Capítulo 11.

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Ruggero.

Una semana.

Una maldita semana ha pasado ya.

Una en la que Karol parece ignorarme como si yo fuera la cosa que menos quiere ver en el mundo, y lo más lamentable es que no puedo quejarme. Fui y soy consciente de que tal vez me excedí en un nivel que nunca lo había hecho. Por lo general no solía decirle cosas tan hirientes en nuestra vida, pero esta vez el alcohol había provocado que lo hiciera.

Lo había jodido en un nivel bastante considerable.

—Bro.

Agustín se acerca saludando a todos y levanta su mano en modo de saludo para mí. Se coloca a un lado mío, sin dejar el teléfono y tampoco volver a mirarme. Ezra por su parte se mantiene con un gesto serio que me abruma.

Puedo leer su pensamiento.

De hecho hoy no es la primera vez que me topo con su gesto serio y tampoco su cara de odio dirigida hacia mi. Lo conozco. O quizás lo poco que conozco me da la suficiente potestad para adivinar que es lo que está pasando. Los únicos que parecen no notarlo, o que lo hacen pero lo ignoran son Marco y Noah. Noah no es muy amigo íntimo mío, así que su cercanía con Karol lo hacía un punto a favor de Ezra.

Para mi buena suerte el timbre que anuncia el inicio de las clases es claro. Es hora de volver, así que sin decir mucho los cuatro nos hemos puesto de pie y cada uno se ha ido a sus respectivos lugares y en el caso de Noah, a su salón. Ezra por el contrario no se inmuta, simplemente se pone de pie y se aleja con la mochila en el hombro y su andar bastante pesado.

—¿Se puede saber que te traes con esos dos? —Marco, que termina de recoger sus cosas se pone de pie y me mira divertido—. Ezra está a nada de estrangularte.

—Ni me lo digas.

—¿Que sucedió?

—Es Karol.

—Siempre es ella —murmura Agustín—. ¿Que fue lo que pasó entre ustedes? El día de la fiesta se veían bien, y de la nada han pasado a ignorarse mutuamente. Es claro que algo pasa.

—Bueno, mutuamente no —corrige Marco—. Es Karol quien lo evita.

—Por favor no me lo recuerdes —murmuro—. Me duele la cabeza de solo pensar en lo que nos estamos convirtiendo.

—Pues comienza a hacer algo —aconseja dando unos pasos delante mío—, o... vas a perder tu relación.

Suelto un suspiro cansado ante su nada esperanzadora afirmación. Está claro que yo no quiero eso, y estoy a punto de decirlo pero entonces el profesor aparece en nuestro campo de visión y con su gesto sería nos hace una señal para que ingresemos al salón.

Después seguiré hablando de esto.

*****

Mi mirada cae las gradas vacías de la cancha de entrenamiento, que por lo general no suelen estar así. Ya hace media hora que Karol estaría ahí. Nunca solía perderse los entrenamientos, más aún sabiendo que su hermano también es parte de ellos.

Convencido, me acerco a Ezra que práctica su puntería en el arco. Su nivel sube cada vez más, lo propio para el equipo.

—¿Muy ocupado? —pregunto a poca distancia, también con uno de los balones.

DIOSA 2 | ¿Puede el hechizo ser eterno?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora