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Cuando Rodrigo escuchó la historia completa, su pecho se oprimió y un sabor amargo se instauró en su boca.

Le costaba trabajo entender que ese chico de mirada pura e inocencia llameante hubiera pasado por tanto dolor cuando apenas era un niño, pero a su vez sentía impotencia por no haberlo sabido antes. Y él que creía saberlo todo. Eso lo llevaba a pensar, ¿cuántos secretos más guardaba Iván?

─Así fue como llegué al centro de adopción ─dijo con dificultad debido al nudo que tenía en la garganta─, pero ni siquiera estando ahí me adoptaron por ser negro.

Rodrigo trató de atraerlo a él para abrazarlo, pero Iván se alejó.

─Siento mucho que tuvieras que pasar por eso.

─Nunca volví a ver a mis hermanos ─pestañeó varias veces para que las lágrimas no cayeran─. Todo porque mamá murió, Rodri. La nieve la mató ─comenzó a llorar sin control─. La nieve…

En contra de su voluntad, Rodrigo deslizó con rapidez una mano por su espalda y la otra por atrás de su cabeza, logrando que Iván quedara acunado por su pecho. Lo escuchó llorar y acariciaba su espalda baja para tranquilizarlo, pero parecía que nada en ese momento sería capaz de hacerlo.

Incluso los ojos de Rodrigo se cubrieron de una capa de lágrimas.

─No puedo imaginar por lo que pasaste, pero aquí me tienes ahora. Nada malo te pasará si estás conmigo ─tomó las mejillas de Iván y lo alejó para contemplar su rostro enrojecido y empapado de lágrimas, las cuales secó con los pulgares.

─¿Cómo puedo saber que lo que dices es verdad? ─dijo en medio de hipidos.

─Porque es así y ya.

Iván sorbió su nariz.

─Si hubieras pasado por esa calle y me hubieras visto en la caja, ¿me habrías llevado contigo?

Rodrigo ni siquiera tuvo que pensarlo dos veces.

─Sí. Te hubiera escondido de mi madre y su perro en mi habitación y luego nos mudaríamos cuando me hiciera escoger entre tú y ella.

Esas palabras fueron suficientes para sacarle una sonrisa al alto, seguida de una última lágrima involuntaria.

─Ya deja de llorar, te vas a quedar seco ─bromeó, esta vez haciéndolo reír.

─No creo que pueda quedarme seco, Rodri.

─Es verdad ─afirmó─, pero por si las dudas, iré a hacer chocolate caliente. ¿Quieres?

Las orejas de Iván se alzaron lentamente y se sacudieron. A su vez, su rostro recobró el aura de felicidad que lo caracterizaba, porque así era Iván. Necesitaba poco para estar triste, pero mucho menos para volver a ser feliz.

─Ya que no me contestaste, supongo que tendré que hacer chocolate para mí solo ─dijo Rodrigo a medida que se levantaba del sillón.

Iván se levantó enseguida y lo detuvo.

─No Rodri, yo también quiero chocolate, por favor ─suplicó sonriendo aún más. Rodrigo rió.

─Está bien, gatito ─le plantó un beso sonoro en la mejilla que la hizo enrojecer como si la hubiese quemado.

Cuando Rodrigo fue a la cocina para preparar el chocolate, Iván llevó una mano a su mejilla, sintiendo lo caliente que estaba a comparación del resto de su cuerpo.

Rato después, el chocolate estuvo listo y Iván casi se lo tomó entero de un sorbo de no ser porque estaba caliente y se quemó ligeramente, a lo que Rodrigo no pudo evitar soltar una carcajada. El híbrido lo miró molesto, pero terminó riéndose de igual manera.

Rodrigo sacó unos juegos de mesa y los tendió sobre la pequeña mesita de la sala.

─¿Qué son, Rodri? ─preguntó curioso, sentándose en el suelo para verlos mejor.

─Son juegos de mesa ─el azabache hizo una mueca de confusión─. Escoge uno y te mostraré como se juega.

