Nueve

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Jennie.

Durante todo el viaje Lisa no hizo otra cosa que permanecer allí sentada ignorándome. Yo tampoco intenté sacar tema de conversación, la verdad que cuando se enoja no es una persona con la que sea agradable hablar, además de que seguía ebria y dudaba que pudiéramos mantener una conversacion.

—Llegamos. —Estacioné justo frente a su casa.

Al no recibir respuesta me giré dándome cuenta de que se había dormido en el asiento.

Mantenía su cabeza apoyada contra la ventana al igual que todo su cuerpo, parecía tan relajada. Su rostro estaba tan pacífico que tuve el impulso de acariciarlo.

Así lo hice, acaricie su mejilla tratando de despertarla con cuidado, sonreí al verla moverse.

—Hey, llegamos. —Casi susurré. La verdad me apetecía seguir viéndola dormir.

Ella murmuró algo y volvió a cerrar los ojos queriendo volver a dormir.

—Vamos, vas a estar más cómoda en tu cama, Lis.

Salí del vehículo para abrir su puerta teniendo cuidado de no dejarla caer. La ayudé a pararse y caminamos hasta la entrada.

—¿Están tus padres? —Pregunté dudando de llamar a la puerta.

Ella negó buscando algo en sus bolsillos. Sacó la llave e intentó abrir la puerta sin conseguirlo.

Se la saqué al segundo intento y abrí yo misma la puerta de la entrada trayéndola conmigo adentro.

—Te voy a ayudar.

Subimos las escaleras hasta su habitación (lo cual no fue nada fácil) y dejé que se sentará en la cama mientras le buscaba algo con lo que pudiera dormir.

—Tienes que cambiarte. —Le dije tendiéndole el pijama.

Había estado muy callada desde que bajamos del auto, algo muy atípico en ella, y comencé a preocuparme aún más cuando noté la expresión de tristeza en su rostro.

—¿Qué sucede? —Me agaché en frente suyo intentando buscar su mirada la cual estaba perdida en el piso.

—Na-nada. —Me esquivó tomando el pijama parándose de golpe.

Comenzó a sacarse su conjunto de espaldas a mi quedando en ropa interior y luego se puso las prendas que había buscado. No me molestó, no era la primera vez que se cambiaba frente a mí, aunque ahora lo estaba haciendo más lento de lo normal, probablemente porque aún seguía un poco mareada.

—No parece como nada —Me senté en la cama. Ella siguió con lo suyo sin siquiera mirarme—. Lisa, ¿Por que bebiste tanto?

Ella terminó de vestirse en ese momento y se volteó encojiendose de hombros. Camino hasta la cama y separó las sábanas. Estaba adoptando la misma actitud enojada que en el auto antes de venir.

—Dime algo al menos. —la observé meterse a la cama con algo de dificultad, los efectos del alcohol aún seguían allí.

—¿Te quedarás a dormir? —Preguntó de manera seca sentándose.

—No parece que quieras tenerme cerca tuyo —Hablé un poco amargada. Ella, de nuevo, no dijo nada.

Me moví hasta sentarme junto a ella.

—Por favor —No me miraba todavía—. Quiero saber qué te sucede.

—¿Por qué supones que me pasa algo? —Sus palabras salían con dificultad y tardaba más de lo normal en decirlas. Jugó con las sábanas mirando a cualquier lugar en el que no esté yo.

—Porque lo sé —la tomé de la mejilla obligándola a que me mirara.

Ella suspiró audiblemente

—¿Vas a decirme por qué bebiste tanto? Sé que no lo haces porque sí.

Ella se mantuvo en silencio un instante solo mirando mi rostro con atención antes de hablar.

—No... no lo sé, no sé por qué reaccioné así —Bajó la mirada y yo solté su rostro

—¿Estabas enfadada por algo? ¿Estás enfadada ahora? —Quiero saber— ¿Conmigo?

—No... No —Negó—. Más bien... Triste —Confesó con dificultad.

—¿Triste por qué? ¿Fue algo que yo hice?

—Tengo sueño —Esquivó mi pregunta tratando de acostarse.

—No es verdad —La frené.

—Jennie... —estaba evitando mirarme.

—Lisa.

—Sólo... Vete.

—No voy a irme hasta que me respondas.

—Quiero... Quiero estar sola.

—No voy a dejarte sola, no si no estás bien.

—Si lo estoy —Noté cómo su voz se quebró al decir eso.

Giré su rostro para mirarla y descubrí sus ojos más tristes de lo que jamás los había visto e inundados de lágrimas. Sentí una punzada en mi pecho.

—Lis...

La abracé sin esperar nada, no me importaba nada más en ese momento que no sea hacerla sentir mejor. Odiaba cuando Lisa lloraba, habían sido muy pocas las veces que la había visto así, porque no era la clase de chica que gastaba sus lágrimas en cualquier cosa, y eso me preocupo.

Estuvimos abrazadas un rato hasta que los sollozos cesaron y su respiración volvió casi a la normalidad.

Ella, muy a mi pesar, se separó de mí mirándome aún con lágrimas en los ojos.

—Por favor, Jennie —Suplicó.

Lo que menos queria en ese momento era dejarla sola, no así.

Pero la forma en la que me lo pidió me revolvió el estómago, ¿Tan lejos me quería? No quise discutir el asunto porque temía que volviera a llorar.

Salí de la casa sin decir una palabra más, no sin antes darle un último abrazo y un pequeño beso en la frente. Ella se dejó.

Llegué a mi casa aún repitiéndome que había hecho lo correcto, aunque tenía unas inmensas ganas de volver y abrazarla hasta que se quedara dormida asegurándome de que estuviera bien.

Traté de ignorar todo eso hasta que me dormí.

Pruébame - Jenlisa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora