El Hermano De Mi Amigo II

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Murmuró con una amplia sonrisa, guiñándole el ojo al más alto sin que su hermano se diera cuenta. El enano se dirigió hacia las escaleras para, posteriormente, subir a su cuarto con una amplia sonrisa, el salteño lo había cautivado de formas que no podía describir. ¿Por qué ese chico tan hermoso tenía que ser amigo de Juan Ignacio?

En el living, la situación era muy extraña para el salteño, su amigo estaba sentado junto a él en completo silencio, como si el salteño acabara de decirle que había matado a una persona o algo así. El más alto comprendía porque su amigo lo cuidaba tanto a Agus, pero por otro lado, no era justo que el enano no pudiera vivir su vida en paz con la excusa de que "querían protegerlo". Nacho arrancó a Ginocchio de sus pensamientos con una simple pregunta de doble filo.

- ¿Te gustó mi hermano? -indagó con tono serio y áspero, como si su vida dependendiera de la respuesta de su amigo.

- Primo, cálmese. Su hermano es lindo, porque no voy a mentirle, pero jamás haría nada que a uste' le resultara incómodo o lo lastimara. No pienso hacer nada con el Agu', conmigo no tiene de que preocuparse.

Tranquilizó el salteño, quizás mintiéndole levemente a su amigo, porque no podía mentirse a sí mismo, si el enano le pidiera salir en una cita a escondidas, Marcos lo haría sin dudar. Pero no podía darle esa respuesta al guardia de seguridad de Agustín, porque terminaría, probablemente, metido en una gran pelea. El de ojos verdes le dedicó una dulce sonrisa a su amigo, que fue devuelt en cuestión de segundos.

- Confío en vos, Marquitos, sos el primero que me dice la verdad de una. 

El de cabello castaño se sintió culpable inmediatamente, pero tampoco le había dicho nada malo, había admitido que el mayor le resultaba atractivo, sólo había ocultado pequeños detalles que, para él, no eran de importancia. Ese díia no pasó nada más, simplemente comenzaron el trabajo práctico y quedaron para seguirlo al día siguiente, nuevamente en la casa del rubio. Y así pasaron dos semanas, en las Marcos iba un poco más temprano únicamente para tener una breve charla con el enano. El último día en el que se reunirían había llegado, Agustín le mintió a su hermano diciéndole que no se sentía bien para que éste fuera a comprarle un ibuprofeno a la farmacia, ya que Nacho tardaría apróximadamente cuarenta minutos en ir y volver, tendría un poco más de tiempo para estar con el hermos salteño a solas, actividad que se había convertido en su favorita. Ginocchio llegó puntual, como siempre, y fue recibido por el enano de brillante sonrisa, aunque hoy se vveía dierente, mucho más atractivo de lo habitual.

- Hola Agu' -saludó alegre el salteño-. ¿Y tu hermano?

- Hola Mar. Fue hasta la farmacia, va a tardar como media hora... -murmuró con una sonrisa ladina el más bajo-. ¿Querés pasar? 

Murmuró con un tono seductor que a Marcos, aunque no quisiera admitir, le había fascinado. El de ojos verdes asintió con timidez, para luego seguir al más bajo hacia el living, como solían hacer. Se sentaron uno al lado del otro con una pequeña sonrisa.

- Marquitos... ¿Te puedo hacer una pregunta? -indagó el mayor acercándose un poco al contrario. 

- Sï, primo. ¿Qué pasa? ¿Está bien? -interrogó el menor preocupado, sin darse cuenta se había acercado demasiado al más bajo.

- No en nada malo, tranquilo... Sólo quería saber que pensas de mí... ¿Te parezco lindo?

Soltó con simpleza, con una tierna sonrisa pegada a su rostro. El futuro abogado se quedó estático ante esa duda del mayor, ¿Cómo podría responderla sin tener algún problema con su amigo? Claro que no le parecía lindo, le resultaba el chico más hermoso que había visto en su vida, pero las palabras no salían de su boca, en lugar de ello, tenía un impulso muy grande de probar esos finos labios rosados que hace rato lo volvían loco. Sabía que estaba mal, era consciente de todo el problema que podía generar si probaba del magnífico fruto prohibido que era el de rulos, pero, ¿Quién podía juzgarlo? Ese enano era de otro mundo. Dejó de dudar, por un segundo decidió no pensar en nadie más que no fueran ellos, el salteño no era estúpido, él notaba los intensos coqueteos furtivos por parte del contrario cuando Nacho no podía verlo, ni escucharlo, así que, ¿Por qué estaría mal seguir sus deseos sólo unos segundos? Tomó suavemente al mayor de la barbilla y se acercó hasta quedar a centímetros de sus labios en donde sus alientos se mezclaban volviéndose uno.

