Capítulo 30.

121 9 6
                                    

Es difícil asimilar esta situación, mucho más aún sabiendo que hace horas todo estaba planeado de forma distinta.

Las frías paredes del hospital me asfixian y desesperan, y las imágenes en mi cabeza se repiten una y otra vez. Me veo a mi, corriendo como una loca desesperada por un bosque, sin control, buscando al chico del que estoy enamorada, y me veo llorando por él una y otra vez después de encontrarlo.

Las imágenes son desgastantes, horribles y perturbadoras.

Veo a Nathan lleno de sangre, con heridas, con las heridas de bala en el cuerpo y casi sin vida. Un recuerdo que me rompe el corazón una y otra vez.

Daría lo que fuera por evitar que eso pasara.

Daría mi vida por su lugar, y que a él no le pasara nada.

Valentina toma mi mano cuando nota que otra vez estoy llorando. Ha intentado que deje de hacerlo en las últimas dos horas, pero resulta ser bastante difícil de lograrlo. Quiero llorar, gritar, maldecir a todos, y especialmente quiero a Nathan conmigo.

Mi vista se desvía hacia algún punto, y ahí está él.

Ruggero, con su semblante serio, su porte imponente y el carácter duro que me mostró cuando me vio destrozada llorando. Se encuentras recostado en una de las paredes cercanas y me mira. Me está mirando.

Fue él único que logró calmar mis nervios hace un momento. Fue capaz de imponerme su dureza para que yo me haga fuerte, y le agradezco eso. Siempre.

Si no hubiera sido por él, quizás en este momento estaría volviéndome loca con un ataque de pánico al ver a Nathan al borde de la muerte. No recuerdo muy bien como es que llegó al hospital, no sé si alguien se lo dijo, pero lo importante es que estaba aquí, a mi lado, pero no literalmente.

—Todo va a salir bien, ¿de acuerdo? —Valentina susurra a mi lado dedicándome una tierna sonrisa—. Nathan es fuerte, seguro que esto solo será un mal recuerdo que contar.

No respondo. Solo un intento de sonrisa  se forma en mía labios intentando ser la respuesta.

Tienes que salir todo bien.

No puedo perderlo, no ahora que lo amo.

—Señores.

Por fin un doctor sale del área de emergencias, con el rostro neutro, ese que no ayuda a descifrar su mensaje. Los doctores siempre tienen esa característica, esa neutralidad que no te deja saber si lo que se viene es bueno o malo.

—Estará bien, ¿no es así?

El doctor lo piensa solo un momento.

—El joven está muy grave —anuncia con voz queda—. Voy a ser sincero. No creo que pase de esta noche. Su estado es muy delicado.

Un jadeo de sorpresa escapa de mis labios y puedo sentir como mis ojos se llenan de lágrimas, otra vez.

Yo vi la gravedad de las heridas pero algo en mi tenía la esperanza suficiente de que todo salga bien. Algo en mi me pide a gritos que no me rinda, que siga creyendo.

—¿Puedo quedarme? —pregunto rompiendo el inminente silencio—. ¿Puedo quedarte a cuidarlo? Soy su novia.

—Hija, no creo que esa sea una buena idea —comenta mi madre, con una mano en mi hombro.

—Quiero hacerlo —aseguro—. ¿Me dejará quedarme? —le pregunto de nuevo al doctor.

—Si esa es tu voluntad, adelante. Solo tenemos que llenar unas fichas en recepción y podrás hacerlo.

Asiento y tan rápido como lo dijo ya estoy caminando al área de recepción en donde debo llenar todo aquel papeleo. Tardo unos minutos, pero por fin, cuando está todo en orden me dirijo hacia mis padres. Me despido de ellos, de mis amigos, de... Ruggero. No sé si puede llamársele despedida a un simple gesto con la mano, pero para mi es mas que suficiente.

DIOSA 2 | ¿Puede el hechizo ser eterno?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora