CAP 48

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Mile lanzó la toalla al cesto de ropa sucia. Después, cogió una toalla para secar el charco que había dejado en el suelo y se quitó los zapatos. Para mi completo deleite, empezó a quitarse la ropa mojada.

—Te sientes culpable porque ella sigue enamorada de ti —dije extasiado mientras le veía.

—Sí, así es. Conocí a su marido. Era un buen tipo y estaba loco por ella, hasta que supo que ella no sentía lo mismo y todo se vino abajo.

Me miró mientras se quitaba la camisa.

—Yo no entendía por qué él lo permitió. Se había casado con la chica que quería, vivían en otro país, lejos de mí, ¿Qué problema había? Ahora lo entiendo. Si tú quisieras a otra persona, Apo, yo me rompería en pedazos, cada día de mi vida. Me destrozaría incluso si estuvieras conmigo en lugar de con ese otro. Pero al contrario de Giroux, yo no te dejaría marchar. Quizá no te tendría del todo, pero seguirías siendo mío y me conformaría con ello.

Entrelacé los dedos en mi regazo.

—Eso es lo que me asusta, Mile. No sabes lo que vales.

—Lo cierto es que sí. Doce mil millo...

—Cierra la boca. —Giré la cabeza y apreté los dedos contra mis ojos—. No tiene tanto misterio que las personas se enamoren de ti y continúen estándolo. ¿Sabías que Magdalena se dejó el pelo largo con la esperanza de recordarte a Corinne?

Se bajó los pantalones y me miró frunciendo el ceño.

—¿Por qué?

Suspiré ante su ignorancia.

—Porque cree que es a Corinne a quien quieres.

—Entonces es que no está prestando atención.

—¿No? Corinne me ha dicho que habla contigo casi todos los días.

—No tanto. A menudo no estoy disponible. Ya sabes lo ocupado que estoy. —En sus ojos apareció la mirada caliente que me era tan familiar. Supe que estaba pensando en las veces en que estaba ocupado conmigo.

—Eso es una locura, Mile. Que te llame todos los días, que te aceche así. —Lo cual me recordó que ella me había contado que había sido tan posesivo con ella como lo era conmigo. Eso me inquietó terriblemente.

—¿Adónde quieres llegar a parar? —preguntó con una voz teñida de diversión.

—¿No lo entiendes? Haces que las mujeres y hombres pierdan la cabeza porque eres lo máximo. Eres el gran premio. Si alguien no puede tenerte, sabe que tiene que conformarse con algo inferior. Así que no pueden pensar en no tenerte. Simplemente piensan en locuras para conseguirte.

—A excepción el único al que quiero —contestó con frialdad—, que pasa gran parte del tiempo corriendo en la dirección opuesta.

Me quedé mirándolo con descaro, empapándome de él mientras permanecía allí de pie, desnudo, delante de mí.

—Contéstame a una pregunta, Mile. ¿Por qué me deseas a mí, cuando puedes conseguir la perfección? Y no lo digo porque esté buscando cumplidos ni palabras de consuelo. Te estoy haciendo una pregunta sincera.

Me cogió y me llevó al dormitorio.

—Apo, si no dejas de pensar en nosotros como algo temporal, voy a tener que darte de azotes y asegurarme de que te gusta.

Me dejó en una silla y fue a buscar en mis cajones.

Vi que sacaba ropa interior, pantalones de yoga y una camiseta.

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