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A primera vista, su intuición le dijo que esto no iba a terminar bien. Hubo algo en su mirada compasiva, en esos ojos opacos, que le hizo dar un paso atrás. Una desconfianza que parecía ser casi innata a causa de experiencias pasadas con otros hombres de mayor edad.

Se sintió tan extraño al ser llamado «hijo», que no supo qué decir. El hombre, con ropas raídas y un aspecto casi deplorable, parecía atónito con su presencia, como si de pronto se hubiese encontrado con un ángel o una especie de salvador. Dio pasos pequeños hacia él, y con parsimonia, alzó sus manos y lo tocó, en un intento de comprobar su existencia.

Su toque le hizo sentir el impulso de huir, sin embargo, permaneció. El hombre, su supuesto padre, lloró, las lágrimas corrieron por su rostro casi con exageración.

—No puedo creer que después de tantos años... Por fin estés en casa. Estaba tan asustado de lo que podría pasarte allí afuera...

La situación lo dejó perplejo. Por primera vez, Jeno no era capaz de articular ninguna palabra, de mover ningún músculo. Durante sus más de veinte años, nunca pudo imaginarse la razón por la que tuvo que crecer en un orfanato. Por más veces que se lo haya cuestionado, nunca logró entenderlo.

E incluso ahora, que veía la situación en la que este pobre hombre vivía, no podía llegar a entenderlo.

—Debes tener muchas preguntas, ¿no es así? —le dijo él—. Entonces pasa, creo que tenemos bastante de lo que hablar.

No esperó una respuesta para rodear su hombro y dirigirlo dentro de casa. Jeno observó el lugar, descuidado, con el pasto seco, la pintura de la casa desgastada. El tapiz por dentro estaba opaco, y los muebles viejos.

Su padre, igual de descuidado que su hogar, lo hizo sentarse en la sala de estar, y él se dirigió rápidamente a la cocina para traer una bandeja con dos tazas y una tetera.

Mientras él le servía en silencio, Jeno no podía dejar de pensar cómo es que Taeyong sabía sobre esto, tampoco cómo es que lo encontró. Se sentía desorientado y confundido.

—¿De verdad... eres mi padre? —preguntó por fin. La voz le salió en un hilo, su garganta se sentía apretada.

El hombre pareció verse decepcionado ante su duda. Sin embargo, antes de decir nada, sacó de su bolsillo trasero su billetera —igual de gastada que todo lo demás en esta casa—, y deslizó su tarjeta de identificación por la mesita.

«Nombre: Lee Jesung.

Fecha de nacimiento: 23 de agosto 1965.

Lugar de nacimiento: Jeju, República de Corea.

Nacionalidad: coreana».

—Soy un pescador. He vivido toda mi vida en base a ello, hasta el día de hoy. Como verás, mi situación no es la mejor, no desde que tu madre cayó gravemente enferma. —Comenzó a decir.

Jeno aún tenía mucha información que procesar. Su tarjeta de identificación solo demostraba que tenían el mismo apellido, sin embargo, podía sentirlo. Podía sentir una conexión con él tan extraña, que sintió muy pocas veces, y las veces que sucedió, fue con Kun, quien ya está muerto y quien él consideró, en algún momento, como una figura casi paterna en su vida.

—¿Ma-madre...? —balbuceó.

—Sí, tu madre. Ella está... Mejor vamos a verla.

Jesung se puso de pie y esperó a que Jeno también lo hiciera para adentrarlo por el pasillo. Se saltaron una habitación hasta que llegaron al final del pasillo, donde la puerta estaba abierta, y en medio del cuarto, reposaba sobre una cama clínica, una mujer, completamente dormida.

misfit ー nominDonde viven las historias. Descúbrelo ahora