Lisa.
Si pasaba un solo segundo más sin abrazar a Jennie juro por Dios que enloquecería.
La había estado esperando desde que llegué del Instituto, lo cual había sido hace una hora, y todavía no aparecía. También había enviado mensajes pero no los respondió, supongo que está ocupada o algo así.
Odiaba cuando mis primas venían, no es que no las quiera pero siempre me obligaban a estar dentro de casa para pasar tiempo con ellas y no era bonito. Por suerte fue solo un fin de semana.
Casi salí corriendo a la puerta cuando oí el timbre de la entrada.
No esperé ni un solo segundo mas y apenas la vi allí parada salte a sus brazos para abrazarla. Pero no duró mucho.
Apenas mis brazos habían rodeado su cuerpo ella me alejó mirándome con una expresión entre el enojo y la tristeza en su rostro, pensé que había estado llorando.
—¿Qué ocurre? —La miré confundida.
—¿Por qué no me lo dijiste? —Preguntó dolida.
¿Dolida por que?
—¿De qué hablas? —Me acerqué de nuevo a ella acariciando su brazo. Jennie me alejó de nuevo y parecía aún más enojada que antes.
—¿En serio? —Una risa irónica salió de sus labios—. Te acostaste con Simón, Lisa, ¿Cuándo pensabas decírmelo?
Estoy segura que en ese momento mi cara se deformo por completo. El color abandonó mi rostro y mis cejas formaron una sola línea igual que mi boca. Mi cabeza estaba intentando acomodar las piezas, nada cuadraba.
—¿Qué? —Pregunté lo único que se me ocurrió.
—¿Por qué vas a negarlo? —Sus ojos se llenaron de lágrimas pero estaba segura de que eran de rabia.
—No tengo nada que negar, ni siquiera tendríamos que estar hablando de esto porque jamás pasó —Dije lento intentando que comprendiera—. No sé de dónde lo has sacado. — Fruncí el seño.
—¿De dónde lo he sacado? No me trates como si lo acabara de inventar. —Soltó casi gritando.
—Yo no... —Suspiré intentando mantenerme tranquila— ¿Quién te lo dijo? —Pregunté de repente.
Estaba segura de que no se le había ocurrido a Jennie, seguro alguien le fue con esos estúpidos falsos rumores. No puedo creer que los creyera.
—Nick —Respondió como si no tuviera importancia.
Si antes el color había abandonado mi rostro ahora volvió en llamas. Apreté los puños y sentí que el enojo me invadía. ¿Por qué demonios le había dicho eso? Juro que voy a matarlo.
—El viernes por la noche —Volvió a hablar más despacio bajando la mirada—. Ahora entiendo porque no podías ir a mi casa. —Sonrió amargada.
—¿Como? —La expresión confundida no abandonaba mi rostro—. ¡Sólo vimos una pelicula, Jennie!
—Sí, Lisa. Sé lo que eso significa. —Volvió la vista a mi de nuevo enojada.
—¿Qué? ¡No! ¡De verdad vimos una pelicula! — Grité moviendo mis brazos.
—¿Y por qué iba a mentirme Kai? ¡No tiene sentido! —Discutió.
—¡No lo sé! ¡Pero no puedo creer que le creas a él en lugar de a mí! —Estaba tan enfadada con ella ahora.
—¿Porque es mi novio!
Quise reír, ¿Desde cuándo ella consideraba a Kai su novio? Ridículo.
—Sí, tu novio —Asentí—. Se nota que lo quieres tanto... En especial cada vez que me besas. —Mis ojos echaban chispas.
—¿Por que hablamos de mi ahora? Se supone que tú no tendrías que haberte acostado con Simón desde un principio. —Imitó mi mirada.
No podía creer esto.
—¡Qué no lo hice! —Grité furiosa—. ¡Y si lo hubiera hecho no tendría nada de malo! —Dije sin pensar. Noté como su expresión cambiaba de enojada a triste— ¡Simón es mi novio! Puedo acostarme con el cuando quiera —La rabia estaba hablando por mi ahora—. De todas formas lo nuestro no es importante, ¿O pensabas que sí? Son sólo besos, Jennie —Escupí las últimas palabras con enojo antes de sentir las lágrimas resbalando por mis mejillas.
Me enojaba y me dolía tanto que pensara que me había acostado con Simón que apenas pensé mis palabras.
Cuando me di cuenta ella también lloraba con los ojos inundados de lágrimas con una mirada que me partió el corazon, en serio espero que yo no acabara de romper el suyo.
—Tienes razón. —Se limpio rápido las lágrimas—. Jamás debió haber pasado, lo arruinamos. —No estaba mirándome—. Lo mejor es terminar con todo, ni siquiera quiero ser tu amiga ahora. — Sorbió por su nariz
—Está bien si es lo que quieres.
—Sí, es lo que quiero.
—Bien.
—Bien.
Y con esa última palabra salió de mi casa dando un portazo.
Debí haberla frenado. Debí explicarle todo. Debí abrazarla incluso aunque ella no lo quisiera. Debí haber limpiado sus lágrimas. Debía haberla besado para demostrarle que no amaba a nadie más además de ella.
Pero no hice nada de eso.
Me dejé caer en la pared más cercana y no pude evitar llorar. Las cosas si se habían complicado esta vez.