CAP 21

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Primero fuimos a la tienda de telefonía móvil. La encargada que nos atendió parecía muy susceptible al magnetismo de Mile. Se desvivía en cuanto él mostraba el menor interés en cualquier cosa, y enseguida se lanzaba dar detalladas explicaciones e invadía su espacio para hacerle demostraciones.

Yo intentaba separarme de ellos y buscar a alguien que me atendiera a mí, pero Mile me agarraba de la mano y no dejaba que me separase de su lado. Luego discutimos sobre quién iba a pagar; parecía pensar que debía ser él, aunque el teléfono y la cuenta eran míos.

—Ya te has salido con la tuya al elegir el proveedor —señalé, apartando su tarjeta de crédito y empujando la mía para que la chica la cogiera.

—Porque es práctico. Al pertenecer a la misma red, las llamadas que me hagas son gratis. —Cambió las tarjetas hábilmente.

—Como no quites de ahí esa puñetera tarjeta, no te llamaré en absoluto.

Eso sí funcionó, aunque era evidente que no le hacía ninguna gracia. Tendría que superarlo.

Cuando volvimos al Bentley, parecía haber recuperado el humor.

—Ya puedes dirigirte al gimnasio, Angus —le dijo a su chófer, acomodándose en el asiento. Entonces sacó su smartphone del bolsillo. Grabó mi nuevo número en su lista de contactos; luego me cogió de las manos mi teléfono nuevo y programó mi lista con los números de teléfono de su casa, de su oficina y de sus móviles.

Apenas había terminado cuando llegamos al PhakphumTrainer. Como era de esperar, aquel moderno gimnasio de tres plantas era el sueño de cualquier entusiasta de la salud. Me impresionó la elegancia y la máxima calidad de hasta el último rincón. Incluso el vestuario de hombres era como sacado de una película de ciencia-ficción.

Pero lo que realmente me puso la piel de gallina fue el mismísimo Mile cuando, al terminar de ponerme la ropa de deporte, me lo encontré esperándome en el pasillo. Él llevaba unos pantalones cortos y una camiseta sin mangas, lo cual me permitió ver por primera vez sus brazos y piernas desnudos.

Me paré tan de repente que alguien que venía detrás se chocó conmigo. No sabía cómo disculparme; estaba demasiado ocupado devorando visualmente el cuerpo de Mile. Tenía unas piernas tonificadas y vigorosas, perfectamente proporcionadas a sus esbeltas caderas y cintura. Se me hacía la boca agua cuando le miraba los brazos. Tenía unos bíceps delineados a la perfección, y las gruesas venas que le recorrían los antebrazos le daban un aspecto brutal y endemoniadamente sexy al mismo tiempo. Llevaba el pelo recogido atrás, lo que hacía resaltar la definición del cuello, las mandíbulas y los rasgos esculturales de su rostro.

¡Dios! Conocía a aquel hombre íntimamente. No acababa de asimilarlo, no con la prueba irrefutable de su excepcional belleza allí delante.

Y estaba mirándome con el ceño fruncido.

Separándose de la pared donde había estado apoyado, vino hacia mí, luego me rodeó. Me recorrió con los dedos el estómago y la espalda desnudos según daba la vuelta, poniéndome la carne de gallina. Cuando se detuvo delante de mí, le eché los brazos al cuello y le incliné hacia mí para plantarle un sonoro y juguetón beso en la boca.

—¿Pero qué demonios llevas puesto? —preguntó, ligeramente apaciguado por mi entusiástico recibimiento.

—Ropa.

—Pareces desnudo con esa camisa sin mangas.

—Creía que te gustaba desnudo. —En mi fuero interno estaba muy satisfecho con la elección que había hecho aquella misma mañana antes de saber que él me acompañaría. La parte superior consistía en un corte redondo, sin mangas. Una camisa que un poco olgada en la parte inferior, pero un poco ajustada en la parte de los pectorales. A lo que Mile ponía peros era al color, que hacía juego con la pantaloneta un poco más arriba de las rodillas.

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