CAP 32

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Mile se plegó sobre mí con el pelo cayéndole hacia adelante y haciéndome cosquillas en el pecho y con los pulmones agitándose con fuerza.

-Dios, no puedo pasar un solo día sin esto. Incluso las horas del trabajo se me hacen demasiado largas.

Pasé los dedos por las raíces de su cabello, húmedas por el sudor.

-Yo también te he echado de menos.

Me acarició los botones con la nariz.

-Cuando no estás conmigo, siento que... No vuelvas a marcharte, Apo. No puedo soportarlo.

Me levantó para tenerme delante de él, ocultando su polla dentro de mí hasta que las suelas de mis zapatos tocaron el suelo de parqué.

-Ven conmigo a casa ahora.

-No puedo dejar a Iván.

-Entonces nos lo llevaremos con nosotros. ¡Shh! Antes de que protestes, lo que sea que él desee sacar de esta fiesta puedo conseguírselo yo. Quedándose aquí no va a lograr nada.

-Quizá se esté divirtiendo.

-No quiero que estés aquí. -De repente, parecía distante, con un tono de voz demasiado controlado.

-¿Sabes cuánto me duele que digas eso? -protesté en voz baja sintiendo un fuerte dolor en el pecho-. ¿Qué tengo de malo para que no quieras que me acerque a tu familia?

Me abrazó y sus manos vagaron por mi espalda con dulces caricias.

-No, cielo. Tú no tienes nada de malo. Es esta casa. No... no puedo estar aquí. ¿Quieres saber qué es lo que pasa en mis sueños? Es esta casa.

-Vaya. Lo siento, no lo sabía. -Sentí en el estómago un nudo de preocupación y confusión.

Algo en mi voz hizo que me diera un beso en el entrecejo.

-Hoy he sido brusco contigo. Perdona. Me pongo tenso y nervioso cuando estoy aquí, pero eso no es excusa.

Coloqué las manos en su rostro y lo miré a los ojos, viendo las tumultuosas emociones que tan acostumbrado estaba a ocultar.

-No te disculpes nunca por mostrarte conmigo tal cual eres. Eso es lo que quiero. Quiero ser el lugar donde te sientas seguro, Mile.

-Lo eres. No sabes cuánto, pero encontraré el modo de decírtelo. -Apoyó su frente sobre la mía-. Vámonos a casa. Te he comprado unas cosas.

-¿Sí? Me encantan los regalos. -Sobre todo si procedían de mi autoproclamado novio nada romántico.

Con cuidado, empezó a salirse de mí. Me sorprendió ver lo húmedo que estaba, lo mucho que se había corrido. Los últimos centímetros de su polla salieron precipitadamente y el semen manchó la parte interna de mis muslos. Un momento después, dos insolentes gotitas cayeron sobre el suelo de parqué entre mis piernas extendidas.

-Ay, mierda -gruñó-. Eso ha sido jodidamente excitante. Se me está poniendo dura otra vez.

Me quedé mirando la descarada manifestación de su virilidad y sentí calor.

-No puedes hacerlo otra vez después de esto.

-¡Cómo que no puedo?

Colocando la palma de la mano en mi sexo, frotó la humedad por mi cuerpo, cubriendo y masajeándolo. La euforia se extendió por mi cuerpo como el calor de un buen licor, una sensación de satisfacción que procedía únicamente de saber que Mile había encontrado el placer en mí y en mi cuerpo.

-Me convierto en un animal contigo -murmuró-. Quiero marcarte. Quiero poseerte tan completamente que no haya separación entre los dos.

Empezó a mover la cadera en diminutos círculos mientras sus palabras y caricias volvían a avivar el deseo que había provocado con los embistes de su polla. Yo quería correrme otra vez, sabía que me sentiría un desgraciado si tenía que esperar hasta llegar a su cama. Con él, yo era también una criatura sexual con la que tenía tal sintonía física y tan positiva que nunca me haría daño físicamente, que me haría sentir... libre.

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