Ocho

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Jennie

Estuve con Kai como un cuarto de hora más antes de que se disculpara conmigo por ir con sus amigos. Lo entendí, yo debia buscar a Lisa también.

Me hubiese gustado decir que fue uno de los momentos más lindos de mi vida cuando el me beso, de hecho así se sintió en parte, pero no dejaba de faltar algo. Fue casi como... vacío.

La idea de que algo estaba realmente mal conmigo vago por mi mente. Necesitaba una explicación, hace menos de dos días estaba completamente loca por Kai y ahora, cuando me besa, no provoca ni un solo sentimiento en mí.

Nada había sucedido en el medio además del "beso prueba" con Lisa.

¡Lisa! ¿Dónde se había metido?

Sabía que no la iba a encontrar si sólo caminaba por la casa así que saque mi teléfono.

Para: Lisa

¿Dónde te metiste?

He estado buscándote.

¿Puedes responder? Diablos Lisa.

¿Hola? ¡Mira tu teléfono!

Espera. Tú siempre estás mirando tu teléfono, ¿Estás viendo esto?

¿No quieres hablar conmigo?

Sólo dime donde estas.

Por favor Lisa.

Estoy preocupada por ti.

¿Hice algo mal?

Porque así me siento cuando no me hablas, realmente mal.

Esto no esta funcionando, tendré que seguir buscando, sólo espero que aún sigas aquí.

Volví a guardar mi teléfono con menos ideas que antes, ahora estaba preocupada y se sentía horrible, ¿Qué debía hacer?

Había registrado la casa como por tercera vez y había preguntado por Lisa a cada rostro familiar sin obtener nada. Estaba a punto de rendirme cuando de repente se me ocurrió un lugar en el que todavia no había buscado.

Salí tan rápido como pude tratando de llegar lo antes posible al auto de Lisa y casi grito de felicidad al verla allí dentro.

—Gracias a Dios, aquí estas. —Dije entrando al asiento de copiloto antes de percatarme de su estado.

Ni siquiera estaba mirándome, su cabello estaba encima de su rostro, se sostenía un poco inclinada sobre el volante y supe que no podría distinguir si el auto estaba en marcha o no. Una botella de vodka casi vacía estaba entre los asientos.

—Mierda, Lisa.

Me acerqué aún más a ella tomándola por las mejillas y sacando con cuidado el cabello de su rostro, ella mantuvo los ojos cerrados.

—Sé que dije que te llevaría a casa pero no me siento con ganas en este momento. —Habló sin abrir los ojos todavía.

Hubiera reído ante su ocurrencia si no estuviera tan preocupada por su estado. Lisa no era la clase de persona que se emborrachaba, al menos no sin una excusa.

—¿Estás bien?

—¿Por qué no iba a estarlo? —Una risa para nada feliz salió de sus labios.

—No respondiste mis mensajes. —Mi voz sonó suave.

—Es que olvidé cómo escribir. —Dijo con tanta seriedad que no pude evitar reír.

—Muy bien, voy a llevarte a casa.

Ella se recostó en el asiento mirándome con los ojos entre cerrados, como sino confiara para nada en mí.

—No puedes. —Sonó como si eso se le acabara de ocurrir.

—Claro que puedo.

No esperé más y salí rodeando el auto hasta la otra puerta delantera, ella seguía en la misma posición. La moví hasta el asiento del copiloto como pude y me subí al lugar que ella ocupaba.

—¿Las llaves?

—No lo sé. —Se acomodó mejor en el asiento mirando directamente a través del vidrio de la ventana. De repente parecia molesta.

Rodeé su cuerpo hasta llegar al bolsillo derecho de su chaqueta en donde estaban las llaves. Ella se tensó.

Agité las llaves frente a su rostro con una sonrisa burlona en mi rostro antes de arrancar el auto camino a su casa.

Pruébame - Jenlisa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora