Secundaria

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Por fin sexto año, el último grado de secundaria para luego poder irse a estudiar lejos de todos los idiotas de su salón. Pero algo extraño le habían comunicado a los alumnos esa mañana, había un estudiante nuevo, algo muy extraño en último año, y no sólo eso, sino que también venía del interior.

"Al fin, alguien nuevo para molestar. Seguro me van a dejar tranquilo por un tiempo..."

Pensó Agustín con una pequeña sonrisa. Él era el chico raro, al que le hacían bullying, lo pateaban, se burlaban de él, siempre hacía los trabajos solo y de hecho, no tenía compañero de banco, como eran impares, él se había quedado solo. Para su suerte, Nacho, el chico popular del curso, le tenía cariño ya que se conocían desde pequeños, pero eso no paraba todas las burlas, sólo algunas y cuando ya se pasaban mucho de la raya. Pero Juan, Lucila y Cata lo molestaban hasta el cansancio, si podían verlo deprimido o llorando por sus comentarios, eran felices. Agustín miró atentamente hacia delante cuando hicieron entrar al chico nuevo, su nombre era Marcos, pero no era un inadaptado ni mucho menos, de hecho, era el chico más lindo que el de ojos celestes había visto en su vida. Alto, de ojos verdes, bronceado y, por lo poco que se podía ver, cuerpo perfecto.

-Bueno, sentate al lado de Agus.

Comentó la profesora de Literatura con una amplia sonrisa, mientras que con una mano señalaba al nombrado. Tanto sus compañeras, como algunos compañeros, admiraban la belleza del chico nuevo, pero Agustín sólo podía mirar su cuaderno con tristeza, las bromas pesadas hacia él no cesarían para nada. El provinciano se sentó junto al castaño con una amplia sonrisa, se lo notaba extrovertido y agradable, todo lo contrario que lo que el friki podía aparentar.

-Hola, soy Marcos... ¿Cómo se llama? -indagó el más alto con una leve sonrisa, asquerosamente atractiva para los ojos del menor.

-So-soy Agu... -antes de poder terminar de hablar, Lucila se acercó con una amenazante sonrisa.

-Frodo se llama -un apodo que le habían puesto como burla desde hacía tiempo- Un gusto lindo, soy Lucila.

El salteño frunció el ceño, no le gustaban los matones, sean del género que sean. Volvió su vista al de ojos celestes con una amplia y amable sonrisa.

-¿Agustín? ¿Ese es su nombre, primo? -preguntó sin borrar el gesto de su cara hacia el chico, el cuál estaba realmente sorprendido por aquella actitud, nadie lo trataba de esa manera.

-Em... Sí, me llamo Agustín... -murmuró el más bajo tratando de comprender aquella situación extraña para él.

-Lucila, andá a tu lugar por favor que vamos a empezar la clase.

La rubia volvió a su asiento sin rechistar, no quería desaprobar una materia por culpa del rarito. Las horas pasaron, y para el final del día Marcos y Agustín se habían hecho amigos. El más bajo le preguntó porque lo trataba de "Usted" y le decía "Primo", a lo que el salteño le explicó que eran modismos de su provincia, muy diferentes a los porteños. Cuando él último timbre sonó, todos salieron corriendo salvo tres personas; Marcos, Agustín y Nacho. Él último no les había quitado la mirada de encima en todo el día, se acercó a Agustín con una pequeña sonrisa en su rostro.

-Che Agus, ¿Volvemos juntos hoy? Porque ya me quiero ir y tengo hambre...

El salteño miró de reojo al rubio con seriedad, Agustín ya le había explicado la extraña amistad nostálgica que tenían y, para ser honestos, no le agradaba. No quería actuar de impulsivo ni mucho menos, pero algo dentro de él le gritaba que se metiese en aquella pelea que no era suya.

-No puede, lo invité a almorzar -aseguró el de ojos verdes con una amplia sonrisa dedicándosela a Frodo.

-Agus, ¿Es posta ésto? Siempre volvemos juntos... -al rubio se lo veía desilusionado, pero a su vez enojado, sentía como la sangre comenzaba a hervirle con sólo ver al provinciano cerca de "Su Agus".

-Em sí, es posta... Además, ¿Qué tiene de malo? Podés volverte sólo un día, vivís re cerca -aseguró el más bajo terminando de guardar sus cosas.

-No, nada... Sólo pensé que... -fue interrumpido descaradamente por Marcos, que seguramente terminaría asesinado por Agustín más tarde.

-Perdón, pero nos tenemos que ir -dijo colocándose la mochila en un sólo hombro para, al mismo tiempo, pasar un brazo al rededor de la cintura de Agus, el cuál ya le había contado sus preferencias- ¿Vamo' bombón?

-S-sí... Vamos...

Murmuró sonrojado el chico pero con una leve sonrisa en su rostro. Saludó a Nacho y comenzó a caminar junto al salteño. Luego de unas cinco cuadras en completo silencio, Agustín decidió soltarse del agarre del chico parándose frente a él con los brazos cruzados y una ceja alzada.

-¿Y eso? -interrogó sin vueltas el más bajo.

-¿Qué cosa, primo? -fingió no comprender el ojiverde sonriente.

-No te hagas el loco, ¿Qué fue esa escenita que hiciste?

-Ah eso, no es nada, Primo. Nomás lo estaba defendiendo, ese tarado lo usa, le habla bonito y todo, pero no es su amigo. Si lo fuera, él lo defendería de todas las "bromas" que le hacen -explicó con esa extraña tranquilidad que, al parecer, lo caracterizaba.

-No necesito que me defiendas a base de mentiras. Ni que me defiendas. No necesito un superhéroe -contestó el más bajo a la defensiva, tenía miedo de que éste hombre tan atractivo, lo estuviera tratando de utilizar como lo solía hacer Nacho a diario.

-No soy un superhéroe Primo, sólo quiero ser su amigo. No necesita defenderse de mí... Prometo que, aunque me cueste mucho, le voy a demostra' que puede confiar en mí -aseguró el salteño con una amplia sonrisa.

-¿Por qué? -preguntó el ojiceleste con los ojos levemente rojizos, era muy extraño que alguien que apenas y conocía quisiera ganarse su confianza. Al ver que el contrario no había entendido la pregunta, decidió reformularla-. ¿Por qué querés ganarte mi confianza?

-Porque mi madre me ha explicado que, cuando ve' a una persona tan hermosa como lo es uste', tenés que ser leal como amigo, para después invitarlo a salir.

Al principio el mayor creyó que el chico estaba bromeando, pero con el paso de los segundos éste seguía sereno, con una amplia sonrisa en su rostro, como si todo lo que le estuviera diciendo, fuera realmente salido de su corazón, y no palabras vacías. Pero luego de muchas, demasiadas, malas experiencias no podía creerle tan fácilmente, debía dejar pasar el tiempo, esperar y ver que el menor realmente hablaba en serio, no tirarse de cabeza por un poco de afecto. Y así fue... Pasaron cuatro meses desde aquella charla entre ellos, Marcos le había demostrado al mayor innumerables veces cuánto lo quería y de miles de formas diferentes, se había ganado por completo la confianza del de ojos cielo, sin ninguna duda, pero aún tenían una charla pendiente.

MARGUS // ONE-SHOTSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora