12

2.2K 93 2
                                    

Narra Giuliana.

Ya estábamos en Punta Cana, era hermoso. Nos quedamos en u hotel súper lujoso, gracias a Dios mi papá se me alquilo una habitación sola, no quería dormir con él y con Pablo Aimar. La única habitación que quedaba libre era la suite y la más cara, pero mi papá lo comprendió y la pagó.

Apenas habíamos llegado nos habíamos ido todos a nuestras habitaciones, eran compartidas, menos la mía. En tan solo cuestión de segundos el hotel se volvió un despelote, el Dibu con el Papu, el Kun y Otamendi empezaron a bailar por los pasillos; se escuchaban los gritos desesperados de Julián por el dolor de panza —comió todo el camino facturas, doritos, pochoclos, galletitas acompañado por mates fríos y gaseosas calientes— y los quejidos de Enzo y Rodrigo De Paul, quienes les había tocado compartir la habitación con él. Los únicos que no se escuchaban eran mi papá con Paulo que se habían ido a recorrer el lugar, y Tagliafico que se había dormido.

Yo aproveche y fui a comer y a video llamar a mi mamá para ver cómo estaba todo en casa y mostrarle un poco el lugar, pero no contesto, así que solamente comí y mire el paisaje.

Las últimas llamadas que tenían eran de Mateo, y mensajes preguntándome si dormía con Enzo, si me senté con él en el colectivo o en el avión, si estuve a solas con él y demás.

En eso bajan Rodrigo y Enzo, quienes se sientan a mi lado con un plato de tallarines y empiezan a comer haciendo un ruido a propósito para fastidiarme, ellos saben que detesto que respiren fuerte, hagan ruidos con la boca o mientras comen.

— ¡Silencio, mierda! —grite dando un golpe en la mesa ocasionando que los chicos tiren del susto los platos con los tallarines al piso.

—Sos boluda, Giuliana —me dice De Paul.

Me pare y junte todo dejando mis manos llenas de salsa y aceite y el piso más manchado de lo que ya estaba. Le deje la comida y el plato en la mesa y me fui al baño para lavarme las manos y después ir afuera.

Los chicos estaban en cuero tirándose a la pileta del hotel, Dybala estaba solo tomando sol así que me acerque para sentarme con él. Me miro y no dijo nada, solamente me sonrió y yo le devolví la sonrisa. Tenía la bikini que me había comprado abajo del vestido, pero no sabía si sacármelo para tomar sol.

— ¿No tenes bikini? —me pregunta Paulo.

—Sí, la tengo puesta, pero no sé si sacarme el vestido —le respondí mirándolo a sus ojos, me fascinaban.

— ¿Por qué no? No me digas que te da vergüenza —yo mire para abajo y asentí—. ¿Qué vas a hacer estas cuatro semanas? No me digas que te vas a estar muriendo de calor para que nadie te mire ¿O sí?

—Era algo que estaba planeando...

—Dale, sácatelo que tenes un cuerpazo, que no te de vergüenza. Sos hermosa.

Yo le sonrió y le hago caso. A penas me saque el vestido y lo extendí en una silla a mi lado que no había nada, se escuchó un grito del Dibu.

— ¡ME RE PODES, GIULIANA! ¡MIRA QUE TE COMO, EH!

Me sonrojo y me vuelvo a sentar, Dybala saca su celular y empieza a chatear con alguien, sus dedos se mueven rapidísimo en el teclado. Me quedo mirando a los chicos, en eso mi celular suena y enseguida lo saco con la esperanza de que sea mi mamá, pero no lo era. Así que video llamé a Mateo, le había prometido que lo iba a llamar todos los días, yo cumplo con las promesas.

Lo empecé a llamar y no contestaba, ya era la tercera y seguía sin responder, iba a colgar cuando atiende. Me llamo la atención el lugar donde estaba, no era su casa ni la mía, era un lugar inédito.

𝐌𝐈𝐄𝐍𝐓𝐑𝐀𝐒 𝐘𝐎 𝐄𝐒𝐓É 𝐀𝐂𝐀 ✦ 𝘌𝘯𝘻𝘰 𝘍𝘦𝘳𝘯𝘢𝘯𝘥𝘦𝘻 ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora