Capítulo 18.

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Salir de fiesta en estos ultimos días se había convertido en algo muy raro, pero esta vez era la excepción. Madisson había logrado convencerme en esta ocasión. Su advertencia era clara. Tenía que asistir si o si. Así que después de sus —nada— sutiles empujones terminé fuera de casa y plantada en una discoteca de renombre.

Al menos es de renombre.

Me muevo al ritmo de la música mientras disfruto de las sensaciones con los ojos cerrados. Sé que estoy sobria, ni una pizca de alcohol en mi cuerpo pero me encantaba sentir que estaba embriagada de emoción.

Madisson debería traerme más seguido a estos lugares.

Oh... deberás que era yo la que no quiere ir.

—Hola —el murmuro en mi oído me hace sobresaltar—. ¿Bailando sola?

Doy vuelta de inmediato.

—Nathan —escupo con fastidio.

—Cuanta emoción.

—¿Qué quieres? —pregunto de mala gana—. ¿Y qué haces aquí?

Él sonríe un poco, orgulloso de sí mismo. Orgulloso de no sé muy bien que, pero quiero creer que de lograr sacarme de mis casillas.

—Se ve que me amas. Saltas de emoción cuando me acerco.

—Casi llego al cielo —digo dándole la espalda para seguir bailando.

—Ya pedí disculpas —se excusa a mi espalda—. No seas tan orgullosa.

—Déjame bailar tranquila. Por allá está la sala de malos jugadores —señalo el apartado de un grupo muy minúsculo de chicos que a simple vista eran bastante distintos a los demás chicos—. Puedes irte.

—Amargada.

—Tonto.

—Engreída.

—Mal jugador.

—¿Quieres ya parar de atacarme con eso? Me duele.

—No sabes cuanto me duele eso —ironizo—. Adiós, chico —doy una palmada pequeña en su brazo y me alejo un poco más allá, buscando seguir bailando sola y en medio de todos.

No sabía muy bien donde estaban los otros, pero supongo que estaba muy lejos de mi.

Mientras bailo siento el peso de una mirada de sobre mí, ese pinchazo que te recorre la columna vertebral. Algo confundida comienzo a buscar quien es la o él responsable de mi sentir y segundos más tarde lo he descubierto.

Mi mirada se detiene en una chica rubia que me observa sonriente y con una copa de lo que sea en la mano. Una vista bastante atractiva, más por la forma en la que me mira y la forma por como mueve su copa y relame sus labios.

¿Qué está pasando por tu mente mujer?

De pronto se pone de pie y sonríe aun más acercándose y tan pronto como lo espero está frente a mí pidiendo permiso para bailar conmigo.

—¿Te conozco de algún lado? —me pregunta con voz suave—. Tu rostro se me hace conocido.

—Quiero creer que no. Dudo que me haya olvidado de ti.

—Creo lo mismo.

Con su sonrisa sútil se acerca a mi, y con una de sus manos sujeta mi cintura. Su nariz y aliento roza mi mejilla y me estremezco ante ese simple hecho. Nunca antes me había pasado esto.

No con una mujer.

La música trascurre durante cierto tiempo y en ninguno de esos minutos me sentido incomoda. Al contrario, me gusta. Me gusta más de lo que debería.

DIOSA 2 | ¿Puede el hechizo ser eterno?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora