CAPÍTULO 6 - CALEB 🌧️

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La puerta principal se abrió.

La luz solar irrumpió en la entrada, voraz. Mi hermana apareció entre el destello de luz y cruzó el umbral de la puerta. Corrió hacia mí para otorgarme un efusivo abrazo. Cuando se separó, le echó un vistazo a la casa.

—No ha cambiado nada. —Se acercó a la pequeña cómoda de madera de olmo y pasó los dedos por el jarrón de mamá. Harper y yo lo rompimos cuando éramos pequeños. Estábamos en la entrada, jugando con una pelota, y le dimos sin querer. Mi padre lo arregló con pegamento. No quedó bien—. Por lo menos podríais haber comprado otro jarrón —se rio. Estiró sus brazos hacia el techo y respiró a fondo el dulce aroma a hogar, nostálgica—. ¿Mamá no está en casa?

—¿Te extraña? —pregunté, hastío—. Desde que te fuiste, pasa más tiempo en el bar que nunca.

Harper bajó los brazos y soltó un suspiro denso.

—Son las doce del mediodía... —murmuró—. Esperaba encontrarla por casa.

Rose apareció con la simpática y alegre sonrisa que la caracterizaba. Agarró el abrigo de Harper y lo colgó en el perchero.

—¿Os apetece un zumo? Ayer fui al mercado a comprar fruta. —No nos dio tiempo para responder. Se alejó de nosotros en dirección a la cocina—. Caleb, tú lo quieres de piña, ¿verdad? Y tú, Harper, de naranja. ¿Me equivoco?

—Sí, por favor. Gracias.

—Vaya, ¡tu memoria sigue siendo igual de buena que cuando me fui! —Harper la abrazó—. Muchas gracias, Rose. Me alegro de volver a verte.

Harper y yo nos sentamos en el sofá del salón, aguardando la llegada de los zumos. El silencio comenzaba a ser incómodo. Ella se frotaba las manos con notable nerviosismo y yo intentaba no mirarla para no crear más incomodidad.

—Oye... Rose no ha cambiado ni una pizca desde que me fui, pero a ti te noto diferente. Estás más distante. Tus respuestas son secas y cortas.

—No sé a qué te refieres. Siempre he sido así.

Había cambiado un poco. Quizá porque pasaba más horas que antes solo en casa. Además, a pesar de poder salir al exterior, rechazaba las invitaciones de mis amigos. Me quedaba esperando a que mi madre llegara bien a casa.

—Vamos, Caleb, cuéntame qué te pasa. ¿Sales lo suficiente? ¿Te has peleado con tus amigos? —Me miró directamente a los ojos, como si de ese modo tuviera el poder de conocer la razón de mi distanciamiento—. ¿Es culpa mía?

—¡No! Claro que no. Tú no tienes nada que ver...

—¿Entonces? —Alzó su mano y vaciló antes de posarla en mi hombro—. ¿Qué te pasa?

—Mamá es lo que me pasa. Ni por mí, ni por nosotros, es capaz de dejar esa maldita adicción. —Me arrepentí de mis palabras en cuanto salieron disparadas de mi boca, pero era mi hermana. Confiaba en ella—. ¿Sabes cuánto tiempo pasa en el bar? Ocho horas diarias. ¡Ocho horas, Harper! ¿Qué hace tanto tiempo en un bar? Es una jornada laboral completa.

Harper cerró los ojos. Trataba de asimilar y comprender la situación. Conociéndola, se culparía por haberme dejado a solas a cargo de mamá. Pero tanto ella como yo sabíamos que no era la responsable. El silencio reinó en la sala de estar hasta que Rose lo rompió.

—Aquí tenéis vuestros zumos —canturreó nuestra ama de llaves. Colocó los zumos recién exprimidos enfrente nuestro y se fue hacia la cocina.

Encendí la televisión de plasma y busqué el canal de la radio. La música destensaría el ambiente y rellenaría la ausencia de conversación.

Los Tiempo CambiantesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora