Capítulo 17.

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—¿Y se puede saber a dónde vamos? —pregunta curiosa Valentina, mientras me sigue el paso.

—Al campo de entrenamiento —respondo—. Ezra olvidó sus chimpunes y no puede practicar sin ellos —agitó la pequeña caja en mis manos.

—¿No sé supone que eso es lo primero que debe tener? ¿Qué no debe llevarlos puestos?

—Ni me lo preguntes que no tengo la menor idea. Él amor lo tiene distraído —digo encogiéndome de hombros.

—Oye por cierto, ayer ya no estabas en el hospital en la mañana. Agustín me dijo que te quedarías toda la noche ahí y fui al día siguiente a recogerte para evitarte problemas, pero ya no estabas, ¿pasó algo?

¿Qué si pasó algo?

Pasó mucho de hecho. Últimamente pasa de todo en mi vida.

—Nada —digo sin embargo—. Nada fuera de normal.

—Qué raro. Me encontré a Francia algo perturbada en los pasillos, se veía inquieta. ¿Cruzaron algún palabra o algo?

—Poco. Casi nada.

—Ah.

—Hoy estoy feliz Valentina, y también estoy dispuesta a dejar atrás mi historia con él. Lo he decidido. Así que vamos a comenzar,ar por mantenerlo lejos de nuestras conversaciones, ¿te parece?

Lo has asumido.

—¿De verdad? —pregunta con una sonrisa—. Te veías muy triste estos días. Pensé que tal vez durarían un poco más de tiempo.

—Lo sé. No digo que ya no siento nada por él o algo así, pero ahora tengo la certeza y la voluntad de que quiero superarlo. Y voy a lograrlo —sonrío orgullosa, ella me devuelve la sonrisa.

—Me alegra tanto, amiga.

Y si, yo también estoy demasiado alegre ahora. Pero como nada puede ser perfecto el golpe que recibo segundos después de eso me hace borrar toda mi alegría. Tirada en el suelo de una cancha deportiva y con un balón estampado en mi rostro.

—¡Eres un bruto! —escucho el grito de Valentina—. ¡¿Por qué no te fijas?!

—¡Hey, lo siento! —se escucha a lo lejos.

—¡Fíjate a la otra hacia donde tiras ese balón! ¡La lastismaste!

—Ya te dije que no era mi intención —la voz se escucha más cerca—. Además ya pedí perdón.

—No, no lo has pedido.

—Basta, Valentina —suplico, sosteniendo la zona adolorida y tirando de su brazo para que me ayude a poner de pie. Parece estar tan entretenida peleando con el desconocido que se olvidó que estoy aquí, tirada en el suelo.

Con bastante esfuerzo logra ponerme de pie.

—Quítate, bruto.

Termina de empujar al tipo y —sin dejar de sostener a mi nariz— camino a su lado hasta la enfermería de la preparatoria. Incluso me olvido de los chimpunes de Ezra y dejo la caja en el pasto de la cancha para seguir a mi amiga. La enfermera se encarga de revisar cada parte de mí rostro y también se encarga de asegurarme que no es nada grave y que solo tendré un pequeño hematoma por unos días.

Genial.

Ahora tendré la nariz morada. Mo-ra-da.

—Puedes descansar si quieres un momento y si no te sientes bien puedes pedir permiso para ir temprano a casa por hoy.

Y claro que quiero ir a casa, que ni lo diga dos veces.

Valentina es quien se encarga de hablar con la maestra mientras yo me encargo de esperarla en la camilla de enfermería. Minutos después ya estoy subiendo al auto junto a Smith, quien me mira bastante curioso al verme sostener la bolsa de hielo sobre mi nariz.

DIOSA 2 | ¿Puede el hechizo ser eterno?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora