Capítulo XXVI: Yo por mi hombre mato... No maté a nadie pero mato.

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— Maldito desgraciado que me quería comprar con café.

Después de que Lina lo despertara del canto de sirena para atrapar a Thiago, le mandé el mejor golpe que dado en mi vida.

Por consecuencia, le rompí la naríz. Y también me llevé miradas de "¿Es enserio?"

— ¿Qué? ¿Cómo reaccionarían si tienen delante de ustedes a alguien que inculpo a un ser querido tuyo, ahora está en la cárcel y además tiene el descaro de mentir?

Enseguida todos me habían dado su voto de razón.

Pequeño contexto: Le tendimos una trampa a Thiago para desenmascarar su cambiaformas y entregarlo a su padre.

— ¿Cómo concuerdan con ella? Está loca.

— Te recuerdo que esta loca sigue teniendo anillos, puños y un buen motivo para volver a golpearte y en vez de romperte la nariz, sea la costilla izquierda.

— ¿Donde estoy?

— En un lugar donde nadie oye tus gritos.

Después de un rato de conversación difícil donde no quería cooperar, Jinx le dió un descarga eléctrica con el paralizador.

Gracias a eso todos se fueron.

Después de un rato llegó el padre de Thiago y nos llevaron a la comisaría. Había pasado a dejar mis anillos escondidos en un frasco de Val en su estudio.

— El sheriff Myers no va a presentar cargos por secuestro, lo cual es un milagro en estas circunstancias.

— Por supuesto que no. ¿Cuando lo descubrió?

— ¿Qué?

— Cuando le di la pista de la cueva, ¿Ya lo sabía verdad?

— Hermana, sabes que te quiero pero ¿Tú crees que si el sheriff hubiera sabido lo hubiera internado en un psiquiátrico en Inglaterra o algo por el estilo? Ni siquiera sabía cómo se sentía su propio hijo algunos días.

— Señorita Edevane- me miró el sheriff en advertencia.

— Lo siento, tardes con Lety necesitaba de un Caramel expreso bien helado y se suponía que Thiago era mi amigo.

— Jinx, ya basta.

— Valentino D'Ruzzo es el cambiaformas, tenemos evidencia que tú misma nos diste y por eso les doy un último pase.

— Sheriff, ya hablamos sobre esto usted y yo, y decidió no creerme.

— Él también va a traicionarlo.

— Adiós final de batalla de ángeles- me tiré en una de las sillas del sheriff.

— Nos vamos.

— No hubiera hecho mi escena trágica.

Salimos ambas en lo que creo que Gala se disculpaba.

— Jinx.

— Thiago, ¿Qué haces?- el sheriff salió apurado cuando vió a su hijo con nosotras.

— Eran mis amigas, y estas aquí. Nada podría mal.

El sheriff le concedió un momento.

— ¿Qué quieres?

— Preguntar algo.

— Pues adelante.

— ¿Qué se siente?

— ¿Qué cosa?

— ¿Perder?

No la había hecho.

Le Chante de la MortDonde viven las historias. Descúbrelo ahora