Running away

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Lalisa sonrió cuando el viento invernal de Corea dio de lleno en su rostro, e inspiró con fuerza.

Lo había hecho. Al fin.

-¿Podrías moverte? Algunos de nosotros sí queremos salir del aeropuerto hoy.-La voz nasal llegó desde detrás de ella, pero Lisa ni se molestó en girarse, simplemente siguió caminando hacia adelante, hasta quedar parada sobre la acera frente al Aeropuerto Internacional de Incheon.

Su nueva vida comenzaba.

-¿Señorita? ¿Necesita que la lleve?-Uno de los taxistas que aparcaba frente al aeropuerto la miraba desde el asiento del conductor, sonriendo.

-Sí, por favor.-Se apresuró a contestar, y una vez que el hombre, cuarentón, canoso y con una enorme sonrisa, la ayudara a guardar su equipaje en el maletero, se subió al asiento trasero del pequeño coche negro.

-¿A dónde desea ir?

-Ah, cierto, un momento.-Apresurada, la castaña rebuscó dentro de su mochila, intentando localizar aquel papelito en el que había anotado la dirección del departamento. Chicles, celular, auriculares, ¡Papel! -Gwanghwamun, frente al palacio real de Seul.

El coche se unió al pesado tráfico de la ciudad, avanzando hacia el diminuto y precioso departamento en el que Lisa viviría a partir de ahora.

-¿Es usted extranjera?

-Sí, soy de Bangkok.

-¡Bienvenida a Seul, entonces!

-Muchas gracias.-Sonrió Lisa de vuelta.

Qué feliz estaba.

Por fin lo había dejado todo atrás.

Adiós Nichkhun y Jessica , adiós Sorn, adiós Ten, adiós Bangkok.

Hola Seul. Hola sueños.

-Señorita, serán 20.000 wones.- Lisa rebuscó en su enorme monedero rosado, hasta que consiguió dar con uno de los grandes billetes con la cara de un rey impresa en ellos, y se lo entregó al taxista.

Cinco minutos más tarde, y con su gigantesca maleta verde manzana en una mano, Lisa entraba caminando en su nuevo hogar.

Y eso fue todo lo que logró hacer, entrar, porque el lugar era tan endemoniadamente pequeño que en dos pasos ya lo recorrías por completo.

Apostaría a que podía ducharse y desayunar al mismo tiempo.

-Es lindo.-Decidió, luego de unos cuantos minutos de examinarlo, y su nuevo casero le sonrió.

-Me alegro. Cobraré la renta todos los días diez de cada mes, recuérdelo, señorita Manoban.

-Lo haré.-El casero se despidió, y cerró la puerta, y Lisa volvió a echarle un vistazo al pequeño rectángulo en el que consistía su nuevo hogar.

De un lado del rectángulo, se encontraba una cama de dos plazas, bien pegada al ras del suelo, junto con un pequeño televisor en frente. Del otro lado del mono ambiente estaba la diminuta cocina, la mesa para dos personas y la nevera, que no superaba el metro de altura. Frente a ella se encontraba la única puerta dentro de todo el lugar, y daba al baño.

Lisa adoró su hogar desde el primer momento.

Sí, podría ser pequeño, y hasta algo incómodo, pero para ella representaba toda su nueva vida. Su libertad recién adquirida.

Irse de Bangkok, de la casa de sus tíos, había sido lo más arriesgado que había hecho en sus cortos 18 años de vida, pero era lo que había necesitado hacer desde que descubrió la traición de Ten.

They shine for you, my love 곷 ChaelisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora