Rodrigo caminaba a casa después de un largo día de escuela y trabajo, siendo su único deseo llegar y poder pasar tiempo con Iván viendo una película o simplemente jugando.
Estaba casi llegando al edificio cuando escuchó un lloriqueo no tan lejos. Se detuvo y miró a su alrededor, notando que el ruido provenía del callejón sin salida que estaba al lado.
Sin pensarlo dos veces, entró, encontrando a un cachorrito pequeño dentro del bote de basura, mismo que agitó la colita y empezó a sollozar más alto al verlo.
─Awww, mira que lindo eres ─cargó al cachorrito, quien lamió su cara, haciéndolo reír─. Pobre, debes tener hambre.
Al observarlo más detalladamente, notó que era un perro de raza, un chihuahua para ser más específicos, lo que le pareció extraño porque la gente no solía abandonar perros de raza.
Pero a ese pobre chiquitín le había pasado.
Rodrigo se quedó pensando, hasta que tomó la decisión de llevarlo a casa. Tenía el presentimiento de que a Iván no le gustaría la idea de vivir con un perro, pero tendría que aceptarlo.
─Iván, llegué ─avisó y fue cuestión de segundos para verlo correr hacia él para abrazarlo, quedándose paralizado al ver al perro en sus brazos.
─¡¿Por qué tienes a ese animal encima?! ─chilló retrocediendo al menos un metro.
─Cálmate, es solo un perro ─lo regañó─. Estaba abandonado en un callejón así que lo traje.
─¡Pues que vuelva!
─¡Iván! ─gritó aún más fuerte, haciéndolo callar─ Él vivirá con nosotros, te guste o no.
─¿Por qué?
─Porque yo lo digo ─dijo con firmeza─. Este es mi departamento, mis reglas y puedo decidir si quiero que un perro viva con nosotros ahora. Tú no.
Los ojos de Iván se llenaron de lágrimas ante las duras palabras que dijo su Rodrigo.
─Iré a darle un baño ─sentenció antes de irse.
Rodrigo atendió al cachorro con amor y cariño, quitando la suciedad de su pelaje con agua y jabón y secándole el cabello con la secadora. Se sorprendió ante lo hermoso y limpio que había quedado el cachorrito, muy diferente a como lo había encontrado en el bote de basura.
Mientras terminaba de secarlo, pensaba en un nombre para él. Samoo sin duda le asentaba bastante bien. Sí, así lo llamaría.
Dejó a Samoo junto a Iván en el sillón y le pidió a este último que lo cuidara mientras iba a darse una ducha rápida. El híbrido aceptó a la mala gana porque no le quedaba otra opción.
Al cabo de unos minutos, lo perdió de vista unos segundos en lo que iba a buscar una cajita de leche y al volver a la sala, encontró a un chico en vez de al perro.
─¡Rodrigooooo! ─exclamó con fuerza, logrando que Rodrigo se vistiera con prisa y fuera a ver qué estaba pasando.
─¿Qué sucede? ─preguntó, pero todas las dudas desaparecieron al ver al chico sentado en el sillón─ Oh...
Tenía el cabello negro con mechones rubios y algunos blancos, de donde sobresalían dos orejas bien erguidas y peludas de color blanco y negro.
─Hola... ─saludó tímidamente.
─Espera ahí, te traeré ropa.
Rodrigo corrió a su habitación para buscar algo que ponerle al híbrido y regresó a la sala, comenzando a vestirlo con delicadeza, y aún cuando el chico le dijo que sabía como vestirse, Rodrigo insistió en ayudarlo.
"Ah, pero cuando yo le mostré mi parte humana, casi me echa a patadas de la casa" pensó Iván, de pie a una distancia prudente del híbrido de perro.
─Gracias ─dijo cuando estuvo vestido─. Me llamo Leo.
─Leo, es un gusto conocerte.
─El gusto es todo mío. Aún estaría en ese callejón de no ser por ti ─sonó plenamente agradecido.
