Capítulo 8.

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Suspiro recostándome en el auto. Mis manos reposan dentro de mis bolsillos mientras veo a Agustín que se acerca a paso lento y que alza su mano a modo de saludo, manteniendo su distancia.

—Hey —me saluda. Yo solo asiento con la cabeza.

Esto es incómodo.

Disimulo mirando a otro lado, como si no sintiera la mirada de Noah y Marco sobre nosotros.

—¡Por dios!, ¿Pueden parar? —Noah reniega—. Parece que los que se hubieran besado hubiesen sido ustedes dos —nos señala—. Estoy seguro que si hubiera sido así no estarían tan tensos como ahora.

—Yo estoy normal —me defiendo de inmediato—. Estás inventando cosas.

—¿Inventando? Te crees que la cara de sufrimiento entero que se cargan los dos, ¿es normal? He visto cosas normales y eso, créeme, no lo es.

—¿Acabas de insultarnos? —protesta Agustín.

—Basta los dos —ignora su pregunta, retomando el discurso—. Su tensión hace muy pesado el ambiente, y mira que me está gustando este grupo como para que vengan a arruinarlo.

Ezra juega con la pajilla de su jugo, distraído. Se nota que no le importamos.

—Ya dejen de complicarse —sigue Marco—. Solo fue un reto, y de esa noche a hoy, ha pasado ya mucho. Estoy seguro que ni las chicas se encuentran como ustedes.

—Tres días —mascullo.

—¿Lo ves? Mucho —concluye.

Habían pasado tres días desde la noche de esos besos y no habíamos hablado desde entonces. De hecho, yo estaba evitando hacerlo. Especialmente  porque luego de eso yo simplemente tomé la mano de Karol y salí con ella del lugar. ¿Recuerdo a dónde? No. ¿Y lo que hicimos? Eso... tal vez.

Suspiro incómodo. Bien, es acabar con esto o seguir viéndonos como idiotas, así que le brindo la mano al que ha sido mi hermano de toda la vida. Agustín duda un momento antes de darme la mano pero finalmente lo hace, y lo concluye con una pequeña palmada en mi espalda.

—¿Ustedes creen que Valentina y Karol estén bien? —pregunta Marco—. Después de todo son mejores amigas.

—¡Já! Ellas están como si nada —habla Noah—. No niego que hubieron sus cinco minutos de tensión y en los que no querían verse pero después nos conocemos hace años. Dudo que algo como esto las haga odiarse.

—Lo apoyo —murmura por Ezra—. De hecho me sorprendió mucho la actitud de mi hermana. La imagina haciendo un problema gigante y reprendiendo a todo el mundo, pero no, ahí está. Tranquilita.

—Y ustedes matándose aquí por un beso —se burla Marco.

—Bueno ya, ya pasó —musito—. Estamos bien ahora, ¿no?

—No puedo creer que hayan pasado todo el día de la preparatoria sin hablarse. ¿Cómo aguantaron? —se burla Marco—. Si casi viven pegados el uno al otro.

—Hablas como si no pudiera vivir sin él —le digo—, y eso no es cierto.

—Si es cierto —dice orgulloso Agustín, para después guiñarme un ojo—. No podemos negar lo evidente.

Idiota.

Bastan segundos para que vuelva a ser él mismo conmigo.

Estoy a punto de protestar pero la voz femenina a mis espaldas me distrae.

—¿Ruggero?

Mi vista se dirige a la persona que me llama y la miro sin poder creerlo. Cara redonda, cabello castaño y estatura pequeña. No-puedo-creerlo.

DIOSA 2 | ¿Puede el hechizo ser eterno?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora