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Rodrigo trató de convencerse de que la ausencia de Iván significaría algo bueno.

Después de todo, podría ver televisión sin distracciones, no tendría que andar limpiando pelos de gato de los sillones, y mucho menos comprar kilos de duraznos para satisfacer los antojos del gato.

Simplemente tenía frente a sus ojos la oportunidad perfecta para volver a ser esa persona independiente que no necesitaba a nadie para ser feliz, y no la desaprovecharía.

La mañana de ese sábado, fue a la cocina a preparar su desayuno. No tenía mucha hambre así que comería cereal con leche. Abrió la nevera para sacar la leche y se topó con los duraznos de Iván.

─¡Iván! ¿Quieres duraznos para el desayuno? ─preguntó, pero luego recordó que él ya no estaba en casa─ Oh…

Cerró el refrigerador con pesar y preparó el desayuno simple en un tazón que llevó consigo al sillón. Comenzó a comer, pero el silencio era tan desesperante que tomó el control de la televisión y la encendió. Lo primero que apareció fue la cuenta de Iván de Netflix, la cual estaba llena de caricaturas infantiles en el historial. Soltó una risita enternecida mientras pasaba programa por programa, hasta que se encontró con la película 50 sombras de Grey.

Una sola imagen se vino a su mente en ese momento, y fue el rostro de Iván asustado por creer que si él amaba a Rodrigo y Rodrigo lo amaba a él, se darían "golpes" como los de la película.

La sonrisa se borró de su rostro al sentir una extraña presión en el pecho que lo hizo querer llorar, por lo que salió de Netflix y puso un canal al azar en la televisión. Terminó apagándola, frustrado al no encontrar nada interesante.

Su desayuno se acabó y ni siquiera pudo disfrutarlo.

El aburrimiento lo hizo mirar la sala en busca de algo interesante que lo distrajera un rato. Su atención se desvió al cuadro colgando de la pared con una foto de él y Iván juntos el día que le regaló el celular.

Una risa escapó de sus labios al recordar ese lindo momento donde Iván le hizo saber lo importante que era para él tener una foto juntos.

Pero no lo supo valorar lo suficiente.

Su mirada se desvió a la mesa de la televisión, específicamente al collar plateado con un corazón en el centro.

Y sin querer ni darse cuenta, Rodrigo tenía rastros húmedos de lágrimas que habían atravesado sus mejillas.

¿Qué tan jodido debía estar para extrañar a Iván si ni siquiera había pasado medio día de su partida? Ni siquiera él sabía la respuesta, pero se dio cuenta de que lo necesitaba.

Necesitaba que lo distrajera de la realidad con sus preguntas inocentes, necesitaba que se sentara en su regazo mientras veían películas infantiles que a Rodrigo no le gustaban pero que terminaba viendo sólo para que fuera feliz, necesitaba verlo echado en el sillón comiendo duraznos, incluso abrazarlo en las noches antes de ir a dormir por más que al principio se negó a que durmiera con él en la misma cama.

Pero sobretodo, necesitaba a Iván a su lado.

No tenía idea de en dónde estaba, no sabía si estaba viviendo en las calles. El simple hecho de imaginarlo le daba escalofríos y una enorme sensación de culpa.

Tenía que encontrarlo, pero no podría hacerlo solo. Necesitaba ayuda.

Marcó el número de Antonio y lo llamó, escuchando los pitidos de la contestadora. Mientras esperaba, buscaba las palabras adecuadas con las que darle la noticia de que Iván simplemente se había ido.

─Hey Rodrigo, ¿qué tal? ─saludó Pedro animadamente, mas lo que dijo el castaño le cayó como balde de agua fría.

─Iván se perdió.

𝗬𝗢𝗨 𝗖𝗔𝗡 𝗦𝗧𝗔𝗬 (𝗿𝗼𝗱𝗿𝗶𝘃𝗮𝗻)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora