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Dentro del Infierno, existes ciertas reglas impuestas, como también sucede en el Cielo. Quienes desobedezcan a estas reglas son condenados por el Diablo y lanzados al lago de fuego donde arderán por la eternidad. Las reglas son: venerar a Su Majestad, el Diablo, no enamorarse, y ser sus esclavos por la infinidad de los días

Y ellos, estos dos demonios, ya habían desobedecido las primeras dos.

Y ahora, estaban a punto de desobedecer la última al intentar escapar de este tortuoso y caluroso Infierno.

Asentados en un restaurant, comían ambos en silencio. Se alimentaban luego de más de dos horas en avión y un muy estresante viaje desde Seúl hasta el aeropuerto y del aeropuerto a su destino.

Habían llegado a Jeju, la isla más cercana a su país luego de que hayan sido los únicos boletos disponibles para ambos. Y ahora, cenaban tranquilamente en un sencillo restaurant con vistas al mar, como si el lugar no estuviese lleno y las noticias no estuviesen en la tele que se encontraba en la caja, donde en cualquier momento sus rostros podrían salir en la pantalla.

—¿Aún duele? —preguntó Jeno con la boca repleta de arroz.

Jaemin simplemente negó con la cabeza.

—No lo parece. ¿Por qué mejor no usas tu brazo izquierdo? No podrás comer bien si usas tu brazo herido todo el tiempo.

—Estoy bien —espetó en un tono de voz más grueso y siguió comiendo a pesar de tener el hombro derecho herido.

Jeno lo miró con algo de desconcierto por su tono de voz, pero desistió. Solo se estaba preocupando por él, no había necesidad de mosquearse así. Pero si se trataba de Jaemin mucho más él no podía hacer, menos ahora que no poseía la facultad para poder intervenir.

Continuaron comiendo en silencio. El ruido de la gente hablando, los palillos chocando contra el plato, las noticias a un volumen moderado reportando el desastre que se había desatado en Seúl y que rápidamente se iba expandiendo a otros distritos... Había mucho ruido dentro y fuera de su cabeza, y Jaemin parecía tan calmado, como si no estuviese siendo buscado, como si su vida no hubiese cambiado de esta manera en menos de una hora.

Lo observó. Observó su semblante, oscuro, inescrutable. No sólo habían vuelto al principio, habían ido más atrás, tan atrás que quizás, será mucho más difícil avanzar.

Su silencio se sentía como una tortura. Cuando recién se conocían era algo parecido, pero al menos Jaemin respondía sus preguntas, entablaban una conversación. Ahora ni eso hacían. Ni siquiera le dirigía la mirada. Sintió nostalgia al recordar y extrañar esas comidas varias que compartieron que estaban llenas de palabras, de jugueteos. De haber sabido que esto pasaría las habría valorado con más ahínco.

—Es hora de irnos —dijo Jaemin. Dejó sus palillos a un lado, a pesar de que aún le faltase más de la mitad de la comida.

—¿Tan pronto? Acabamos de llegar...

Jaemin señaló con su pulgar la tele de atrás. Ambos estaban allí, imágenes en helicóptero mostrando el coche corriendo a toda velocidad hacia el aeropuerto. Sus rostros a un lado de la pantalla, y la reportera hablando acerca de ellos.

—Pedimos encarecidamente que si ve estos rostros no dude en reportarlo a los números de emergencia. Son criminales peligrosos que ahora mismo son fugitivos, y que necesitan ser atrapados. La Agencia Internacional ya está trabajando en su búsqueda enviando distintos agentes a los posibles lugares donde pudieron haberse dirigido. Seguiremos informando.

—Joder...

—Jeno, vámonos, la gente ya nos vio.

Jeno lo corroboró por su cuenta. Las conversaciones de la gente habían pasado a murmullos, y absolutamente todas las miradas se dirigían a ellos. Jaemin no lo esperó y se puso de pie rápidamente. No pudo seguir avanzando cuando alguien lo detuvo de una amenaza.

misfit ー nominDonde viven las historias. Descúbrelo ahora