─No es nada. Me gusta ayudar a quienes lo necesitan.
─Mi gusti ayidir a quiinis li nicisitin ─repitió Iván en un susurro apenas audible, seguido de un bufido.
─¿No te han dicho que es de mala educación remedar? ─le dijo Leo, sorprendiéndolo─ ¿Cómo te llamas?
─No te interesa ─maulló despectivamente, mostrándole los colmillos al perro, quien no se quedó atrás y le gruñó como canino a punto de atacar.
─Ya, ustedes dos, cálmense ─los silenció Rodrigo, mirando con especial recelo a Iván─. Él es Iván, tendrás que perdonarlo, no le agradan los perros.
─Oh, no es problema. No creo estar mucho tiempo aquí, mi dueño debe estar buscándome ─sonrió.
─¿Tu dueño? ─preguntó Rodrigo.
─Verás, yo me extravié de casa hace un par de semanas, desde entonces he vivido en ese callejón esperando a que mi dueño me encuentre.
─Eso es triste. ¿Podemos ayudarte de alguna forma?
─Por el momento, estaría muy agradecido si pudiera quedarme aquí hasta que Germán me encuentre.
─No hay ningún problema con eso ─afirmó Rodrigo.
Después de largas platicas entre Leo y Rodrigo, ambos se llevan de maravilla y entran en confianza con bastante facilidad.
Leo trató de ser sociable con Iván y demostrarle que era bueno, que no había razón para que se mostrara a la defensiva con él, pero el gato lo rechazó como repelente.
Eso, como era de esperarse, hizo colmar la paciencia de Rodrigo. No podía creer que a Iván le resultara tan difícil ser un poco amable con un híbrido que acababa de salir de una situación difícil. Era sentido común.
─¿Cuántas habitaciones hay aquí? ─preguntó Leo.
─Solo una, Iván duerme en el sillón ─contestó Rodrigo.
─Oh, entonces no habrá problema si duermo contigo en la habitación.
Las orejas de Iván se fueron hacia adelante y se pusieron rígidas, estaba en posición de alerta.
─¿Por qué mejor no duermes afuera, perro de...
─Iván, a mi habitación, ahora mismo ─lo interrumpió antes de que terminara de hablar.
La furia con la que habló Rodrigo bastó para penetrar las defensas de Iván y dejarlo sumiso. Aún así le hizo caso y fue a su habitación, donde Rodrigo cerró la puerta tras de sí para que Leo no escuchara.
─¿Por qué eres tan arisco con él? ─preguntó, mas Iván no respondió─ ¿Es porque es un híbrido de perro?
─No es solo por eso, no me agrada. Por favor, no me regañes ─suplicó manteniendo la mirada baja, gesto que hizo suspirar a Rodrigo.
─Entiendo que todo esto debe ser un cambio un brusco para ti, pero intenta darle una oportunidad a Leo. Ha vivido en las calles y tú más que nadie debería saber lo que se siente no tener un hogar. Él tiene uno, pero está perdido y hay que apoyarlo hasta que regrese.
Iván no quería hacerlo, nada de eso le parecía una buena idea para empezar, pero lo intentaría solo porque Rodrigo se lo estaba pidiendo.
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𝗬𝗢𝗨 𝗖𝗔𝗡 𝗦𝗧𝗔𝗬 (𝗿𝗼𝗱𝗿𝗶𝘃𝗮𝗻)
RomanceRodrigo creyó haber adoptado a un gato común y corriente, pero se equivocó y ahora tendrá que aprender a lidiar con un chico de orejas peludas y una inocencia igual a la de un niño de cinco años. ⠀⠀★ ⸧⠀𝗮𝗱𝗮𝗽𝘁𝗮𝗰𝗶𝗼́𝗻〈 @pecalix 〉 ⠀⠀☆ ⸧⠀𝗿𝗼𝗺�...