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Rodrigo nunca se dio por vencido y los próximos días, continuó buscando a Iván sin descanso.

Los otros chicos lo ayudaron en un par de ocasiones, pero dejaron de hacerlo al caer en cuenta de que era un caso perdido. Iván no estaba en las calles y de nada servía seguir buscándolo día y noche en los mismos callejones porque sólo perderían el tiempo.

Claro que Rodrigo no pensaba lo mismo. Pasó varios días faltando a la universidad y al trabajo para saltarse las comidas y recorrer las calles de la ciudad, con la esperanza de que Iván estuviera en una de ellas.

El peso de la culpa lo estaba matando. Él cometió un error muy grave al gritarle que no le importaba, y ahora estaba pagando las justas consecuencias.

Lo estaba carcomiendo por dentro no poder pedirle perdón a su gatito por haberle hecho tanto daño.

Su apariencia era un completo desastre. Su cabello no tenía una dirección definida y las ojeras bajo sus ojos mas la ropa que llevaba puesta, hacían que cualquiera lo confundiera con un vagabundo.

Incluso una señora se detuvo a darle un billete de mil dólares, pidiéndole que los gastara en algo útil, como comida o algo de ropa. Rodrigo los aceptó sin tomarse la molestia de explicarle que no era un vagabundo, estaba demasiado deprimido como para hacerlo.

. . .

Iván le tenía miedo a Doblas.

Habían sido numerosas las veces que el hombre intentó tocarlo sin su consentimiento o levantarle el suéter cuando estaba distraído, a lo que él lo rasguñaba para que apartara la mano.

Y aunque eso funcionaba, no quitaba el hecho de que Iván tenía que estar en alerta todo el tiempo para evitar que Rubén le hiciera algo que no quisiera. Cerrar las puertas con seguro no servía de nada porque él las abría, y sentarse lejos de él no era una opción debido a que Doblas lo seguía.

Iván estaba asustado por lo que él sería capaz de hacerle. Sólo quería volver a casa donde se sentía seguro, con Rodrigo, pero ni siquiera podía ir al patio de la casa sin que Doblas lo siguiera para que no escapara.

Ese día estaba acostado en la cama de su habitación, mirando el techo fijamente porque no tenía nada con qué distraerse, ni siquiera una televisión.

Levantó las orejas al escuchar la puerta abrirse. Doblas entró y se apoyó del marco de la puerta.

─El almuerzo está servido ─avisó, pero su mirada se desvió a la provocativa posición en la que Iván estaba acostado.

Sus piernas estaban recogidas y abiertas, como si lo estuviera invitando a posicionarse entre ellas. Su carita inocente y al mismo tiempo temerosa fue lo que encendió algo dentro de él, subiéndose en la cama mientras se desabrochaba el cinturón.

─¿Q-Qué haces? ─agachó las orejas y se arrastró hasta pegar la espalda del respaldar de la cama.

─Me provocas a propósito, ¿no es verdad? ─dijo con una sonrisa que reflejaba placer, quitándose los pantalones─ Me he estado aguantando las ganas de follar ese lindo culito que tienes, pero ya veo que tú también quieres hacerlo.

Doblas sujetó ambos brazos de Iván para evitar que escapara. Este intentó forcejear, pero sólo logró lastimarse debido a que el hombre lo sujetó con más fuerza.

─¡Suéltame! ─dijo en medio de lágrimas saladas.

─Vamos, no te hagas el difícil ─se ubicó encima de él.

Antes de que pudiera restregarse de él, Iván mordió la oreja de Doblas con sus colmillos, arrancándole un grito de dolor que lo hizo alejarse.

El híbrido se levantó de la cama rápidamente y se fue de la habitación, cerrando la puerta. Bajó las escaleras con prisa y llegó a la puerta de la casa, misma que abrió de golpe antes de huir tan rápido como pudo.

𝗬𝗢𝗨 𝗖𝗔𝗡 𝗦𝗧𝗔𝗬 (𝗿𝗼𝗱𝗿𝗶𝘃𝗮𝗻)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora