𝟑𝟔. 𝐄𝐥 𝐛𝐞𝐬𝐨 𝐝𝐞𝐥 𝐝𝐢𝐚𝐛𝐥𝐨

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Había besado a muy pocos chicos en mi vida. Tres para ser exacta. Y lo única que sabía, era que cada uno de ellos transmitía una sensación diferente.

El primero, Killian, transmitía confianza y seguridad, sabía que con él estaba protegida, y que eso, de alguna manera, me traería calma.

Xavier, el segundo, fue sin duda el más dulce. Sabía que tenía sentimientos por él, pero nunca pensé que se manifestaran con más potencia cuando sus labios y los míos se rozaran. Él era la paz que tanto busqué a lo largo de mi vida, la dulzura y la compañía que necesitaba para mi vida solitaria y maldita. Era Él.

Sin embargo, nunca pensé que besaría al mismísimo diablo, a aquel del que tanto escribían, a aquel del que tanto temen. Él transmitía fuego, sensualidad y poder, y era una sensación peligrosa, pero a la vez adictiva. Sentía que era como una droga que querría seguir probando, pero de la que ya no quedaban más dosis.

Ahora me encontraba a las puertas de Nevermore. De nuevo. Esta vez, sola, pero más poderosa y confiada que nunca. Sabía más sobre mi pasado y sobre mí, y si algo había aprendido de Aretha Laveau, era que la mayor arma de una mujer, era el conocimiento.

Caminaba con mis maletas hasta llegar a la nueva habitación que me habían asignado. Una pequeña nota había llegado a mi posesión  con mis nuevos horarios y clases, y con la nueva ubicación de mi habitación, la cual, al parecer ahora sería de tres.

Los pasillos se encontraban vacíos, como si no hubiera estudiantes en la academia, a pesar de haber empezado las clases hacía una semana.

Dejé mis cosas en mi habitación. Por la decoración que había en esta, supe que por suerte, compartiría con Enid y Miércoles, tal vez de alguna forma lo sabían, porque al llegar encontré un regalo envuelto que contenía una libreta de bocetos. Sonreí ante el detalle y me cambié para vestir el uniforme de la academia, sentía que este había cambiado, ahora la falda nos llegaba a las rodillas en vez de a los tobillos, y las líneas que pintaban el uniforme de azul ahora eran grises.

Caminé hacia la que sería mi primera clase, sintiendo esa desolación en los pasillos muy poco propia del Nevermore que conocía.

Finalmente, me encontré frente a una gran puerta de madera, sería mi nueva clase de botánica avanzada, la clase que daba la Señorita Thornhill. Toqué dos veces la puerta, para escuchar una voz dulce decir ''adelante''.

Entré en la clase sintiendo que todo era un espejismo. La profesora me miró como si hubiera visto un muerto, y las miradas de los alumnos se clavaron en mí.

- ¿Puedo pasar?- Pregunté ante la incomodidad del momento. La profesora asintió aturdida, como si me conociera de algo, aunque yo no la había visto en mi vida. Era morena, muy joven, de piel pálida y porcelánica, ojos oscuros y cabello recogido en un moño, vestía un traje estilo victoriano negro, y sostenía un antiguo libro de botánica.

Caminé por la clase buscando un asiento vacío con la mirada.

- Aquí hay sitio- Elevé la mirada, y de repente el espejismo se desvaneció.

Me senté al lado de Xavier, me miraba sonriendo, clavando en mí sus ojos azules, y haciéndome sentir de nuevo en casa. Gracias por tanto...

- Señorita ¿Podría decirme su nombre y el motivo de su tardanza?- La profesora me hizo volver a la realidad.

- Eris Lovelace, estaba de viaje, aunque creo recordar que mi tardanza estaba notificada- Había algo en esa profesora que no me terminaba de cuadrar, aunque supongo que es mi desconfianza ante cualquier persona ante lo ocurrido la última vez que pisé Nevermore.

El resto de la clase fue sorprendentemente aburrida, aunque a diferencia de Thornhill, la Señorita La Croix sabía explicar y comprendía su asignatura, y en cierto modo, la intentaba mostrar interesante, aunque en mi no brotara una sola pizca de interés.

Tras aquella clase que parecía ser interminable, en silencio y sin decir una sola palabra, los alumnos caminaron hacia la siguiente clase, era una imagen perturbadora y a la vez, misteriosa.

