Capítulo 1.

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Karol.

—¡Uno, dos treeeees! ¡Feliz año nuevooo!

Las risas y abrazos se reparten por toda la casa, mientras los fuegos artificiales se escuchan afuera. Todos tiene su copa en la mano, y claro, los brindis no se hacen esperar. Muchos deseos se escuchan a la par de los aplausos emocionados por un nuevo año que supone la llegada de muchas cosas nuevas.

Este será un año maravilloso. Lo presiento. Algo en mi me lo dice.

Y claro que ya lo estamos empezando bien, con una casa maravillosa, vistas preciosas y un ambiente que te maravilla. La costas de malibú son una cosa de locos, eso y uno de los mejores sitios para vacacionar en estos tiempos.

Apenas habíamos llegado ayer. Fue un viaje cansado y lento, los viajes de fin de año siempre son los más exigentes, pero creo todo eso se ve compensado justo ahora que disfrutamos del inicio de año.

No hay mejor manera para iniciarlo que junto a mi familia, amigos y lo mejor con el amor de mi vida. Los padres de mis amigos tienen buenas relaciones con los míos, cosa que no es tan complicada cuando se tiene dinero y viven en un mismo círculo donde todos saben de todos, así que no fue muy difícil conseguir algunos permisos para este viaje.

Sonrío cuando veo a Ruggero caminar caminar mi dirección después de huir saludado a todos su amigos y yo por supuesto, a mis padres.

—Feliz año para ti, mi amor —sus brazos envuelven mi cintura—. No te había visto, te ves preciosa.

—Feliz año para ti también... —susurro cerca de sus labios—. Te perdí por un instante, pero ahora que te veo, luces genial.

—Estaba siendo acosado por allá —señala a sus amigos—, pero ahora estamos aquí, los dos juntos.

La terraza brinda una imagen grandiosa de la noche. Con los fuegos artificiales brillando en el cielo.

—Este, será nuestro año —afirmó orgullosa—. Nuestro año.

—Ya lo creo, y tú ya serás toda una señorita con 18 años. ¿Lista para la tortura? —por supuesto se gana una mala cara.

—No me lo digas —reprocho—. Con solo oír el número sé que se viene cosas más serias en mi vida. Muchas exigencias a mi pobre cuerpo.

Su risita burlona me hace rodar las ojos y cruzarme de brazos —en cuanto me despego de él— haciendo un puchero.

—Si te sirve de consuelo, yo te seguiré tratando como mi bebé. No me molesta en lo absoluto. Es más, diría que es una de las cosas que más me gustan.

—¿Te sacrificaría así por mí?

—Correré el riesgo —sonríe.

—Pues no me molesta esa idea —me acerco a sus labios, robándole un beso, y es que, jamás voy a cansarme de sus deliciosos besos, ni de sus labios suaves—. Creo que puedo vivir con tu dolor.

Beso sus labios, de forma lenta, sintiendo ese cosquilleo que recorre las puntas de mis dedos y las maripositas no solo en mi estómago. Un carraspeo a nuestra espalda nos sobresalta y rompe la burbuja de nuestro momento íntimo. Giro en busca de quien es el culpable de esa interrupción, pero cualquier reclamo queda en el aire cuando veo a papá que está cruzado de brazos mirándonos seriamente.

¡Por dios! Nunca me hizo problemas y ahora, ¿sí?

—Deberíamos ir todos a la mesa —sugiere—. La cena ya está servida y no creo que quieran perdérsela, ¿no? —su voz seria me hace dar cuenta que si está molesto o algo... cercano a eso—. ¿Qué esperas, Karol?

DIOSA 2 | ¿Puede el hechizo ser eterno?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora