Jennie.
El día lunes ya había comenzado junto con toda la aburrida semana.
Tal vez tendría el mismo mal humor de todas las mañanas si no fuera porque aún seguía pensando en la noche del viernes.
De repente una semana Lisa dejaba de hablarme y a la otra venía a mi casa a ver películas como en los viejos tiempos, y no sólo eso sino que me había hecho sentir extraña con algunos de sus comentarios.
Extraña de una forma bonita, haciendo que me cosquillee el estómago y sonrisas inconscientes aparecieran en mi rostro.
Ella a veces se daba cuenta de eso y se ponía nerviosa tratando de arreglar la situación, era gracioso ver como se ruborizaba.
—¿Trajiste el proyecto? —Me sobresalté cuando ella se sentó a mi lado.
—Eh... Si.
—¿Qué te ocurre? —Dijo en una pequeña carcajada.
—Me asustaste. —Bufé.
Era más por el hecho de que estaba pensando en ella y ahora aparece de la nada, como si me hubieran encontrado con las manos en la masa aunque ella no lo sabía.
—¿Soy tan horrible? —Sonrió guiñándome un ojo antes de que la profesora entrará.
La clase empezó sin darme tiempo a reaccionar. Mierda, ella tenía que dejar de ser tan linda.
Ese simple gesto me había recordado a la Lisa simpática y presumida de antes haciéndome sonreír.
El resto del día transcurrió normal entre clase y clase, no volví a verla hasta el almuerzo y la verdad no me apetecía para nada hacerlo ya que se encontraba en los brazos de Simón como había sido últimamente.
—Hola.- Saludó al verme llegar.
—Hola. —Murmuré sentándome.
Trate de no prestar mucha atención a nada en general sólo concentrándome en acabar mi comida pero era realmente difícil cuando los tenía siendo cariñosos justo en frente de mis narices.
Por alguna razón recordé cuando con Lisa nos tratábamos parecido, nos abrazábamos y esas cosas, ya no sucedía.
—¿Que está mal?
Me sobresalté al oír esa voz en mi oído, ¿Acaso hoy todos iban a asustarme de esa manera?
—¿Qué? —Lo miré.
—¿Qué sucede?
—Nada, ¿Por qué? —Volví mi atención a la comida.
—Pues avísale a tu cara porque no se ha enterado.
Lo miré nuevamente. Kai me estaba sonriendo.
Se acercó a mi mejilla depositando un beso, se quedó allí más de lo necesario hasta que se movio a mi oído.
—¿Segura que estás bien?
Asentí repetidas veces hasta que él se alejó con una cara de desconfianza, sabía que no me había creído pero agradecí que no me haya vuelto a preguntar.
—Simón, ¿Les preguntaste? —Habló Kai después de un rato mirándonos alternativamente a Lisa y a mí.
—¿Preguntarnos que? —Ella miró a Simón.
—No lo he hecho.
Kai suspiró antes de hablar.
—Queríamos saber si les gustaría tener una cita doble. —Concluyó con una sonrisa.
¿Qué? ¿Una cita doble? Nunca. jamás, ni pensarlo. ¿Cómo podría aguantarme más de estas escenitas? Sería una tortura.
Mi mente estaba tratando de crear una excusa absolutamente creíble cuando cierta persona se me adelanto a hablar.
—¿Por qué no?