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Luego de una larga noche de insomnio, los ojos de Rodrigo seguían cerrados forzosamente, creyendo que podría conciliar el sueño aún cuando sabía que solo perdería el tiempo.

Una leve brisa helada recorrió su cuerpo y tanteó la cama en busca de su sábana, pero lo único que tocó fue la razón por la que estuvo despierto casi toda la noche.

Ivol.

Rodrigo sabía que él no era suyo, se había escapado del centro de adopción y su deber era devolverlo si no quería meterse en problemas, pero no quería hacerlo, no quería dejarlo ir.

Aunque él se negaba a la realidad su subconsciente le hizo saber por la noche que no podía quedárselo. Era un estudiante que cursaba la universidad, tenía un trabajo de medio tiempo y no tenía tiempo para tener una mascota, además de que su madre no se lo permitía. Debía devolverlo al centro de adopción, porque por más injusto que fuera, era lo correcto.

Con esa idea en mente, se levantó de la cama y se dirigió al escritorio de su habitación, suspirando antes de tomar con duda la pequeña tarjeta que tenía anotado un número telefónico junto al nombre de Bee, el cual marcó en su celular antes de llamar.

No pasaron ni cinco segundos cuando una voz alegre y chillona contestó la llamada.

-¿Hola? ¿Quién habla?

─ Rodrigo... el que te ayudó ayer con el gato ─contestó en voz baja, rascándose la nuca.

─¡Oh, claro! ¿Se te ofrece algo?

¿Realmente iba a decirle que Ivol estaba en su casa y que lo devolvería al centro de adopción? Rodrigo sabía qué palabras decir con exactitud, pero el problema era que no querían salir de sus labios.

─Bueno, es sobre, quería hablarte del gato ─se mordió el labio inferior con nerviosismo─. Él está...

─Él está bien, no te preocupes ─lo interrumpió. Rodrigo frunció el ceño.

─¿Está junto a ti?

─¿Qué? No. El centro no abre los sábados, así que ayer lo dejé con comida y agua.

─Ah, claro. Sobre eso, yo...

─¿Lo vas a adoptar? ¿Por eso me llamaste? ─la voz de Bee sonó aún más emocionada de lo normal─ ¡Genial! Ven cuando puedas para firmar los papeles. ¡Chao!

Y antes de que Rodrigo pudiera decirle que Ivol estaba en su casa y que en vez de adoptarlo iba a devolverlo, Bee colgó la llamada.

Frustrado, tiró el celular al escritorio y recargó sus manos en el borde de este. Era tan simple lo que debía decir, y aún así, no fue capaz de hacerlo.

Llevó las manos a su cabello, peinándolo superficialmente y se dió la vuelta para regresar a la cama.

Pero en vez de encontrarse con aquel gato negro echo ovillo durmiendo, se topó con un chico de cabello negro y piel pálida sentado de piernas cruzadas mientras jugaba con las sábanas... completamente desnudo.

Las mejillas de Rodrigo se encendieron y su sorpresa sólo le dió para abrir y cerrar la boca, buscando palabras que le pudieran dar sentido a lo que estaban viendo sus ojos. Por inercia, retrocedió un par de pasos sin caer en cuenta del escritorio que tenía detrás, por lo que tropezó con él, cayendo en seco al suelo.

─¡¿Qué demonios...?! ─exclamó con los ojos abiertos a más no poder─ ¿Quién eres tú y qué haces aquí?

El chico no hizo ademán de responder. Simplemente jugaba con las sábanas con el rostro sereno.

─¡Contesta!

Entonces levantó la mirada lentamente, sin prisa, y Rodrigo se sintió confundido al ver sus extraños ojos marrones.

𝗬𝗢𝗨 𝗖𝗔𝗡 𝗦𝗧𝗔𝗬 (𝗿𝗼𝗱𝗿𝗶𝘃𝗮𝗻)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora