mismas brujas fueron las que le ofrecieron la cura, claro que tu padre no fue capaz de ver la trampa o simplemente no le importó— suelta un suspiro largo antes de continuar —Pero le dijeron que la solución ya hacía en la flor dorada, un regalo del sol que se da cada 1000 años, Kilag también quería ese regalo, pues tendría el poder que tanto había esperado, decía que era suyo y cuando tu padre lo corto, la verdadera pesadilla comenzó, la llama del dragón estaba a su alcance en los calabozos y absorbió un poco de su poder, lo que lo hizo fuerte, logrado escapar— su mano adquiere un ligero temblor —Oritel lo enfrentó y la profecía se reveló.

Entre amor y profecíasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora