CAP 19

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Mile se pasó la mano por el pelo y dijo con aspereza:

-No hablarás en serio.

De repente me sentía muy cansado, exhausto de luchar conmigo mismo por su culpa.

-Sí que hablo en serio. Tú y yo... fue un error.

-No, el error estuvo en la forma en que yo llevé la situación después -replicó, con las mandíbulas crispadas.

Me quedé sorprendido por la vehemencia de su protesta.

-No hablaba de sexo, Mile, sino de mi conformidad con este absurdo acuerdo de «desconocidos con derecho a roce» que hay entre nosotros. Sabía que todo era una equivocación desde el principio. Debería haber hecho caso a mi intuición.

-Apo, ¿tú quieres estar conmigo?

-No, eso es lo que...

-No de la manera de la que hablamos en el bar. Más que eso.

Empecé a sentir palpitaciones.

-¿A qué te refieres?

-A todo. -Se separó de la barra y se acercó a mí-. Yo sí quiero estar contigo.

-Pues el sábado no lo parecía. -Me crucé de brazos.

-Estaba aturdido.

-¿Ah, sí? Yo también.

Dirigió las manos a las caderas; luego, cruzó los brazos, como yo.

-Por Dios, Apo...

Le veía afectado y sentí un destello de esperanza.

-Si es eso todo lo que tienes que decir, hemos terminado.

-¡Y una mierda hemos terminado!

-Hemos llegado a un callejón sin salida, si cada vez que nos acostamos tú te vas a dedicar a hacerte pajas mentales.

Era evidente que se esforzaba por encontrar las palabras adecuadas.

-Estoy acostumbrado a llevar las riendas, lo necesito. Y tú me lo fastidiaste en la limusina; no me sentó bien.

-¿Ah, sí?

-Apo, nunca he experimentado algo como aquello. No creía que me fuera posible. Y, ahora que lo conozco..., tengo que tenerlo, tengo que tenerte a ti.

-Mile, es sólo sexo. Super estupendo, sí, pero eso no puede joderte la cabeza cuando las personas que intervienen no son adecuadas la una para la otra.

-Tonterías. He admitido que metí la pata y no puedo cambiar lo que ocurrió, pero estoy seguro como que la mierda termina meada de que quieres cortar conmigo por aquello. Expusiste tus normas y yo traté de adaptarme a ellas, pero tú no quieres hacer ni lo más mínimo por adaptarme a mí. Tenemos que encontrarnos a medio camino. -Tenía la cara rígida por la frustración-. Cede un poco.

Le observé detenidamente, intentando comprender qué estaba haciendo y adónde quería llegar.

-¿Qué pretendes, Mile? -le pregunté suavemente.

Me sujetó la cara con la mano.

-Pretendo seguir sintiéndome como cuando estoy contigo. Sólo tienes que decirme lo que debo hacer. Y dame un margen de error. No he hecho esto nunca en mi vida, y siempre hay una fase de aprendizaje.

Le tanteé el corazón y comprobé que latía impetuosamente. Era impaciente y apasionado, y eso me encendía. ¿Cómo tenía que responderle? ¿Con la razón o con el corazón?

-¿Qué es lo que no has hecho nunca?

-Lo que sea necesario para pasar contigo el mayor tiempo posible. En la cama y fuera de la cama.

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