Iván los miró detalladamente y entonces señaló el que decía "uno". Rodrigo quitó el resto de los juegos de la mesa y sacó las cartas de la cajita en la que venían.

─Tienes que competir conmigo buscando quedarte sin cartas y el primero que lo haga ganará, pero antes debe gritar "uno" o sino, no es válido.

Continuó explicando las reglas del juego y cuando Iván entendió más o menos cómo se jugaba, Rodrigo repartió las cartas y lanzó la primera.

Esa partida fue lenta debido a que el híbrido no paraba de hacer preguntas, además de que su torpeza le daba la ventaja a Rodrigo de ganar. No fue sino hasta que se acercaban al final de la ronda que a Iván le quedó solo una carta.

─¡Uno! ─gritó, sorprendiendo a Rodrigo debido a que a él le quedaban al menos cinco─ ¡Gané!

─Así parece.

Rodrigo aún estaba dudoso de cómo había ganado, y al tener una ligera sospecha, decidió comprobarla.

─Gatito, ¿quieres ir a buscar un poco de chocolate en la cocina?

Cuando Iván se levantó para ir por él, Rodrigo pudo ver el montón de cartas donde él estaba sentado.

─¡Hiciste trampa! ─exclamó indignado, haciendo que Iván pegara un salto por haber sido descubierto.

─Tú dijiste que ganaba el que se quedara sin cartas, pero nunca dijiste que no se podían esconder ─se defendió.

─Sí, pero sigue siendo trampa.

─De igual forma, gané ─se cruzó de brazos.

─No es válido porque fue con trampa ─insistió.

─Entonces, ¿cuál es el sentido de jugar si no se puede hacer trampa? ─se quejó dramáticamente mientras pateaba el suelo─ Ya no quiero jugar.

─Okay, pero no te enojes ─no pudo evitar reír por lo infantil que era─. Esta vez te dejaré ganar.

─No, en serio no quiero seguir jugando ─bufó, yendo a sentarse en el sillón.

─¿Entonces qué te gustaría hacer? ─dijo mientras guardaba las cartas en su cajita.

─¿Podemos jugar Marco Polo? ─preguntó feliz. Él amaba ese juego y lo jugaba con Rodrigo cada vez que podía.

─Claro que sí.

─Tú te vendas los ojos.

─Pero Iván, siempre soy el que se venda los ojos.

─Y así me gusta, Rodri ─soltó una risa dulce─. Es más divertido cuando tú me persigues.

Rodrigo aceptó a la mala gana y cuando Iván le trajo la venda, la ató a sus ojos y dio varias vueltas para desorientarse.

─¿Marco? ─preguntó, agudizando el oído.

─¡Polo! ─escuchó a lo lejos e intentó seguir la dirección del sonido.

Así jugaron el resto de la tarde, hasta que Rodrigo se cansó de perseguir a Iván y nunca encontrarlo.

Ambos se acostaron en el sillón con una manta gruesa encima y algunos malvaviscos. Escogieron una película interesante y la vieron acurrucados bajo la manta, compartiendo calor.

Era tarde así que fue cuestión de tiempo para que Iván se quedara dormido y Rodrigo, al caer en cuenta de eso, decidió cargarlo y llevarlo a la cama de su habitación donde lo abrigó bastante bien, cubriéndolo con las sábanas.

Dejó un beso de buenas noches en la frente de Iván y lo admiró durante unos minutos. Sus pestañas largas, sus labios entreabiertos y su pecho subiendo y bajando en respiraciones lentas y calmadas, lo hicieron entender que amaba todo lo que Iván significaba.

Y justo por esa razón, cumpliría su promesa y no permitiría que nada ni nadie le hiciera daño una vez más. Lo protegería incluso de sí mismo si era necesario.

𝗬𝗢𝗨 𝗖𝗔𝗡 𝗦𝗧𝗔𝗬 (𝗿𝗼𝗱𝗿𝗶𝘃𝗮𝗻)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora