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✾Capítulo 25✾

"Un psicópata no tiene nunca amigos, tiene súbditos, conocidos o esclavos"

—Vicente Garrido Genovés.

"Toda la verdad sale a la luz y hay justicia"

Tara

No podía creer todo lo que estaba pasando, todo lo que Karl me estaba confesando. Me dolía por completo que Diana muriera engañada. Ella lucho hasta el final por saber la verdad y terminar con la cacería.

Pero eso termino con su vida.

—Ah... Pero antes de matar a Diana, la hice sufrir matando a su novio.

—¿Charles? —pregunte secando mis lágrimas —¿También lo mataste?

—Claro que sí, era un cabo suelto no podía dejarlo con vida.

—Le echaste la culpa a él.

—Claro que si, después de matarlos en el río Nora fue conmigo para llevarse el cuerpo de Charles, entonces hice la llamada a los bomberos para que solo encontraran a Diana y todo cayera sobre los hombros de Charles. El Sheriff y todos en el pueblo creyeron esa versión.

Necesitaba que llegaran los refuerzos. Esto es peor de lo que imaginé.

—Kyle... —me acerque de nuevo a él para ver si estaba consiente, pero no.

Entonces aproveché para ver que nadie me viera y le envié un mensaje a Fabián.

✉

—Llama al Sheriff.

—Ok.

✉

—¿Qué mierda haces? —Karl me quito el teléfono y vio —Fabián más vale que salgas de donde estés escondido...

Pasaron segundos, pero no salía.

—Si no sales a la cuenta de tres Tara muere —me agarro del cuello y pude sentir el filo de un cuchillo —Uno... Dos...

—No te atrevas a lastimarla —Fabián camino a nosotros.

—¿Llamaste al Sheriff? —pregunto aun apretando más mi cuello.

—No —indico él.

—Nora revisa su teléfono —me le quedé viendo, ojalá y no nos siga traicionando —¡Nora has lo que te digo!

—Ahora voy... —camino a Fabián y le pidió el teléfono, ella se puso a buscar concentradamente para encontrar algo.

—No hay llamadas —dijo viendo a Karl.

—¿Estás segura? —presiono más el cuchillo en mi cuello.

—Si estoy segura, la última llamada fue ayer a Tara —sabía que era mentira, ella nos estaba ayudando.

—Bien... Te salvaste —susurro en mi oído.

—No la toques —Fabián camino a mí.

—Ni se te ocurra acercarte porque se muere —podía sentir que el roce del cuchillo me estaba lastimando.

—Está bien, pero no le hagas nada.

—Nora átalo con la soga —sabía que no le quedaba otra que hacerle caso —¡Ahora!

—Bien... —empezó a atar sus pies y manos —Lo siento... —susurro.

—No te disculpes con este bastardo —hablo muy molesto.