En todas mis clases no tuve oportunidad de hablar con nadie ni mirar a nadie, era como si la academia hubiera sido asolada por un régimen siencioso tras la vuelta de las vacaciones.

Todos los profesores fueron los mismos que el semestre pasado, exceptuando a la profesora de botánica y la de artes ocultas, quien tenía un aire similar en la mirada a la Señorita La Croix, pero cuyo nombre nadie sabía. Era joven y con el cabello pelirrojo y largo, lo dejaba caer en una melena preciosa mientras que su rostro, pálido y pecoso, contrastaba con esos ojos azulados, ella se veía más bondadosa, aunque tuvo la misma reacción que la Señorita La Croix al verme, no sabía que solía causar esa impresión en las personas.

Al finalizar las clases, me alejé de mis compañeros para caminar sola por los pasillos y vagar por la academia hasta ver que habían hecho un altar lleno de notas dedicado a Weems. Me acerqué y dejé una que decía:

''Fuiste demasiado, incluso para esta academia''

Caminé hasta llegar a la biblioteca, que tenía un cartel de ''cerrado'', y caminando por aquellos pasillos, acabé en la sala de arte.

Esta seguía siendo aquel rincón vacío que disfrutaba desde el primer día. Entrar ahí era como retornar a noviembre, cuando vine y no sabía nada de mí, de mis poderes, de mi familia...

A veces creo que habría sido mejor así, seguir con mi vida sin conocer nada, siendo vagamente feliz en la ignorancia y disfrutando de la soledad, no como una maldición, sino como una amiga.

Me senté en nuestro pupitre, aquel que tantas veces había compartido con Xavier. No podía evitar recordar su beso y todos los momentos que habíamos vivido, era como si mi viaje me hubiera hecho aparcar todo recuerdo de la gente a la que quiero para centrarme en un objetivo que ya había descubierto. Y que no tenía claro si me gustaba o no, solo sabía que ya no podría hacer nada contra lo que sabía.

- Sabía que estarías aquí- Elevé mi cabeza de mi nuevo cuaderno de bocetos para ver a Xavier entrando a la sala. Se había cortado un poco el pelo, y ahora sus ojos brillaban más que antes.

- Me alegro de verte- Dije sonriéndole de vuelta- ¿Qué ha sido de tí?

- Podría preguntarte lo mismo sobre tu misterioso viaje- Contestó él sentándose a mi lado. Me apoyé en su hombro en silencio, mientras noté su corazón latiendo con fuerza.

- He ido de expedición- Dije riendo- Al menos eso podría decirse-

Él comenzó a acariciar mi cabello, yo noté su sonrisa y su pulso descendió.

- Seguro que has hecho algo grandioso y súper importante para tí- Dijo él con un tono de voz que simulaba el misterio- Siempre lo haces...

- ¿Miércoles no os dijo nada?

- Ella decía que estuviste unos días en su casa, pero luego cambiaba de tema de conversación- Dijo tomando mi cuaderno y ojeándolo- Ha cambiado mucho desde que vino, de hecho este cuaderno fue idea suya.

- Es una gran persona, lo que pasa es que asocia los sentimientos con la debilidad.

- ¿No son eso?- Preguntó él como respuesta.

- ¿Qué quieres decir?

- Los sentimientos hacen que la más dura roca se ablande, así es más fácil romperla- No sabía bien a lo que se refería, y tenía mis dudas sobre si hablaba de nosotros, no sabía cómo, pero me sentí un tanto molesta.

- ¿Eres tú esa roca?- Dije quitando la cabeza de su hombro

- A mi no me importa que me rompan con facilidad...- Contestó mirándome y haciendo que esa molestia pasajera se fuera cuando sus ojos de hielo se clavaron en los míos- Los sentimientos te hacen débil, pero eres tú quien elige a quién le das el poder de romperte, es por eso que confío en que tú no lo harás-

Ambos nos miramos, siempre que pasaba esto era como si el resto del mundo se volviera borroso, me encantaba esa sensación. Sabía que cuando alguien te gustaba, sentías mariposas en el estómago y un nerviosismo extraño, pero con Xavier era todo paz, y eso era maravilloso.

𝐋𝐚𝐬 𝐛𝐫𝐮𝐣𝐚𝐬 𝐝𝐞 𝐍𝐞𝐯𝐞𝐫𝐦𝐨𝐫𝐞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora