El mafioso flota a diez metros de mí y me dice que no con la cabeza. Después señala con la mano el fondo del océano. Dejo de verlo cuando se impulsa hacia abajo.
Yo, en cambio, no me doy por vencida. Respiro hondo y el perfume del salitre, de las rocas y de las algas provoca que me concentre más. Sé que puedo lograr todo lo que me proponga, hasta lo que parece una quimera. Estoy muy calmada, pues me he demostrado en millones de ocasiones de qué soy capaz y esta es solo una prueba más que culminaré con éxito. Con mucho cuidado para no rozar el arrecife, me sumerjo en las profundidades. Banzai Pipeline —en la isla de Oahu— es una de las rompientes más peligrosas del mundo.
Una vez debajo del agua, me relajo y cierro los ojos. Así, me guío por el movimiento. Porque las olas gigantes nunca vienen solas, sino en serie. Dejo pasar la primera, la segunda, la tercera, voy a coger la cuarta. No tengo miedo. Soy consciente de que el surf es como el gong fu shaolin, y, en mi caso, interacciono una disciplina con la otra. Además, si la ola me derriba y pierdo la orientación —al punto de no saber dónde se halla la superficie— aquí están los tiburones tigre dispuestos a rodearme y a permitir que me coja de sus aletas. Se han turnado junto con los delfines para cuidarme en las distintas playas de Hawai. Hoy los mamíferos han desistido, son muy inteligentes: Pipeline se ha cobrado demasiadas vidas.
Cuando la tercera XXL pasa, abro los ojos y comienzo a remar de manera rápida y vigorosa para subir la pared. Cojo la ola y sigo remando —ahora a favor— tres veces, más fuerte todavía. Me paro encima de la tabla de surf. La velocidad del muro gigante es de tal magnitud que, por un momento, me da la sensación de ir en la moto acuática. O de estar en la cima de un edificio móvil de más de diez metros. Corono la punta: ¡soy la reina de Oahu!
La impresión no dura ni un minuto. Aunque reconozco que es difícil tener noción del tiempo mientras desciendo por el rascacielos de agua. El extremo superior empieza a cerrarse a mi izquierda y forma un tubo que me persigue sin llegar a alcanzarme. Pretende atraparme el cuerpo, pues se estira como si fuese uno de los tentáculos del dios Kanaloa. Esto sucede al principio porque, un poco más tarde, me encierra por encima de la cabeza y se convierte en algo similar a una bolsa plástica. Acto seguido estalla en billones de gotitas que impiden que vea la costa.
Dentro del barrel la hora se detiene. Me muevo por instinto, con la espalda erguida y con las rodillas un poco flexionadas. Disfruto al lograr lo que jamás hubiera creído posible. Gracias a Da Mo, a Sitting Bull, a Crazy Horse y a Red Cloud supero mis límites y por eso encima de la tabla les rindo mi homenaje.
El tubo se deshace por completo y me invade el ansia de retornar al corazón del océano para coger otra XXL y adentrarme en ella. Resulta un poco precipitado, por supuesto, aún no he acabado de cabalgar esta. En medio de la espuma permanezco, terca, arriba de la tabla. La ola pretende tirarme, odia que supere su reto: Hawai es así, el reino de la Naturaleza Salvaje, aunque nos engañen las construcciones modernas. Siempre existe algún dios por ahí que nos recuerda su furia, ya sea en el agua o fuera de ella. Al estilo de Pele —la diosa del fuego— dentro del volcán Kilawea.
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La médium del periódico #1: The Voice of London (éxito Wattpad WEBTOON Studios).
Paranormal🔞ATENCIÓN, ESTA NOVELA ESTÁ CATALOGADA COMO MADURA. 🔞 Pensaba que mi día a día era agitado porque recorría el mundo para hacer entrevistas a los muertos, que luego publicaba en el periódico The Voice of London. Y, también, porque tenía muchos aman...