- Lo lamento, Agu'... Pero ya me hiciste caer a tus pies... 

Susurró de forma coqueta, deteniéndose unos segundos para admirar los brillantes ojos azules del más bajo, una sonrisa se dibujó en sus rostros para, por fin, unir sus labios en ese ansiado beso que ambos querían desde hacía rato. Sus labios combinaban a la perfección, parecían ser hechos el uno para el otro. Marcos rodeó suavemente al de rulos, con su mano libre, por la cintura, mientras que Agustín posó sus manos en el firme y marcado pecho del futuro abogado. Poco a poco el beso fue intensificándose, sus lenguas comenzaron una fugaz danza convirtiéndose en una sola. Tuvieron que separarse unos pocos centímetros por la falta de aire, pero así como lo hicieron, escucharon un leve carraspeo de garganta proveniente de la puerta del living. Ambos chicos se voltearon, Marcos sentía que iba a morirse en ese preciso momento, Nacho estaba allí parado, pero para su sorpresa no parecía molesto o disgustado, de hecho tenía una sonrisa burlesca pegada a su rostro.

- ¿Posta pensaron que yo no iba a darme cuenta de que se gustaban? Porque aunque piensen que soy super disimulados, les aviso que son un asco mintiendo -aseguró el rubio con una sonrisa.

- ¿No está enojado, primo? No entiendo... -preguntó confundido el más alto, tenía miedo de perder a su amigo por lo que acababa de pasar, pero por otro lado, se sentía como si estuviera volando, o recostado en la nube más esponjosa que podía existir.

- ¿Por qué lo estaría? Me dijiste la posta cuando te lo pregunté, no voy a enojarme ni hacerme el sorprendido, ya sabía que te gustaba mi hermano, y tampoco te prohibiría salir con él si cada vez que venís éste se inventa una excusa nueva para sacarme de la casa y poder hablar con vos, a solas, aunque sean diez minutos -suspiró bajo y se acercó un poco a ambos chicos, que tenían los labios ligeramente hinchados por el beso, y las mejillas rojas por la vergüenza-. Mirá, sé de primera mano que sos un buen pibe, y veo que a Agus le gustas mucho, digo, se pone perfume, se viste decente y siempre sale "ocasionalmente" para buscar algo cuando estás acá, porque cuando estamos solos, él se la pasa encerrado en su pieza.

- Entonces... ¿Puedo invitar a tu amigo a salir? Porque después de ese beso, aunque no quieras planeaba hacerlo -soltó Agustín con una amplia sonrisa, tomando sutilmente la mano del ojiverde entre las suyas.

- Como quieras, pero también es mi amigo, así que no intentes robártelo todos los días -bromeó Ignacio con una tierna sonrisa.

- Me parece justo. Bueno, los dejo terminar su trabajo -se acercó a Marcos para depositar un suave, pero fugaz, beso en sus labios-. Te veo después bombón.

Murmuró con ternura para luego levantarse y dirigirse hacia su cuarto, dejando a su hermano, y a su chico, solos. Ambos se miraron y comenzaron a reírse a carcajadas, como si estuvieran haciendo una ronda de chistes.

- Bueno, cuñado, ¿Terminamos el bendito trabajo antes de que vayas a entrarle a mi hermanito? -bromeó el rubio con una amplia sonrisa.

- Me parece bien -siguió el salteño mientras soltaba un suspiro.


Al final es verdad lo que dicen, el amor te llega cuando menos lo esperas, de la forma más loca y, a veces, en una situación completamente absurda. Pero cuando encontrás el amor, ya no querés ver, ni saber, de nadie más. Mírenme, me enamoré del hermano de mi amigo, y no me arrepiento de nada... 

MARGUS // ONE-SHOTSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora