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Iván mentiría si dijera que estaba prestando atención a las instrucciones que le daba Rodrigo mientras este caminaba de un lado a otro por la habitación, preparándose para ir a la universidad. Solo escuchaba parloteos de aquí y de allá, jugando con el borde de su camisa, hasta que el mayor le dijo algo que lo sacó de sus pensamientos.

─Volveré en la tarde, o quizás un poco después.

Y antes de cruzar la puerta fue detenido por Iván, quien bajó de la cama rápidamente y saltó a su espalda, abrazándolo como koala.

─¿Qué estás haciendo? ─ Rodrigo lo miró fulminante.

─¡No te vayas!

─Quítateme de encima ─gruñó mientras se sacudía.

─¡Quédate conmigo!

Rodrigo finalmente logró deshacerse de Iván, haciendo que cayera de trasero al suelo. Una mueca de dolor se dibujó en su rostro mientras sobaba la parte que le dolía.

─No salgas de aquí hasta que vuelva ─dijo desde la puerta─. Si mi mamá entra, escóndete, hazte gato o lo que quieras, pero que no te vea. ¿Quedó claro?

Un asentimiento fue la respuesta que recibió Rodrigo antes de irse de la habitación, cerrando con llave la puerta tras de sí. Solo rogaba que Iván supiera comportarse y que su madre no descubriera que había un chico con orejas viviendo en su habitación. Ella trabajaba, pero llegaba antes que Rodrigo a la casa.

Iván soltó un largo suspiro al quedarse completamente solo en aquella inmensa habitación. No quería que Rodrigo se fuera, escapó del centro de adopción para estar con él todo el tiempo, pero ahora se iba sin más, sin importarle lo que él pudiera sentir.

Decidió explorar la habitación. Era grande y tenía muchas cosas adentro que Iván no sabía lo que eran, como esa enorme tabla negra con cables sobre una mesa que en realidad era un televisor, o ese cuadro con un mini Rodrigo adentro que Iván agitó desesperadamente en un intento fallido de sacarlo de ahí. Al parecer no quería que lo sacaran.

Le llevó al menos una hora husmear cada cosa dentro del cuarto. Algunas eran más interesantes que otras, pero no lo suficiente como para entretenerlo todo el día.

Iván estaba demasiado aburrido y había descubierto que aunque antes le daba igual estar solo, ahora no quería estar lejos de Rodrigo.

Fue por eso que, olvidando por completo las advertencias de él, intentó abrir la puerta, llevándose la sorpresa de que estaba trancada. Miró a su alrededor y vio la ventana, entonces trató de salir por ahí, pero su cuerpo era demasiado grande para pasar por esos barrotes.

La única forma de salir sería volviendo a su forma gatuna, y aunque dolía mucho, era peor estar sin su humano, por lo que decidió convertirse en gato para ir a buscarlo.

Sus huesos comenzaron a crujir y a encogerse, al mismo tiempo que brotaban largos pelos negros de su piel. Iván emitió chillidos de dolor al sentir como cada parte de su cuerpo se quebraba para dar paso a una forma animal.

Cuando se completó la metamorfosis, estiró sus patitas para dar un salto y llegar a la ventana. Todo se veía más pequeño ahora. Saltó una vez más, esta vez para salir de la casa, sintiendo la tierra mojada en sus patas por todo lo que llovió el fin de semana. Agudizó su olfato y pudo percibir el ligero aroma de Rodrigo trazar un camino que comenzó a seguir.

Caminó pocas calles hasta que llegó a un lugar enorme, en donde el olor de Rodrigo se desvanecía. Iván tenía la corazonada de que estaba ahí, así que entró por los barrotes de la puerta y caminó por un largo pasillo que parecía no acabarse.

𝗬𝗢𝗨 𝗖𝗔𝗡 𝗦𝗧𝗔𝗬 (𝗿𝗼𝗱𝗿𝗶𝘃𝗮𝗻)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora