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La noche había caído y Rodrigo no podía estar más dormido. De su boca entreabierta caía un hilacho de baba mientras sus brazos abrazaban con fuerza una de las almohadas de la cama.

Y mientras él dormía como un bebé, Iván tenía los ojos abiertos de par en par. No lo malentiendan. Dormir en un sillón cerca de una persona que al fin parecía quererlo era un sentimiento muy bonito que apenas estaba descubriendo, pero en todas esas horas no pudo pegar un ojo por los molestos ronquidos de Rodrigo y como si no fuera poco, su estómago gruñía pidiendo comida.

Y como hipotéticamente estaba en su nuevo hogar, se aprovechó del sueño pesado de Rodrigo para salir de su habitación y vagar por los rincones de su casa buscando la cocina con la esperanza de encontrar algo que saciara el hambre que lo perseguía. Una cajita de leche o un durazno no estaría mal.

Encontrar la cocina no fue difícil, pues luego de merodear por todos los pasillos de la amplia casa dió con su ubicación gracias a su olfato, el cual fue envuelto dulcemente por el suave olor de aquella fruta que tanto amaba.

─Durazno... ─fue lo que murmuró antes de abrir la puerta de la cocina y entrar.

Era de esperarse que las luces estuvieran apagadas, dificultando la apreciación de las cosas que lo rodeaban. Sin embargo, no dejó que eso fuera un obstáculo para su merienda de medianoche y alzó la nariz para percibir mejor los olores, dando con el de los duraznos casi al instante.

Estaban en el refrigerador, y era de esperarse que Iván no tuviera ni idea de lo que era eso por lo que ladeó la cabeza, confundido. Desde su punto de vista, aquella caja extraña era cuadrada y no sabía a ciencia cierta dónde podía estar la comida. Quizás arriba de la caja, pensó, pero lo dudaba pues su olfato le decía que los duraznos estaban adentro.

¿En dónde, entonces?

Soltó un gruñido de frustración, tenía hambre y no sabía cómo abrir esa estúpida caja que olía muy bien por dentro.

Sus orejas se alertaron al percibir el ligero ruido de un caminar haciéndose cada vez más fuerte y su corazón casi abandona su pecho cuando el perro entró a la cocina, ladrándole con tanta fuerza que se asustó y se convirtió en gato por accidente.

En el otro extremo de la casa, Rodrigo dormía profundamente. Asumía, pues, que el híbrido estaba durmiendo en el sillón, pero no era así. Y se dió cuenta de ello cuando unos ladridos lo despertaron abruptamente.

Iván no estaba.

Llevó la palma de su mano a su frente de forma reprobatoria mientras se levantaba de su cama y salía corriendo de su habitación. Si su madre también lo había escuchado y llegaba antes que él, estaría en graves problemas.

Con el corazón latiendo de forma desenfrenada, entró a la cocina y encendió la luz, pudiendo ver como Iván estaba encima de la mesa en su forma gatuna y Chase le estaba ladrando.

Apenas Iván se dio cuenta de que Rodrigo estaba ahí, saltó a sus brazos y se aferró a él como si su vida dependiera de ello. Chase se quedó en silencio y tomó asiento sin quitarle la mirada de encima a Iván, pero eso no evitó que la madre de Rodrigo despertara por todo el ruido.

Rodrigo intentó huir de la cocina para que ella no los viera, sin embargo, se la topó en pleno camino y no le quedó de otra que esconder a Iván dentro de su sudadera.

─Rodri, cariño, Chase estaba ladrando ─avisó preocupaba.

─Lo sé mamá. Fui a ver y no es nada ─dijo tratando de ocultar su nerviosismo.

─No, estoy casi segura de que entró un roedor o un gato callejero a la casa ─contradijo con seguridad─. Chase no ladraría por cualquier cosa.

Justo en ese momento, el perro se acercó y comenzó a ladrarle a Rodrigo, ocasionando que Iván saliera de su sudadera y se quedara en sus brazos, buscando protección del perro.

─¡¿Por qué tienes un gato?! ─gritó con sorpresa y asco en sus palabras.

Rodrigo supo que no serviría de nada mentirle a su madre. No cuando los hechos hablaban por sí mismos.

─Este gato es mío, mamá.

─¡Te dije que no trajeras pulgosos a la casa!

─¿Y tu perro no es un pulgoso? ─contraatacó, indignando a la mujer.

Fue así como dieron inicio a una discusión que Iván apenas entendía desde la comodidad de los brazos de Rodrigo.

─¿Sabes qué? Por increíble que suene, prefiero estar con este gato que contigo.

Esas simples palabras causaron que la madre de Rodrigo se quedara callada, sintiendo como se clavaban en su corazón.

─¿En serio estás dispuesto a abandonarme por un gato?

─Su nombre es Iván, mamá ─corrigió, sosteniendo aún más fuerte al mismo.

─¿No es un gato normal, verdad? Es un híbrido ─dedujo─. Al final del día, no eres diferente a esos hombres que usan a los híbridos para follar. Pero, ¿llegar al punto de cambiarme por ese estúpido animal?

─Prefiero irme con Iván que quedarme contigo. Y él no es un estúpido animal. Para tu información, es más inteligente que el perro baboso que tienes por mascota.

Para ese momento, su madre estaba tan roja de la ira que no dudó en soltar lo primero que se le vino a la mente.

─Entonces vete ─sentenció con tono de voz serio─. Ya eres un universitario que tiene un trabajo, puedes irte de mi casa sin ningún problema.

─Mamá, sabes que no me refería a eso.

─Si tanto prefieres a ese híbrido sobre mí, tómalo, vete de mi techo y olvídate de mí. Es simple. Pero si quieres quedarte, échalo de la casa ahora mismo.

Rodrigo lo pensó, en serio lo hizo, pero miró de reojo a Iván acunado en sus brazos y no tuvo la valentía de hacerlo.

Sonaba tonto dejar de lado a su madre por un híbrido que había conocido apenas unos días atrás, pero su instinto le decía que era lo correcto.

─No lo haré ─sentenció, mirándola directo a los ojos sin titubeos─. Mañana nos iremos.

𝗬𝗢𝗨 𝗖𝗔𝗡 𝗦𝗧𝗔𝗬 (𝗿𝗼𝗱𝗿𝗶𝘃𝗮𝗻)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora