CAPÍTULO 17 - IVY ⛅

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Caminaba por las calles de Greenwood después de salir de casa de Caleb.

Estaba enfadada, muy enfadada. No con él. Entendía que no quisiera involucrarse. Estaba furiosa conmigo misma por haber dejado que una niña afectase tanto el transcurso de mi vida. ¿Qué estaba haciendo? ¿Qué pretendía conseguir?

Un niño rebuscaba entre los contenedores de mi derecha. La lluvia me impedía ver con claridad, así que me acerqué y al instante me arrepentí. Sin querer, pisé una rama seca y el ruido atrajo su atención. Se giró, dándole la espalda al contenedor, y me examinó antes de acercarse poco a poco hasta mi posición. En su pequeña mano derecha, descansaba un cuchillo de punta afilada. Un nudo espeso se formó en mi garganta. El tono de llamada de mi móvil me sobresaltó. Me concentré en el niño: ignoré el sonido y a la persona al otro lado de la línea.

—Tranquilo —pedí temblorosa, en un intento de apaciguarlo—. ¿Puedes dejar el cuchillo en el suelo?

Inclinó la cabeza hacia un lado. Dejó de avanzar, pero no soltó el arma. Su pelo rubio chorreaba y el agua se deslizaba por sus mejillas sonrosadas. Sus ojos estaban cubiertos por una mata de pelo y solo veía sus labios fruncidos.

La lluvia cedió. El niño retrocedió dos pasos y se apartó el flequillo con la mano libre, revelando unos inocentes ojos azules. Tenía las cejas ligeramente fruncidas y su rostro denotaba confusión.

—¿Dónde está mamá? —preguntó, observando el cuchillo que sujetaba, como si yo tuviera la respuesta.

Mi intención de acercarme y quitárselo quedó reducida a cenizas cuando se fue corriendo con él en la mano.

Me quedé perpleja durante dos segundos, y entonces me acordé de la llamada. Busqué entre mi bolsillo y saqué el móvil. Tenía una llamada perdida de Jordan. Pulsé el botón verde y la voz de una mujer sonó al otro lado de la línea.

—¿Ivy? —Reconocí la voz de inmediato. Era Naomi. Y estaba angustiada—. Dios, gracias por devolverme la llamada.

—¿Qué ha pasado, Naomi? ¿Por qué llamas desde el móvil de Jordan?

Era extraño. Nunca había escuchado a Naomi tan tensa y nerviosa, y que llamara desde el móvil de su hijo no ayudaba a mi imaginación.

—He llegado de trabajar hace media hora. Las ventanas están rotas y Jordan no está, no hay nadie... —Rompió a llorar—. Fui a tu casa, pero no estabas. ¿Está contigo? Dime que está contigo.

Si Jordan no estaba en casa, Margot tampoco.

—No. Lo siento, Naomi, pero no está conmigo. ¿Han entrado en casa? ¿Se han llevado algo?

Seguía enfadada con la madre de Jordan. Sin embargo, no era momento de recriminarle lo ocurrido hacía cinco días.

—No se han llevado nada, pero las ventanas están hechas añicos.

El laboratorio: ese fue el primer culpable que se cruzó por mi cabeza. Que Harper no contara ni el más mínimo detalle de lo que pasaba allí dentro, no me daba buena espina. Además, ¿quién más podría ser?

—Gracias por avisarme, Naomi. Iré a tu casa después para ayudar con lo posible.

Colgué y di media vuelta.

El ama de llaves me abrió la puerta y no esperé a que avisara a Caleb de mi repentina llegada. Subí las escaleras de cuarzo blanco y me encaminé a su habitación.

—Jordan y Margot no están. Han desaparecido.

Su cara parecía un poema en el que abundaba la confusión.

Los Tiempo CambiantesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora