CAP 7

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—Tu madre y Stanton no permitirán, de ninguna manera, que vengas aquí varias veces a la semana —dijo Ivan, abrigándose con su elegante chaqueta de tela vaquera, aunque no hacía más que un poco de fresco.

El almacén reformado que Parker Smith utilizaba de estudio era un edificio de ladrillo caravista situado en una zona de Brooklyn, anteriormente industrial, que buscaba renovarse. El espacio era enorme, y en las grandes puertas metálicas del área de carga no había nada que indicara lo que ocurría en el interior. Ivan y yo nos sentamos en las gradas de aluminio y observamos a la media docena de púgiles que había en las esteras de abajo.

—¡Ay! —Hice una mueca de dolor en solidaridad con el tipo que había encajado una patada en la ingle. Incluso con el acolchado, aquello había tenido que doler—. ¿Y cómo va a enterarse Stanton, Ivan?

—¿Por qué acabarás en el hospital? —Me miró—. En serio, el Krav Maga es brutal. Simplemente están entrenando, y es de contacto pleno. Y si no te delatan los moratones, tu padrastro se enterará de alguna forma. Siempre lo hace.

—Por mi madre; ella le cuenta todo. Pero no tengo intención de hablarle de esto.

—¿Por qué no?

—No lo entendería. Pensará que quiero protegerme por lo que pasó, y se sentirá culpable y me dará la vara con ello. No se creerá que mi principal interés radique en el ejercicio y el alivio del estrés.

Apoyé la barbilla en la palma de la mano y observé a Parker aleccionar en la pista a una mujer. Era un buen instructor. Paciente y riguroso, explicaba las cosas de una manera fácil de entender. Su estudio estaba en un barrio conflictivo, pero pensé que resultaba apropiado para lo que él enseñaba. Qué mejor que aquel inmenso almacén vacío para aprender defensa personal en situaciones reales.

—Ese Parker está como un tren —murmuró Ivan.

—También lleva una alianza.

—Ya me he fijado. A los mejores siempre los cazan enseguida.

Parker se reunió con nosotros cuando terminó la clase, radiantes sus ojos oscuros, y aún más radiante su sonrisa.

—¿Qué te parece, Apo?

—¿Dónde hay que firmar?

Ante aquella sonrisa tan sensual, Ivan se me acercó y me apretó la mano hasta dejarme sin sangre en ella.

—Venid por aquí.

El viernes comenzó de manera abrumadora. Mark me explicó el proceso de recoger información para una solicitud de propuesta, y me habló un poco más acerca de Phakphum Industries y Mile Phakphum, señalando que él y Phakphum tenían la misma edad.

—A veces tengo que recordármelo —dijo Mark—. Resulta fácil olvidarse de lo joven que es cuando le tienes delante.

—Sí —coincidí, en el fondo decepcionado porque no iba a verle en los siguientes dos días. Me fastidiaba, por mucho que me dijera a mí mismo que no importaba. No me había dado cuenta de que me emocionaba la posibilidad de que nos encontráramos hasta que esa posibilidad desapareció. No tenía nada ni por asomo tan apasionante planeado para el fin de semana.

Estaba tomando notas en el despacho de Mark cuando oí que sonaba el teléfono de mi mesa. Me disculpé y corrí a cogerlo.

—Oficina de Mark Garrity...

—Apo, cariño, ¿Cómo estás?

Me dejé caer en la silla al oír la voz de mi padrastro. Stanton me sonaba siempre a alta alcurnia: refinado, altanero y arrogante.

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