🔞ATENCIÓN, ESTA NOVELA ESTÁ CATALOGADA COMO MADURA. 🔞
Pensaba que mi día a día era agitado porque recorría el mundo para hacer entrevistas a los muertos, que luego publicaba en el periódico The Voice of London. Y, también, porque tenía muchos aman...
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Observo cómo lord Sardina aparca el coche al lado del intercomunicador exterior de la mansión de Willem y que pulsa el botón digital. No me sitúo tan cerca, pero su hedor a pescado podrido me llega hasta la nariz.
—Tengo una cita con Van de Walle. —Altanero, clava la vista en el guardia.
—Lo espera, lord Salmond, pase. —Y abre el portón, que se asemeja a los de las cárceles de alta seguridad.
Al apreciar tanta ceremonia, me da la sensación de que bajan el puente levadizo de una fortaleza medieval.
Corro hacia la parte trasera, mis amigos fantasmas han anulado allí las cámaras. Sin embargo, creo que «anular» no es el verbo apropiado, pues estos aparatejos muestran todo excepto a mí. Por si me descuido, me he puesto una vestimenta estilo ninja que también me esconde el rostro. Es la que utilizaron en Hawai los subordinados de mi mafioso cuando los hombres de Kruger intentaron matarnos.
—No te descuidarás. —Papá aparece y me tranquiliza—. Y estarás de acuerdo conmigo en que luce mucho mejor de esta manera, parece que haces algo importante. ¿A qué esperas, nena? ¡Trepa por la pared de una santa vez!
Pongo los ojos en blanco. Me acerco al muro, y, mediante un salto de tigresa, me impulso hasta el otro lado a pesar de la altura. «Gracias, Da Mo», pienso. Debo comportarme como una sombra porque no puedo dejar fuera de combate a ningún miembro de la guardia pretoriana de Will. Si lo hiciera mis actos delatarían el paso de presencia ajena. Lo positivo es que los conozco al dedillo y sé cuáles son sus costumbres. Las he registrado en la memoria.
Espero cinco minutos a que Brad Hopkins efectúe una vuelta completa. Cuando gira —antes de que se aleje del todo— levanto la ventana que da a la sala pequeña y me cuelo por allí.
—¡Esto está chupado! —murmuro, satisfecha.
—Porque yo he desatascado primero la ventana. —Desinfla Anthony mi ego.
Me deslizo por la pared hacia la sala principal de la mansión, el sitio de donde provienen las voces. Detrás de unas cortinas me camuflo.
—No necesitas tener tanto cuidado, nena —se burla mi padre adoptivo—. El ejército al completo de Van de Walle se halla en el frente, cerca de la caseta de seguridad. Piensan que esta zona trasera es inexpugnable porque está repleta de cámaras. Y en la casa solo permanecen ellos dos.
—¡No sé para qué me habré puesto este disfraz ni tomado tantas molestias, papá, salvo para actuar en tu película! —murmuro, enfadada—. Podría sentarme en uno de estos sillones y dedicarme a beber una taza de Prince of Wales.
—Me alegro de que me reciba hoy, Willem, sé lo ocupado que está —lo saluda lord Sardina con tono humilde: por suerte el perfume a algas y a salitre de mi mafioso se superpone al desagradable del pez—. Sus empleados se han esmerado a fondo al revisarme, ¿desconfía de mí?