6: Ojalá

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—Ya hemos llegado —musité al oído de Jimin que seguía apoyada en mi hombro.

Ella se incorporó y me dio una breve mirada.

—¿Estas bien? —pregunté apagando el motor del coche.

—No lo sé... —suspiró—. Quiero llorar pero a la vez me da rabia, ese imbécil... —negó con la cabeza.

—Siempre me cayó mal —dije mientras abria la puerta y salía del coche. Jimin se sorprendio.

—¿En serio? ¿Y por qué? —preguntó saliendo del coche.

Porque me gustas, pensé.

—Siempre me pareció un engreído... —la miré—, pero te trataba bien así que tenía que soportarlo.

Ella esbozó una sonrisa. Las dos fuimos hasta la puerta y saqué las llaves para abrirla.

—No pensé que seria de los que deja por teléfono.

—La gente a veces te sorprende —contesté.

—Oye... —dijo timida mientras entrabamos a casa y dejábamos los abrigos en el perchero—, tu... ¿Dormirías conmigo hoy?

—¿Y eso?

—Siento que si me quedo sola acabaré llorando, y no me apetece contarle todo a Aeri y Yizhuo a estas horas —contestó triste—. ¿Por favor?

—Claro que sí.

Ella sonrió y fue directa a ducharse y cambiarse de ropa. Yo fui hasta mi habitación e hice lo mismo. Hay que ver como puede cambiar un día, como puede evolucionar, variar, cambiar de rosa a negro o viceversa.

Me metí a la ducha y la prendí con el agua fría. Mi cuerpo reaccionó con un espasmo al notar lo congelada que estaba, pero necesitaba algún tipo de estímulo después del dia de hoy. Una vez mi madre me dijo que si la vida te daba limones, hiciera limonada con ellos. Pero dime, mamá, ¿como hago que mi mejor amiga deje de verme con esos ojos? ¿Cuantos limones debo exprimir para eso? No venía en la receta.

Se supone que iba a pasar la noche con Ryujin y voy a acabar durmiendo con Jimin. Esto iba a terminar pareciendo un chiste.

Salí de la ducha y me tomé mis pastillas diarias. Si mi madre se enteraba que se me olvidaba hacerlo me mataría. Al rato cogí mi movil y mensajeé a Ryujin.

"Ya estoy en casa, siento lo de hoy, de nuevo. Te recompensaré muy pronto, buenas noches <3"

Le marqué enviar y puse el móvil sobre la cama para ponerme el pijama. Nada más terminar escuché como llamaban a la puerta sigilosamente.

—No hace falta que llames —reí.

—No quería incomodar....

—Vamos Jimin, tu no incomodas —sonreí—. Cierra la puerta, sabes que...

—No te gusta dormir con la puerta abierta —continuó.

—Exacto.

—Las chicas estan ya dormidas, me he asomado a las habitaciones.

Ella se acostó en mi cama y se tapó con el edredón.

—Imagino, deben estar cansadas.

Hice lo mismo y me metí a la cama. Dejé el teléfono sobre la mesilla y ella volvió a hablar.

—¿Qué película estabais viendo?

—Viernes 13, íbamos a hacer maratón.

Ella apartó la mirada, yo me acomodé de lado con la cabeza en la almohada para mirarla.

el arte de enamorarse | winrinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora