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A primera hora de la mañana siguiente, Rodrigo despertó temprano a Iván porque debían empacar, pero primero tenía que darle la noticia de que se mudarían.

Al hacerlo, Iván entreabrió la boca, sorprendido, con los ojos fijos en los de Rodrigo buscando una explicación.

─¿Irnos de aquí? ¿Por qué...?

Rodrigo lo conocía lo suficiente como para saber que la idea no le iba a agradar.

─Mi mamá me pidió que nos fuéramos de la casa, así que eso haremos ─dijo firme, pasando al lado del híbrido y buscando una maleta donde empacar.

─Espera, ¿fue por lo que hice anoche? ─tomó una pausa─ ¿Es por mi culpa?

Al ver que Rodrigo se quedó inmóvil sin decir nada, Iván supo que era cierto. Si tan solo le hubiera hecho caso y no se hubiera ido de la habitación, nada de eso estaría pasando.

Agachó la cabeza, se sentía realmente culpable y se hundió tanto en sus pensamientos que no notó cuando Rodrigo puso las manos en sus hombros y le habló suavemente.

─Sí, nos iremos por lo que hiciste anoche, pero de todas formas ya estaba pensando en mudarme desde hace tiempo.

─¿Estás seguro?

─Lo estoy ─trató de sonreírle, pero apenas fue notable─. Ahora empaquemos, ¿sí? Iremos a un lugar que estoy seguro de que te gustará.

Dicho y hecho, empezaron a empacar las cosas en una maleta. Cuando estaban por terminar, Iván fue a la cocina y guardó todos los duraznos que habían en una pequeña mochila que encontró en el armario de Rodrigo, así como también las cajitas de leches que estaban en el refrigerador, porque sí, finalmente supo cómo abrirlo.

Antes de irse, la madre de Rodrigo se les acercó para hablar. Su atención se vio dirigida hacia el azabache con una gorra en la cabeza.

─Así que tú eres Iván ─dedujo, mirándolo de arriba a abajo─, el culpable de que mi hijo se vaya de casa.

─Quería irme hace rato, mamá ─aclaró.

─¿Podrías considerar una última vez deshacerte de él y quedarte conmigo? ─le dijo casi suplicante, pero Rodrigo negó con la cabeza.

─Adiós ─se despidió secamente─. Nos vemos cuando entiendas que Iván es mío ahora.

Rodrigo tomó a Iván de la mano y rodearon a la mujer para salir de la casa. Pidió un taxi que los dejó al frente de un edificio alto pero modesto.

─¿Todo esto es nuestro? Woah ─dijo Iván maravillado viendo todo el edificio.

Rodrigo rió por la inocencia del chico.

─Viviremos aquí, pero en una pequeña sección ─ Iván frunció el ceño, confundido─. Ya verás.

Entraron por la recepción, saludaron al recepcionista y pidieron un ascensor. Cuando este llegó, Rodrigo entró y Iván lo imitó dudoso. Pulsó el número cinco y subieron.

Iván mordisqueaba sus labios, nervioso por el nuevo lugar en el que estaba, pero ver al humano seguro y confiado lo hacía sentir un poco mejor.

Caminaron por un largo pasillo hasta que Rodrigo se detuvo frente a una puerta. Introdujo un código e inmediatamente se abrió. Entró con la maleta seguido de Iván.

Era un departamento en donde la luz apenas llegaba a su interior repleto de polvo, el cual delató que ninguna persona había estado ahí en un largo tiempo. Sin embargo, tenía varias cosas esenciales adentro, como un sillón, una televisión, un refrigerador y más.

Iván estornudó al sentir su nariz picar.

─Limpiaré todo este polvo ─le dijo Rodrigo, abriendo la ventana y sacando un paño─. Cúbrete la nariz, ¿sí?

El azabache obedeció y Rodrigo sacudió todo el lugar, logrando que la mayor parte del polvo saliera del departamento. El resto se encargó de quitarlo limpiando con detalle cada rincón bajo la atenta mirada curiosa de Iván, quien estaba sentado en el sillón.

─Voy a desempacar ─avisó Rodrigo, llevándose la maleta a la única habitación.

Iván abrió su pequeña mochila y dejó sus duraznos y cajitas de leche en el refrigerador. Fue a ver qué hacía Rodrigo, quien desempacaba en silencio y ordenaba su ropa antes de ponerla en el armario.

─Dios mío, qué agotador ─se quejó Iván dramáticamente mientras se echaba en la cama boca arriba. Miró un cuadro en la pared que llamó su atención─ ¿Ese eres tú?

Rodrigo lo ignoró y siguió ordenando la ropa, causando que se instaurara una punzada en el pecho del híbrido.

─¿Acaso... acaso estás enojado?

Susurró para sí mismo, pues Rodrigo seguía sin contestarle.

Suspiró y se levantó de la cama en silencio para ir a la sala, donde se sentó en el sillón y agachó las orejas mientras se hundía en sus pensamientos.

No podía evitar echarse la culpa de todo lo que estaba pasando. Todo lo que había hecho desde que llegó a la vida de Rodrigo era causarle problemas. Era un muy, muy mal gato y lo sabía.

Rato después, Rodrigo terminó de ordenar la ropa y se quitó los audífonos, buscando con la mirada a Iván. Al ver que no estaba en la habitación, se alzó de hombros y comenzó a desempacar el resto de las cosas.

𝗬𝗢𝗨 𝗖𝗔𝗡 𝗦𝗧𝗔𝗬 (𝗿𝗼𝗱𝗿𝗶𝘃𝗮𝗻)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora