Capítulo 23.

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—¿Hablaste con él? —la voz confundida de Valentina se oye, detras mío—. ¿Qué es lo que pasa contigo que últimamente añoras los problemas? Si tu hermano se entera van a haber muchos de esos.

—¿Crees que no lo sé? ¿Pero que quieres que te diga? Solo surgió asi y ya.

—Tú te acercaste a él, no solo sucedió y ya.

—Porque estaba triste —puntualizo—. Yo me di cuenta.

—¿Y él se dio cuenta de cuando estabas triste?

Me quedo en silencio.  Valentina niega antes de beber el jugo de fresa de su vaso y después mirarame con el celo fruncido. Lo admito, he retrocedido dos pasos.

—Procura mantener tu distancia —aconseja neutra—, ya has pasado por mucho en estos meses y no quiero volver a verte en ese pozo sin salida.

—Lo sé.

—Y recuerda que estás ilusionando a alguien más.

Suelto un suspiro pesado antes de girar la vista hacia donde se encuentra él con algunos de sus nuevos amigos. Siempre ha sido de fácil acceso con los demás.

—Él no es malo, tal vez sea mejor no lastimarlo —continua Valentina—. Ya sabes.

—No voy a lastimarlo —le digo—. Tengo claro que Nathan es una buena persona, y no sé porque te preocupa tanto si ya me conoces. No soy de ese tipo de chica.

—Lo sé, sé que no eres de ese tipo de chica, pero te lo digo porque Ruggero llegó primero —responde—, y quieras o no, él siempre va tener prioridad contigo. Aquí y en China.

—Hablas como si no lo hubiera superado, como si yo lo siguiera a todo lado y él fuera mi prioridad.

—Tal vez no, pero es una posibilidad.

Le puse mala cara.

Sabía que Nathan era bueno, no hacía falta colocar en una balance que tan bueno es Ruggero y que tan bueno es él. Ambos eran personas que ocupaban un porcentaje de mi corazón y aunque uno de ellos era un cúmulo de constantes errores no hacía falta las comparaciones.

—¿Al menos sabré de que hablaron?

—No creo que quieras saberlo.

—Quiero, créeme.

La miro obvia, acomodando mi cuerpo para observarla mejor.

—De Francia —me encojo de hombros—. Ese fue el tema principal.

—¿Es un chiste?

—No lo creo.

—Es una broma.

—Valentina...

—Es que no lo puedo creer —espeta.

—¿Pues que esperabas? El tema fue ese.

—No lo sé, yo esperaba algo más, que me dijeras que hablaron del clima, la hora, lo que sea, menos de Francia. ¿Qué pasaba por tu cabeza cuando hiciste eso?

—Hablas como si yo hubiera cometido el mayor error de mi vida.

—Pues casi.

—Pues sinceramente cada día te entiendo menos. Un día lo apoyas y al otro es tu peor enemigo.

—Nunca lo apoyé.

—Pero tampoco lo juzgaste.

—No, pero...

—Chicas.

Valentina se calla de golpe. Nathan esta de pie frente a nosotros, saludando con su típica sonrisa y su aire amable.

DIOSA 2 | ¿Puede el hechizo ser eterno?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora