Capítulo 29.

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—¿Y cuando vamos a conocer a tu novio Karol?

La pregunta de papá me golpea desprevenida, y es que se supone que era un desayuno de familia en un sábado tranquilo para convivir como lo que somos «familia», no para hablar de mi relación con Nathan. Maddi se dedica a golpear un poco mi espalda después de ahogarme con mi jugo de manzana.

De inmediato miro a Ezra, molesta. Él se queda con la cuchara a medio camino.

—Yo no dije nada —levanta las manos señalándose inocente—. No me mires así.

—¿Cómo te creo?

—Tendrás que confiar —sonríe.

—No has respondido a mi pregunta, Karol—interviene papá—. ¿cuándo es que vamos a conocer a ese novio tuyo?

—Yo creo que todavía no es necesario hablar de eso —me defiendo—. Apenas estamos comenzando.

—Es nuestro debe saber con que tipo de gente te relacionas —habla mi madre.

—¡Solo han pasado días! —me quejo—. Ni siquiera hemos cumplido un mes. No creo que en serio que esto sea necesario.

—Por dios, Karol —se burla Ezra—, no seas cínica, ustedes ya hasta hablan de matrimonio. No puedes decir que no es necesario.

Voy a matarlo. Juro que voy a matarlo.

—Solo conversamos de nuestro futuro —murmuro mirándolo mal—. No veo nada de malo en eso, hermanito.

—Igual quiero conocerlo —contrataca mi padre—, y no hay un no como respuesta.

—Mamá...

—Lo siento, hija, siempre es mejor conocer a las personas con las que te relacionas. Nunca sabes con quién te estás encontrando y creo que sabes muy bien a que me refiero.

Una indirecta.

—Eso fue en el pasado —murmuro—. No volverá a pasar.

—Y tú pasado te sigue persiguiendo hasta el día de hoy. Que no se te olvide.

No puedo defenderme. Mi madre no está diciendo alguna mentira y eso es lo que más me enfurece.

—Vas a decirle que asista al restaurante en donde haré la reservación —continúa mi padre—. Y que sea puntual por favor, sus padres también están invitados.

—No tiene padres —mascullo—. Vive solo.

Era mejor que lo supieran. No quería miradas incómodas ni preguntas entrometidas.

—Vive... ¿qué? ¿Cómo que vive solo?

—Lo que oíste, papá. Nathan no tiene familia y antes de que eso sea un problema, no, no es un delincuente o algo así. Sus padres  murieron y ya.

No creo que esa noticia les alegre mucho, así opto por ponerme de pie y estar un rato sola, pero  antes de que comience a subir las escaleras me detienen una vez más.

—Karol —masculla, yo me detengo—, qué no falte. Es un compromiso.

—Descuida, papá, no vamos a fallarte.

La mañana se pasa rápido, entre mi muy mala cara hacia Ezra y su cara de disculpa por parte de él hacia mi, las horas pasan muy rápido. Para cuando llega la tarde ya tengo a Nathan en la puerta de mi casa, con una gran sonrisa que va a borrarse en cuanto sepa lo de la cena.

—Hola, preciosa —saluda tan tranquilo, besando mi mejilla—. ¿Cómo has estado?

—No mucho mejor que tú —sonrío—, ¿pasas? —ofrezco—. Nadie va a comerte, si es que piensas eso.

DIOSA 2 | ¿Puede el hechizo ser eterno?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora